arantzamacias
Era una pompa de jabón que se iba elevando; cuanto Clara más la miraba la intensidad del ascenso aumentaba. Parecía como si el filo de sus ojos pudiera incluso controlar la dirección de la pompa. Acostada sobre la cama la veía elevarse, trepar sobre los pósters que adornaban las paredes de su habitación, en los que posaba una Mariah Carey jovencísima y unos Ramones de muchos años.
La pompa amarillenta subía lentamente. Ahora que Clara la estaba observando con más ahínco parecía hacerlo más deprisa y con ganas de escaparse; pero entonces se topaba con la araña y torcía su camino para rodearla lentamente. Clara cerró los ojos intentando imaginarse dónde se encontraría cuando los abriera. Cuando volvió a dejar la oscuridad absoluta descubrió que seguía en el mismo punto: el vértice donde la araña se besaba al abismo con ganas de caerse. Y en cuanto sus ojos enfocaron esa bola casi traslúcida esta retomó la velocidad, ese viaje hacia las alturas. Los techos de la casa eran altísimos; todavía faltaban un par de metros hasta llegar al límite del falso techo.
‘Mientras dure tu viaje, jugaremos’, le murmuró la niña. Y como entendiéndola, la pompa volvió a elevarse y pareció crecer, quizás por esa sensación de satisfacción que genera el ser nombrado. Y jugaron unos minutos más. A cerrar los ojos la niña para perder el mundo e imaginar; a estarse inmóvil un instante la pompa, para detener ese viaje que acabaría con ella.
Cuando la niña estaba deseando que la tarde se hiciera eterna el techo se acercó mucho a la pompa y quiso aplastarla; Clara cerró los ojos y contempló la posibilidad de dejarlos así para siempre, para evitar la ruptura, para quedarse para siempre junto a esa pompa de jabón que era en ese instante el diseño perfecto de la felicidad. Lo intentó, estuvo un buen rato con los ojos cerrados; hasta que no pudo más y los abrió. La pompa amarillenta se fue acercando al techo lentamente hasta que con un simple ‘plop’ desapareció. ‘Plop’ repitió Clara mientras secaba sus ojos bañados de lágrimas.
La pompa amarillenta subía lentamente. Ahora que Clara la estaba observando con más ahínco parecía hacerlo más deprisa y con ganas de escaparse; pero entonces se topaba con la araña y torcía su camino para rodearla lentamente. Clara cerró los ojos intentando imaginarse dónde se encontraría cuando los abriera. Cuando volvió a dejar la oscuridad absoluta descubrió que seguía en el mismo punto: el vértice donde la araña se besaba al abismo con ganas de caerse. Y en cuanto sus ojos enfocaron esa bola casi traslúcida esta retomó la velocidad, ese viaje hacia las alturas. Los techos de la casa eran altísimos; todavía faltaban un par de metros hasta llegar al límite del falso techo.
‘Mientras dure tu viaje, jugaremos’, le murmuró la niña. Y como entendiéndola, la pompa volvió a elevarse y pareció crecer, quizás por esa sensación de satisfacción que genera el ser nombrado. Y jugaron unos minutos más. A cerrar los ojos la niña para perder el mundo e imaginar; a estarse inmóvil un instante la pompa, para detener ese viaje que acabaría con ella.
Cuando la niña estaba deseando que la tarde se hiciera eterna el techo se acercó mucho a la pompa y quiso aplastarla; Clara cerró los ojos y contempló la posibilidad de dejarlos así para siempre, para evitar la ruptura, para quedarse para siempre junto a esa pompa de jabón que era en ese instante el diseño perfecto de la felicidad. Lo intentó, estuvo un buen rato con los ojos cerrados; hasta que no pudo más y los abrió. La pompa amarillenta se fue acercando al techo lentamente hasta que con un simple ‘plop’ desapareció. ‘Plop’ repitió Clara mientras secaba sus ojos bañados de lágrimas.