La militarización sirve también para garantizar el lucro de grandes transnacionales. Además de beneficiar a empresas de armamentos, que tuvieron un crecimiento del 60% en sus ventas de 2000 a 2004, la “industria de la guerra” mueve cerca de 100 mil millones de dólares por año en proyectos de infraestructura, asistencia técnica, consultoría, entrenamiento, planificación estratégica, análisis operacional, logística y servicios de seguridad, vigilancia e inteligencia. El proceso de privatización de los servicios militares se ha intensificado en las últimas décadas. Desde 1994, el Departamento de Defensa de EE. UU. ha firmado más de 3.000 contratos con empresas de guerra, que sobrepasan el valor de US$ 300 mil millones.
Estados Unidos mantienen bases militares (725 bases oficiales y otras secretas) en todos los continentes, con excepción de la Antártica. Ese aparato es fundamental para la industria en aquel país, que suministra desde armamentos hasta ropas, comida y los más variados servicios para los soldados. Por ejemplo, con el inicio de la guerra en Irak se encomendaron 273 mil frascos de protector solar de una empresa en Florida llamada Sun Fun Products (Productos Solares Divertidos).
Existen cerca de 500 mil soldados, espías, técnicos, profesores y asesores a servicio del Pentágono y de la CIA trabajando para Estados Unidos en otros países. En abril de 2006, el gobierno estadounidense reforzó la actuación de las tropas de elite del Comando de Operaciones Especiales (cuya sigla en inglés es Socom) en cerca de 20 países en Oriente Medio, África y América Latina. El número de funcionarios de este departamento subió de 40 mil a 53 mil. Desde 2003, el presupuesto del Socom aumentó 60% y debe llegar a US$ 8 mil millones en 2007. Según el periódico The Washington Post, estas misiones incluyen recoger informaciones para la planificación de eventuales acciones militares en países donde no hay guerra o conflicto directo.
La militarización sirve también para garantizar el lucro de grandes transnacionales. Además de beneficiar a empresas de armamentos, que tuvieron un crecimiento del 60% en sus ventas de 2000 a 2004, la “industria de la guerra” mueve cerca de 100 mil millones de dólares por año en proyectos de infraestructura, asistencia técnica, consultoría, entrenamiento, planificación estratégica, análisis operacional, logística y servicios de seguridad, vigilancia e inteligencia. El proceso de privatización de los servicios militares se ha intensificado en las últimas décadas. Desde 1994, el Departamento de Defensa de EE. UU. ha firmado más de 3.000 contratos con empresas de guerra, que sobrepasan el valor de US$ 300 mil millones.
Estados Unidos mantienen bases militares (725 bases oficiales y otras secretas) en todos los continentes, con excepción de la Antártica. Ese aparato es fundamental para la industria en aquel país, que suministra desde armamentos hasta ropas, comida y los más variados servicios para los soldados. Por ejemplo, con el inicio de la guerra en Irak se encomendaron 273 mil frascos de protector solar de una empresa en Florida llamada Sun Fun Products (Productos Solares Divertidos).
Existen cerca de 500 mil soldados, espías, técnicos, profesores y asesores a servicio del Pentágono y de la CIA trabajando para Estados Unidos en otros países. En abril de 2006, el gobierno estadounidense reforzó la actuación de las tropas de elite del Comando de Operaciones Especiales (cuya sigla en inglés es Socom) en cerca de 20 países en Oriente Medio, África y América Latina. El número de funcionarios de este departamento subió de 40 mil a 53 mil. Desde 2003, el presupuesto del Socom aumentó 60% y debe llegar a US$ 8 mil millones en 2007. Según el periódico The Washington Post, estas misiones incluyen recoger informaciones para la planificación de eventuales acciones militares en países donde no hay guerra o conflicto directo.