Si un Estado, soberano, autónomo y con autodeterminación pierde estas cualidades y se le transfiere su capacidad potestativa a otro Estado, básicamente nos estamos refiriendo a que, en términos sencillos, una persona libre se está sometiendo a los deseos de otra que toma las decisiones por ella.
Los aspectos negativos no son pocos, son totales. Perdida de decisión, manejo de recursos, organización propia e incluso puede haber una invasión cultural por parte del país dueño hacia los locales.
Antes de abordar el tema central de este trabajo es fundamental precisar que se entiende por liberalismo. Este es un ejercicio esencial, no una prescindible elucubración erudita, ya que del alcance y del significado que se dé a ese vocablo dependen de manera directa los dos restantes elementos que componen el título de este artículo: los derechos individuales a proteger y el alcance de las garantías jurisdiccionales que se les ofrece. Por añadidura, la precisión de los contornos del término liberal es también relevante porque, a lo largo del último siglo y medio, el significado tradicional de la palabra ha sufrido múltiples modificaciones, en algunos casos una auténtica lobotomía intelectual, que han llegado a desnaturalizar su contenido y, por tanto, sus consecuencias políticas. En EE.UU. y en otros lugares, liberal se identifica o se asocia a una extensión de los poderes del Estado, en una manifestación clásica de la célebre perversión del lenguaje descrita por Orwell en 1984.
Si un Estado, soberano, autónomo y con autodeterminación pierde estas cualidades y se le transfiere su capacidad potestativa a otro Estado, básicamente nos estamos refiriendo a que, en términos sencillos, una persona libre se está sometiendo a los deseos de otra que toma las decisiones por ella.
Los aspectos negativos no son pocos, son totales. Perdida de decisión, manejo de recursos, organización propia e incluso puede haber una invasión cultural por parte del país dueño hacia los locales.
Antes de abordar el tema central de este trabajo es fundamental precisar que se entiende por liberalismo. Este es un ejercicio esencial, no una prescindible elucubración erudita, ya que del alcance y del significado que se dé a ese vocablo dependen de manera directa los dos restantes elementos que componen el título de este artículo: los derechos individuales a proteger y el alcance de las garantías jurisdiccionales que se les ofrece. Por añadidura, la precisión de los contornos del término liberal es también relevante porque, a lo largo del último siglo y medio, el significado tradicional de la palabra ha sufrido múltiples modificaciones, en algunos casos una auténtica lobotomía intelectual, que han llegado a desnaturalizar su contenido y, por tanto, sus consecuencias políticas. En EE.UU. y en otros lugares, liberal se identifica o se asocia a una extensión de los poderes del Estado, en una manifestación clásica de la célebre perversión del lenguaje descrita por Orwell en 1984.