La huelga en el Frigorífico Lisandro de la Torre desgastaría al gobierno y mostraría la dificultad de construir un sistema político estable desconociendo la realidad mayoritaria del peronismo.
El 9 de enero de 1959 los diarios anunciaban el viaje del presidente Arturo Frondizi a Estados Unidos el 18 de ese mes, con el programa de agasajos y actividades previstas. Frondizi había ganado las elecciones del 28 de febrero del ‘58a la cabeza de la lista de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), derrotando a la fórmula de la UCRP encabezada por Ricardo Balbín. Un año antes se había suscripto en Caracas el pacto Perón-Frondizi, rubricado por John William Cooke y Rogelio Frigerio, que orientó los votos del peronismo hacia el candidato de la UCRI, respaldado también por el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda. El 1º de mayo del ‘59 Frondizi asume la presidencia y cuenta con la totalidad de los distritos provinciales, mayoría en el Senado y quórum propio en Diputados. Sin embargo, es un presidente débil, condicionado por las Fuerzas Armadas cuyos jefes le marcan el paso y con una legitimidad cuestionada por la proscripción del peronismo. Sobre sus hombros pesan los puntos del acuerdo que le ha permitido el triunfo. Ellos incluían la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la revisión de las políticas instrumentadas desde el golpe del ‘55 y un plan de ocupación plena y de estímulo a la producción nacional. Además del compromiso de levantar la proscripción del peronismo y las inhabilitaciones gremiales impuestas por la Revolución Libertadora, y el restablecimiento de la Ley de Asociaciones Profesionales.
Ya en noviembre, Frondizi afronta un panorama gremial altamente conflictivo. Primero, una prolongada huelga petrolera que expresaba la disconformidad frente a la política de alentar contratos con empresas extranjeras. Al poco tiempo la huelga ferroviaria, que fue reprimida aplicando el llamado Plan Conintes (“conmoción interna de Estado”), con la participación de efectivos militares. El 10 se decreta el estado de sitio y Frigerio presenta su dimisión, la que es rechazada horas más tarde. Una semana después, renuncia el vicepresidente, Alejandro Gómez, en desacuerdo con el curso de las políticas y medidas implementadas. Del desarrollismo inicial, se fue hacia medidas más cercanas al liberalismo, de apertura y fomento de las inversiones extranjeras. El objetivo de la política petrolera era lograr el autoabastecimiento a través de la inversión extranjera en capitales y tecnologías, pero significaba un giro radical con lo sostenido por Frondizi en su obra Petróleo y Polí- tica, en la que defendía la nacionalización de los yacimientos y el monopolio estatal en la exploración, explotación y comercialización de los hidrocarburos.
El gobierno de la UCRI había otorgado un aumento general de salarios del 60%; fueron derogados el decreto 4.161 de inhabilitaciones y proscripciones y la Ley de Residencia 4.144, entre otra serie de acciones favorables al sindicalismo y a los trabajadores. Sin embargo, las medidas tuvieron un efecto limitado ya que no se levantó la proscripción sobre Perón y se mantuvieron las inhibiciones sobre otros políticos justicialistas. Además, la derogación de los decretos que imponían restricciones sobre la actividad política no significaba la restitución de la personería jurídica de los sindicatos. Todos estos hechos fueron generando un profundo rechazo desde el peronismo de base, el mismo que cubrió el Frigorífico Lisandro de la Torre con banderas en las que rezaba la consigna “¡Patria Sí, Colonia No!”. El miércoles 14 de enero más de nueve mil obreros del Frigorífico Nacional reunidos en asamblea, resolvían la toma de la empresa estatal para impedir su privatización, anunciada por el Gobierno y presentada como proyecto de ley en el Congreso. Esta medida, según los líderes sindicales, ponía fin al acuerdo Perón-Frondizi sobre defensa de la producción nacional. En la calle, más de 30 mil personas apoyan a los huelguistas; las fábricas e inclusive el comercio minorista de Mataderos, Villa Lugano, Villa Luro y Liniers cerraron sus puertas en adhesión a los trabajadores en huelga.
Tres días después, a las 4 de la mañana llegaron cuatro tanques pesados Sherman y más de 1.500 efectivos de Gendarmería y Policía Federal para cumplir la orden de desalojar a los manifestantes. Por los altavoces se escuchaba el llamado de los huelguistas: “No hagan fuego, los obreros también somos de carne y hueso, los tanques deben emplearse para cuidar los intereses de la patria”. Las fuerzas de seguridad avanzaron y se encontraron con un obstáculo imprevisto: los 5.000 vacunos que debían impedir la entrada son soltados cuando ya los uniformados habían ocupado posiciones en el interior y, a tiros, lograron encerrarlos nuevamente en los corralones.
