Había una vez, una gota, que estaba aburrida y cansada de hacer siempre lo mismo. Cada día, cuando el sol más brillaba, la gota subía en forma de vapor de agua hacia su amiga Nubi y allí, junto a sus miles de amigas, esperaba a que bajaran las temperaturas para volver a descender a un río o de nuevo al mar.
La pobre gotita de agua se sentía igual que las miles de amiguitas que se encontraban a su lado. Día tras día, observaba al resto de las gotas y eso la deprimía.
Un día, su amiga Nubi la vio realmente triste, pensando en sus cosas en vez de disfrutar cuando llegó la hora de lanzarse como lluvia. Decidió hablar con ella.
– Brillagota, ¿qué te ocurre? Llevo varios ciclos viéndote triste, sin ganas de ascender ni descender y me preocupa verte así. No estás contenta y saltarina como normalmente eras.
– Nubi, me encuentro realmente triste porque no creo que sea una gota especial. Siempre estoy haciendo lo mismo, o bien estoy en estado gaseoso o líquido o cuando hace mucho frío me vuelvo nieve o hielo, le contestó Brillagota.
– ¡Pero eso es fantástico! Puedes convertirte en un montón de cosas y por ello eres especial. No deberías sentirte triste. Yo siempre estoy volando de un lado a otro del cielo y apenas bajo a la tierra y mucho menos me convierto en muñeco de nieve. Deberías sentirte feliz por poder correr tantas aventuras de tantas maneras diferentes, le interrumpió Nubi.
Pero Brillagota seguía sintiéndose como las demás, sin ser especial y pasó semanas tristes observando cómo era igualita al resto de las gotitas de lluvia que tenia alrededor.
Un maravilloso día, todo cambió para nuestra Brillagota. Después de ascender de nuevo a Nubi como cada ciclo, el tiempo cambió bruscamente y sin apenas darle tiempo a llegar, bajaron las temperaturas. Comenzó una enorme tormenta. Brillagota se agarró fuertemente a Nubi. No quería volver a caer pero la tormenta era tan fuerte que la pobre Brillagota casi no aguantaba más. Justo cuando sus fuerzas se habían agotado y estaba a punto de caer nuevamente al mar, la tormenta desapareció por arte de magia. Volvió a brillar el sol más hermoso que jamás había salido, cuando nuestra pequeña amiga Brillagota caía de nuevo al océano. Mientras caía, ella seguía sintiéndose desdichada hasta que un precioso, caluroso y tierno rayo de sol la atravesó haciéndola sentir que su cuerpo se transformaba en un irremediable y colorido arco iris con sus siete colores luciendo hasta el infinito.
En ese momento, comprendió que era una gota especial. Por eso se llamaba Brillagota, porque irradiaba luminosidad en cada lugar de la tierra. Tal era su hermosura y su baile de colores, que todos los niños de la tierra soñaban con poder llegar hasta ese maravilloso arco iris, tocarlo y disfrutarlo. Brillagota se sintió muy feliz, única y admirada por todo el mundo. Nunca más volvió a pensar que era como las demás, porque ella había sido el arco iris más bonito que había iluminado el cielo. Y colorín colorado esta historia nos ha encantado.
Cuento dos: Lagrima de amor
Érase una vez dos hermanas, Lucía y Alicia, a las que les encantaba el agua, bañarse en casa, en la playa, regar las flores de casa de la abuela... Su mamá siempre les decía, “cierra el grifo que se gasta el agua, pon los cubos en el patio que hoy llueve y así recogemos agua y ahorramos, no tires de la cisterna por solo un pis, cuando te laves las manos cierra el grifo mientras te enjabonas...” A Lucía y Alicia todo le parecían órdenes estúpidas, y ellas jugaban y disfrutaban del agua a sus anchas, sobre todo en verano.
Pero un mal día pasó todo lo que su mamá les había dicho: fueron a bañarse y del grifo no salía agua, no podían lavarse los dientes, ni las manos, ni fregar los platos sucios de la cocina, ni regar las flores del balcón.
Salieron a la calle camino de la playa y al llegar se encontraron un paraje desolador, todo era arena, no había ni gota de agua, los peces y animales del mar morían y el calor se hacía cada vez más insoportable. Lucía y Alicia asustadas empezaron a llorar, preocupadas por lo que iba a pasar y por la sed que tenían; jamás habían llorado tanto, todo el mundo lloraba ante tal desgracia y tanta necesidad.
Lloraron tanto y tanto, que las lágrimas empezaron a formar un charco, ese charco se convirtió en un lago, el lago en un río y al final se volvieron a llenar los mares y océanos. Desde ese día es por lo que el agua de mar es salada, igual que las lágrimas, y lo más importante, desde ese día Lucía, Alicia y todo el mundo aprendió a valorar la importancia del agua, a cuidarla, y conservarla reduciendo al mínimo su consumo.
