el fundador de la geología como ciencia fue James Hutton,(imagen) que trabajó en Escocia durante la segunda mitad del siglo XVIII. Sus ideas fueron desarrolladas en el siglo XIX por otros precursores, como los geólogos británicos Charles Lyell y Archibald Geikie.
Sus investigaciones entraron en conflicto con las creencias más establecidas sobre la edad de la Tierra y las fuerzas que la habían modelado. Según la opinión predominante, la historia geológica sólo podía interpretarse como una sucesión de catástrofes, entre ellas, el diluvio universal en tiempos de Noé.
Durante los años 60, las ideas científicas sobre la corteza terrestre cambiaron espectacularmente al confirmarse ciertos vagos conceptos que se habían desarrollado durante los tres últimos siglos.
Desde que en 1620 el filósofo inglés Francis Bacon advirtiera que África y América del Sur parecen dos piezas de un enorme rompecabezas, muchos trabajaron sobre esta idea. El más influyente fue el meteorólogo alemán Alfred Wegener, quien en 1915 propuso la teoría de la «deriva continental», según la cual todos los continentes estuvieron unidos en algún momento del pasado. La idea encontró dos partidarios, durante los años 20 y 30, en el geólogo británico Arthur Holmes y el geólogo sudafricano Alexander du Toit.
La aceptación comenzó en 1960, cuando el geofísico norteamericano Harry Hess comprobó que ciertos descubrimientos hechos por oceanógrafos durante la década anterior se ajustaban perfectamente a la idea de la deriva continental.
Entre estos hallazgos figuraba el hecho de que la cordillera que discurre por el centro del océano Atlántico forma parte de un sistema montañoso que puede observarse en todos los océanos, así como el hallazgo de que la corteza terrestre debajo de los océanos es notablemente delgada.
Hess sugirió que las cordilleras oceánicas estaban situadas sobre corrientes de convección ascendentes en el manto y que el material que afloraba, empujado por estas corrientes, se solidificaba en la superficie para formar nueva corteza; esta nueva corteza, a su vez, se desplazaba lateralmente con respecto a la línea de actividad. Estas ideas indicaban que la corteza en las proximidades de las cordilleras era muy reciente y que sería más antigua cuanto más lejos se encontrara del sistema montañoso. Hess denominó a este concepto «expansión del lecho oceánico».
En 1963, los geólogos británicos Fred J. Vine y Drummond H. Matthews descubrieron que la corteza oceánica a ambos lados de la cordillera atlántica estaba magnetizada en bandas paralelas, presentando cada banda una polaridad opuesta a la de sus vecinas. En 1966, se sabía ya que la polaridad del campo magnético de la Tierra se ha invertido varias veces en el pasado reciente, por lo que se dedujo que cada parte nueva de la corteza, en el momento de su formación, asumía la polaridad magnética reinante en su época.
En 1967, el geofísico norteamericano Hugo Benioff observó que los hipocentros de los terremotos en una región sísmica están localizados sobre un plano inclinado que desciende por el borde del continente. El sismólogo japonés Kiyoo Wadati realizó la misma observación, pero el fenómeno recibe solamente el nombre de Benioff.
La «zona de Benioff» representa una zona antigua de la corteza en proceso de sumergirse en el manto terrestre y ser destruida. En esos puntos, el material fundido de la corteza se abre paso hacia la superficie y forma volcanes.
Todos estos fenómenos se combinaron en un único concepto a fines de los años 60. La superficie de la Tierra consiste en varias placas, cada una de las cuales se crea continuamente a lo largo de una cordillera oceánica y se destruye continuamente en una zona de Benioff. El término «placa» fue acuñado por el geólogo norteamericano W. Jason Morgan y, en la actualidad, el concepto en su totalidad recibe el nombre de «tectónica de placas».
La litosfera no es una capa continua y uniforme, sino que está dividida en grandes fragmentos o placas litosféricas. Estos fragmentos tienen cierta independencia unos de otros y se desplazan flotando sobre la astenosfera, en forma similar a como lo hacen los grandes bloques de hielo que flotan sobre el agua. Cada una de las placas está totalmente rodeada de otras, y sus formas y tamaños son variados e irregulares.
Existen ocho grandes placas litosféricas: la Pacífica, la Europa-africana, la Antártica, la Asiática, la Norteamericana, la Sudamericana, la Indoaustraliana y la de Nazca, y algunas placas menores, como la del Caribe, la Filipina, la de Cocos y la Arábiga.
el fundador de la geología como ciencia fue James Hutton,(imagen) que trabajó en Escocia durante la segunda mitad del siglo XVIII. Sus ideas fueron desarrolladas en el siglo XIX por otros precursores, como los geólogos británicos Charles Lyell y Archibald Geikie.