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La huelga en el Frigorífico Lisandro de la Torre desgastaría al gobierno y mostraría la dificultad de construir un sistema político estable desconociendo la realidad mayoritaria del peronismo.
El 9 de enero de 1959 los diarios anunciaban el viaje del presidente Arturo Frondizi a Estados Unidos el 18 de ese mes, con el programa de agasajos y actividades previstas. Frondizi había ganado las elecciones del 28 de febrero del ‘58a la cabeza de la lista de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), derrotando a la fórmula de la UCRP encabezada por Ricardo Balbín. Un año antes se había suscripto en Caracas el pacto Perón-Frondizi, rubricado por John William Cooke y Rogelio Frigerio, que orientó los votos del peronismo hacia el candidato de la UCRI, respaldado también por el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda. El 1º de mayo del ‘59 Frondizi asume la presidencia y cuenta con la totalidad de los distritos provinciales, mayoría en el Senado y quórum propio en Diputados. Sin embargo, es un presidente débil, condicionado por las Fuerzas Armadas cuyos jefes le marcan el paso y con una legitimidad cuestionada por la proscripción del peronismo. Sobre sus hombros pesan los puntos del acuerdo que le ha permitido el triunfo. Ellos incluían la nacionalización de la banca y el comercio exterior, la revisión de las políticas instrumentadas desde el golpe del ‘55 y un plan de ocupación plena y de estímulo a la producción nacional. Además del compromiso de levantar la proscripción del peronismo y las inhabilitaciones gremiales impuestas por la Revolución Libertadora, y el restablecimiento de la Ley de Asociaciones Profesionales.
Ya en noviembre, Frondizi afronta un panorama gremial altamente conflictivo. Primero, una prolongada huelga petrolera que expresaba la disconformidad frente a la política de alentar contratos con empresas extranjeras. Al poco tiempo la huelga ferroviaria, que fue reprimida aplicando el llamado Plan Conintes (“conmoción interna de Estado”), con la participación de efectivos militares. El 10 se decreta el estado de sitio y Frigerio presenta su dimisión, la que es rechazada horas más tarde. Una semana después, renuncia el vicepresidente, Alejandro Gómez, en desacuerdo con el curso de las políticas y medidas implementadas. Del desarrollismo inicial, se fue hacia medidas más cercanas al liberalismo, de apertura y fomento de las inversiones extranjeras. El objetivo de la política petrolera era lograr el autoabastecimiento a través de la inversión extranjera en capitales y tecnologías, pero significaba un giro radical con lo sostenido por Frondizi en su obra Petróleo y Polí- tica, en la que defendía la nacionalización de los yacimientos y el monopolio estatal en la exploración, explotación y comercialización de los hidrocarburos.
El gobierno de la UCRI había otorgado un aumento general de salarios del 60%; fueron derogados el decreto 4.161 de inhabilitaciones y proscripciones y la Ley de Residencia 4.144, entre otra serie de acciones favorables al sindicalismo y a los trabajadores. Sin embargo, las medidas tuvieron un efecto limitado ya que no se levantó la proscripción sobre Perón y se mantuvieron las inhibiciones sobre otros políticos justicialistas. Además, la derogación de los decretos que imponían restricciones sobre la actividad política no significaba la restitución de la personería jurídica de los sindicatos. Todos estos hechos fueron generando un profundo rechazo desde el peronismo de base, el mismo que cubrió el Frigorífico Lisandro de la Torre con banderas en las que rezaba la consigna “¡Patria Sí, Colonia No!”. El miércoles 14 de enero más de nueve mil obreros del Frigorífico Nacional reunidos en asamblea, resolvían la toma de la empresa estatal para impedir su privatización, anunciada por el Gobierno y presentada como proyecto de ley en el Congreso. Esta medida, según los líderes sindicales, ponía fin al acuerdo Perón-Frondizi sobre defensa de la producción nacional. En la calle, más de 30 mil personas apoyan a los huelguistas; las fábricas e inclusive el comercio minorista de Mataderos, Villa Lugano, Villa Luro y Liniers cerraron sus puertas en adhesión a los trabajadores en huelga.
Tres días después, a las 4 de la mañana llegaron cuatro tanques pesados Sherman y más de 1.500 efectivos de Gendarmería y Policía Federal para cumplir la orden de desalojar a los manifestantes. Por los altavoces se escuchaba el llamado de los huelguistas: “No hagan fuego, los obreros también somos de carne y hueso, los tanques deben emplearse para cuidar los intereses de la patria”. Las fuerzas de seguridad avanzaron y se encontraron con un obstáculo imprevisto: los 5.000 vacunos que debían impedir la entrada son soltados cuando ya los uniformados habían ocupado posiciones en el interior y, a tiros, lograron encerrarlos nuevamente en los corralones.