Cuantos años duro la guerra de los juchitecos y los tehuanos
ChikixAngie9La vida personal del general más conocido de la historia de México es también parte de la biografía de un país. El Porfiriato (1876-1911) es el único periodo nacional que lleva el nombre de un solo hombre. Odiado y alabado con igual pasión, a casi 100 años de su renuncia y exilio su contradictorio legado aún delinea a una nación. En sus últimos meses de vida, estando exiliado en París, a DonPorfirio le daba por recordar Oaxaca. Era una remembranza casi monotemática. Probablemente se acordaba del Mesón de la Soledad, que fue testigo de sus primeros años de vida y donde vio la luz el 15 de septiembre de 1830, horas antes de que la capital oaxaqueña celebrara 20 años del inicio de la guerra de Independencia. Por eso, después le fue tan sencillo mover un día la conmemoración del grito (del 16 al 15) para hacerlo coincidir con su cumpleaños. José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, de niño lo apodaban “El Chato”, ya más grande, lo llamaron despectivamente “El Llorón de Icamole” por la derrota del 10 de marzo de 1876 en Icamole, Nuevo León, en contra de Mariano Escobedo, fue sexto hijo de José Faustino Díaz y Petrona Mori, padre criollo y madre indígena, pasó su infancia en el Mesón, al que llegaban viajeros de todos los rincones del país y a los que Don José y Doña Petrona atendían. Así, los primeros años del pequeño Porfirio pasaron con cierta comodidad económica. Nunca de cuna tan humilde como Benito Juárez (1806-1872) ni tan acomodada comoFrancisco I. Madero (1873-1913), personajes que enmarcaron el comienzo y el fin de sus más de 30 años en Palacio Nacional. Sin embargo con la temprana muerte de su padre, la situación económica de la familia Díaz Alori empeoró de manera significativa.Como era el mayor de los varones, Porfirio se convirtió en el hombre de la casa. Cuando tenía 13 años entró al Seminario Tridentino para estudiar el bachillerato. En Oaxaca, así como en otras ciudades, la educación todavía estaba en manos de la Iglesia, que seguía siendo una institución con poder en todos los ámbitos sociales, y Porfirio tenía un enorme lazo con ella. El primo de su padre y sacerdote, José Agustín Díaz (que llegaría a ser obispo), era su padrino y tutor. Por eso, el joven Díaz pasó los cinco años correspondientes al bachillerato en el seminario, y consideró la posibilidad de ordenarse sacerdote. Debido a sus contactos en el clero, el sacerdocio era una forma segura de progresar social y económicamente. Además, aunque mostraba una personalidad fuerte y decidida, estaba claro que lo espiritual no le era ajeno y que también le atraía , -aunque después pareciera lo contrario-. A los 18 se hacía cargo del sustento económico familiar. Tenía muchas habilidades y una extraordinaria facilidad para los ejercicios físicos y las manualidades. Trabajó como armero, zapatero y carpintero; pero fue su labor como maestro particular de latín lo que cambió el curso de su vida. Porfirio había aprendido esa lengua durante su estadía en el seminario, y Marcos Pérez, un reconocido liberal, lo contrató para que fuera a su casa e instruyera a su hijo. Poco a poco, el futuro general se hizo amigo de Don Marcos, quien era masón y maestro del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, famoso por ser semillero de ‘herejes’. En aquellos días, el director del Instituto era nada menos que Benito Pablo Juárez García. Porfirio, todavía seminarista, pronto conoció las obras de los clásicos, las ideas liberales y el derecho; también comenzó a asistir a las reuniones de intelectuales y masónicas a las que Don Marcos lo invitaba. Ahí inició su relación con el futuro presidente Juárez y no pasó demasiado tiempo para que se decidiera a dejar la carrera eclesiástica y tomara la de Leyes en el Instituto. El cambio significó alejarse de la Iglesia y romper con su tutor y padrino, quien para entonces era obispo de la diócesis de Oaxaca. En ese ambiente -y ya con una clara influencia juarista-, Díaz Mori se definía como liberal. Solía acudir a casa del gobernador Antonio de León, donde se realizaban las reuniones de la logia masónica en las que estaban también presentes Marcos Pérez y Benito Juárez.Es revelador saber que el gran patriarca mexicano, el héroe de la nación, alcanzó el máximo grado masónico, el 33. Pero su vocación bélica poco tuvo que ver con la masonería. En 1846, cuando todavía estaba en el seminario, formó parte de un batallón voluntario organizado en el colegio para reforzar a la Guardia Nacional ante la invasión de Estados Unidos. Al final no combatieron, pero le sirvió para recibir sus primeras nociones militares. Porfirio terminó sus estudios de derecho, pero antes de que pudiera recibirse se le atravesaron las armas y nunca más las dejaría: comenzó a defender el Plan de Ayutla, que advertía sobre los peligros de que el poder recayera de manera tan absoluta en un solo hombre. Díaz combatió en el frente hasta que Antonio López de Santa Anna fue expatriado.