Muchos activistas de derechos humanos son laicos y ven a la religión como un problema, en vez de como una aliada. Aunque es cierto que la religión frecuentemente presenta importantes desafíos, también le ofrece al movimiento de los derechos humanos una esperanza de renovación, así como más legitimidad e impacto.
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Muchos activistas de derechos humanos son laicos y ven a la religión como un problema, en vez de como una aliada. Aunque es cierto que la religión frecuentemente presenta importantes desafíos, también le ofrece al movimiento de los derechos humanos una esperanza de renovación, así como más legitimidad e impacto.