Según algunas doctrinas de la ciencia política, un Estado-nación se caracteriza por tener un territorio claramente delimitado, una población relativamente constante (si bien no fija), y un gobierno.1
El Estado-nación nace, históricamente, mediante el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los Treinta Años (1648). Mediante este tratado se acaba con el antiguo orden feudal y se da paso a organizaciones territoriales y poblacionales definidas en torno a un gobierno que reconoce sus límites espaciales y, por lo tanto, de poder.
Según algunas doctrinas de la ciencia política, un Estado-nación se caracteriza por tener un territorio claramente delimitado, una población relativamente constante (si bien no fija), y un gobierno.1
El Estado-nación nace, históricamente, mediante el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los Treinta Años (1648). Mediante este tratado se acaba con el antiguo orden feudal y se da paso a organizaciones territoriales y poblacionales definidas en torno a un gobierno que reconoce sus límites espaciales y, por lo tanto, de poder.