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, de niño lo apodaban “El Chato”, ya más grande, lo llamaron despectivamente “El Llorón de Icamole” por la derrota del 10 de marzo de 1876 en Icamole, Nuevo León, en contra de Mariano Escobedo, fue sexto hijo de José Faustino Díaz y Petrona Mori, padre criollo y madre indígena, pasó su infancia en el Mesón, al que llegaban viajeros de todos los rincones del país y a los que Don José y Doña Petrona atendían. Así, los primeros años del pequeño Porfirio pasaron con cierta comodidad económica. Nunca de cuna tan humilde como Benito Juárez (1806-1872) ni tan acomodada comoFrancisco I. Madero (1873-1913), personajes que enmarcaron el comienzo y el fin de sus más de 30 años en Palacio Nacional. Sin embargo con la temprana muerte de su padre, la situación económica de la familia Díaz Alori empeoró de manera significativa.Como era el mayor de los varones, Porfirio se convirtió en el hombre de la casa. Cuando tenía 13 años entró al Seminario Tridentino para estudiar el bachillerato. En Oaxaca, así como en otras ciudades, la educación todavía estaba en manos de la Iglesia, que seguía siendo una institución con poder en todos los ámbitos sociales, y Porfirio tenía un enorme lazo con ella. El primo de su padre y sacerdote, José Agustín Díaz (que llegaría a ser obispo), era su padrino y tutor. Por eso, el joven Díaz pasó los cinco años correspondientes al bachillerato en el seminario, y consideró la posibilidad de ordenarse sacerdote. Debido a sus contactos en el clero, el sacerdocio era una forma segura de progresar social y económicamente. Además, aunque mostraba una personalidad fuerte y decidida, estaba claro que lo espiritual no le era ajeno y que también le atraía , -aunque después pareciera lo contrario-.
A los 18 se hacía cargo del sustento económico familiar. Tenía muchas habilidades y una extraordinaria facilidad para los ejercicios físicos y las manualidades. Trabajó como armero, zapatero y carpintero; pero fue su labor como maestro particular de latín lo que cambió el curso de su vida. Porfirio había aprendido esa lengua durante su estadía en el seminario, y Marcos Pérez, un reconocido liberal, lo contrató para que fuera a su casa e instruyera a su hijo.
Poco a poco, el futuro general se hizo amigo de Don Marcos, quien era masón y maestro del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, famoso por ser semillero de ‘herejes’. En aquellos días, el director del Instituto era nada menos que Benito Pablo Juárez García. Porfirio, todavía seminarista, pronto conoció las obras de los clásicos, las ideas liberales y el derecho; también comenzó a asistir a las reuniones de intelectuales y masónicas a las que Don Marcos lo invitaba. Ahí inició su relación con el futuro presidente Juárez y no pasó demasiado tiempo para que se decidiera a dejar la carrera eclesiástica y tomara la de Leyes en el Instituto. El cambio significó alejarse de la Iglesia y romper con su tutor y padrino, quien para entonces era obispo de la diócesis de Oaxaca. En ese ambiente -y ya con una clara influencia juarista-, Díaz Mori se definía como liberal. Solía acudir a casa del gobernador Antonio de León, donde se realizaban las reuniones de la logia masónica en las que estaban también presentes Marcos Pérez y Benito Juárez.Es revelador saber que el gran patriarca mexicano, el héroe de la nación, alcanzó el máximo grado masónico, el 33. Pero su vocación bélica poco tuvo que ver con la masonería. En 1846, cuando todavía estaba en el seminario, formó parte de un batallón voluntario organizado en el colegio para reforzar a la Guardia Nacional ante la invasión de Estados Unidos. Al final no combatieron, pero le sirvió para recibir sus primeras nociones militares. Porfirio terminó sus estudios de derecho, pero antes de que pudiera recibirse se le atravesaron las armas y nunca más las dejaría: comenzó a defender el Plan de Ayutla, que advertía sobre los peligros de que el poder recayera de manera tan absoluta en un solo hombre. Díaz combatió en el frente hasta que Antonio López de Santa Anna fue expatriado.