Sus investigaciones entraron en conflicto con las creencias más establecidas sobre la edad de la Tierra y las fuerzas que la habían modelado. Según la opinión predominante, la historia geológica sólo podía interpretarse como una sucesión de catástrofes, entre ellas, el diluvio universal en tiempos de Noé.
Durante los años 60, las ideas científicas sobre la corteza terrestre cambiaron espectacularmente al confirmarse ciertos vagos conceptos que se habían desarrollado durante los tres últimos siglos.
Desde que en 1620 el filósofo inglés Francis Bacon advirtiera que África y América del Sur parecen dos piezas de un enorme rompecabezas, muchos trabajaron sobre esta idea. El más influyente fue el meteorólogo alemán Alfred Wegener, quien en 1915 propuso la teoría de la «deriva continental», según la cual todos los continentes estuvieron unidos en algún momento del pasado. La idea encontró dos partidarios, durante los años 20 y 30, en el geólogo británico Arthur Holmes y el geólogo sudafricano Alexander du Toit.
La aceptación comenzó en 1960, cuando el geofísico norteamericano Harry Hess comprobó que ciertos descubrimientos hechos por oceanógrafos durante la década anterior se ajustaban perfectamente a la idea de la deriva continental.
Entre estos hallazgos figuraba el hecho de que la cordillera que discurre por el centro del océano Atlántico forma parte de un sistema montañoso que puede observarse en todos los océanos, así como el hallazgo de que la corteza terrestre debajo de los océanos es notablemente delgada.
Hess sugirió que las cordilleras oceánicas estaban situadas sobre corrientes de convección ascendentes en el manto y que el material que afloraba, empujado por estas corrientes, se solidificaba en la superficie para formar nueva corteza; esta nueva corteza, a su vez, se desplazaba lateralmente con respecto a la línea de actividad. Estas ideas indicaban que la corteza en las proximidades de las cordilleras era muy reciente y que sería más antigua cuanto más lejos se encontrara del sistema montañoso. Hess denominó a este concepto «expansión del lecho oceánico».
En 1963, los geólogos británicos Fred J. Vine y Drummond H. Matthews descubrieron que la corteza oceánica a ambos lados de la cordillera atlántica estaba magnetizada en bandas paralelas, presentando cada banda una polaridad opuesta a la de sus vecinas. En 1966, se sabía ya que la polaridad del campo magnético de la Tierra se ha invertido varias veces en el pasado reciente, por lo que se dedujo que cada parte nueva de la corteza, en el momento de su formación, asumía la polaridad magnética reinante en su época.
En 1967, el geofísico norteamericano Hugo Benioff observó que los hipocentros de los terremotos en una región sísmica están localizados sobre un plano inclinado que desciende por el borde del continente. El sismólogo japonés Kiyoo Wadati realizó la misma observación, pero el fenómeno recibe solamente el nombre de Benioff.
La «zona de Benioff» representa una zona antigua de la corteza en proceso de sumergirse en el manto terrestre y ser destruida. En esos puntos, el material fundido de la corteza se abre paso hacia la superficie y forma volcanes.
Todos estos fenómenos se combinaron en un único concepto a fines de los años 60. La superficie de la Tierra consiste en varias placas, cada una de las cuales se crea continuamente a lo largo de una cordillera oceánica y se destruye continuamente en una zona de Benioff. El término «placa» fue acuñado por el geólogo norteamericano W. Jason Morgan y, en la actualidad, el concepto en su totalidad recibe el nombre de «tectónica de placas».
La litosfera no es una capa continua y uniforme, sino que está dividida en grandes fragmentos o placas litosféricas. Estos fragmentos tienen cierta independencia unos de otros y se desplazan flotando sobre la astenosfera, en forma similar a como lo hacen los grandes bloques de hielo que flotan sobre el agua. Cada una de las placas está totalmente rodeada de otras, y sus formas y tamaños son variados e irregulares.
Existen ocho grandes placas litosféricas: la Pacífica, la Europa-africana, la Antártica, la Asiática, la Norteamericana, la Sudamericana, la Indoaustraliana y la de Nazca, y algunas placas menores, como la del Caribe, la Filipina, la de Cocos y la Arábiga.
1 Placa norteamericana 2 Placa pacífica 3 Placa de Nazca 4 Placa sudamericana 5 Placa africana 6 Placa arábiga 7 Placa eurasiática 8 Placa antártica 9 Placaindo australiana____Convergente______ Divergente