Respuesta:
las carreras de las gotas
la gran aventura de góti
el sueño del agua
la profecia
cuento uno: la gota que queria ser diferente
Había una vez, una gota, que estaba aburrida y cansada de hacer siempre lo mismo. Cada día, cuando el sol más brillaba, la gota subía en forma de vapor de agua hacia su amiga Nubi y allí, junto a sus miles de amigas, esperaba a que bajaran las temperaturas para volver a descender a un río o de nuevo al mar.
La pobre gotita de agua se sentía igual que las miles de amiguitas que se encontraban a su lado. Día tras día, observaba al resto de las gotas y eso la deprimía.
Un día, su amiga Nubi la vio realmente triste, pensando en sus cosas en vez de disfrutar cuando llegó la hora de lanzarse como lluvia. Decidió hablar con ella.
– Brillagota, ¿qué te ocurre? Llevo varios ciclos viéndote triste, sin ganas de ascender ni descender y me preocupa verte así. No estás contenta y saltarina como normalmente eras.
– Nubi, me encuentro realmente triste porque no creo que sea una gota especial. Siempre estoy haciendo lo mismo, o bien estoy en estado gaseoso o líquido o cuando hace mucho frío me vuelvo nieve o hielo, le contestó Brillagota.
– ¡Pero eso es fantástico! Puedes convertirte en un montón de cosas y por ello eres especial. No deberías sentirte triste. Yo siempre estoy volando de un lado a otro del cielo y apenas bajo a la tierra y mucho menos me convierto en muñeco de nieve. Deberías sentirte feliz por poder correr tantas aventuras de tantas maneras diferentes, le interrumpió Nubi.
Pero Brillagota seguía sintiéndose como las demás, sin ser especial y pasó semanas tristes observando cómo era igualita al resto de las gotitas de lluvia que tenia alrededor.
Un maravilloso día, todo cambió para nuestra Brillagota. Después de ascender de nuevo a Nubi como cada ciclo, el tiempo cambió bruscamente y sin apenas darle tiempo a llegar, bajaron las temperaturas. Comenzó una enorme tormenta. Brillagota se agarró fuertemente a Nubi. No quería volver a caer pero la tormenta era tan fuerte que la pobre Brillagota casi no aguantaba más. Justo cuando sus fuerzas se habían agotado y estaba a punto de caer nuevamente al mar, la tormenta desapareció por arte de magia. Volvió a brillar el sol más hermoso que jamás había salido, cuando nuestra pequeña amiga Brillagota caía de nuevo al océano. Mientras caía, ella seguía sintiéndose desdichada hasta que un precioso, caluroso y tierno rayo de sol la atravesó haciéndola sentir que su cuerpo se transformaba en un irremediable y colorido arco iris con sus siete colores luciendo hasta el infinito.
En ese momento, comprendió que era una gota especial. Por eso se llamaba Brillagota, porque irradiaba luminosidad en cada lugar de la tierra. Tal era su hermosura y su baile de colores, que todos los niños de la tierra soñaban con poder llegar hasta ese maravilloso arco iris, tocarlo y disfrutarlo. Brillagota se sintió muy feliz, única y admirada por todo el mundo. Nunca más volvió a pensar que era como las demás, porque ella había sido el arco iris más bonito que había iluminado el cielo. Y colorín colorado esta historia nos ha encantado.
Cuento dos: Lagrima de amor
Érase una vez dos hermanas, Lucía y Alicia, a las que les encantaba el agua, bañarse en casa, en la playa, regar las flores de casa de la abuela... Su mamá siempre les decía, “cierra el grifo que se gasta el agua, pon los cubos en el patio que hoy llueve y así recogemos agua y ahorramos, no tires de la cisterna por solo un pis, cuando te laves las manos cierra el grifo mientras te enjabonas...” A Lucía y Alicia todo le parecían órdenes estúpidas, y ellas jugaban y disfrutaban del agua a sus anchas, sobre todo en verano.
Pero un mal día pasó todo lo que su mamá les había dicho: fueron a bañarse y del grifo no salía agua, no podían lavarse los dientes, ni las manos, ni fregar los platos sucios de la cocina, ni regar las flores del balcón.
Salieron a la calle camino de la playa y al llegar se encontraron un paraje desolador, todo era arena, no había ni gota de agua, los peces y animales del mar morían y el calor se hacía cada vez más insoportable. Lucía y Alicia asustadas empezaron a llorar, preocupadas por lo que iba a pasar y por la sed que tenían; jamás habían llorado tanto, todo el mundo lloraba ante tal desgracia y tanta necesidad.
Lloraron tanto y tanto, que las lágrimas empezaron a formar un charco, ese charco se convirtió en un lago, el lago en un río y al final se volvieron a llenar los mares y océanos. Desde ese día es por lo que el agua de mar es salada, igual que las lágrimas, y lo más importante, desde ese día Lucía, Alicia y todo el mundo aprendió a valorar la importancia del agua, a cuidarla, y conservarla reduciendo al mínimo su consumo.