El antropólogo francés Paul Rivet, propuso una Teoría Oceánica, de origen múltiple del hombre americano, según la cual la población americana se llevó a cabo por cuatro oleadas migratorias denominadas de acuerdo a sus lugares de procedencia:
Las oleadas estuvieron separadas por distintos espacios de tiempo, aportando caracteres asiáticos, australianos y melanesio-polinesios.
Elaboró su teoría con múltiples evidencias como: rasgos biofísicos (estatura, color de piel, etc.), datos culturales y datos lingüísticos, tanto de los asiáticos, como de los americanos y polinesios con el objetivo de encontrar correspondencias que le permitieran reconstruir las posibles rutas migratorias que habrían seguido los primeros hombres americanos. Sus críticos sostienen que fueron insuficientes los datos arqueológicos considerados.
Mongoloide
Los primeros en ingresar a América serían los asiáticos, a través del Estrecho de Bering; separados en el tiempo, los diversos grupos aportarían elementos pre-mongólicos y mongólicos propiamente dichos, evolucionando física y culturalmente en forma diferente.
Australianos
En segundo lugar, hicieron su arribo los elementos australianos, demostrado, según Rivet, por grandes similitudes físicas entre los cráneos de los patagones y de los australianos, del predominio del grupo sanguíneo 0 en ambos grupos y del común uso de producciones culturales como la cerámica, los mantos de pieles animales, las chozas circulares de ramas, el uso de troncos ahuecados como canoas, parecidas ceremonias religiosas, etc.
Pero es en el aspecto lingüístico donde Rivet pone mayor énfasis, demostrando que existen analogías entre las lenguas patagónico-fueguinas y las australianas, mencionando vocablos similares para los mismos objetos.
Las latitudes de Australia y la Patagonia difieren notablemente y por lo tanto, la inmigración australiana no pudo arribar directamente, sino que debió hacerlo por el norte o por el sur. Por el norte es poco probable, puesto que no hay huellas de su paso más allá del sur argentino, por lo que sólo resta la vía del sur, es decir la región magallánica. A esta conclusión arribó el portugués Mendes Correia, formulando la hipótesis de que los australianos llegaron a América sorteando el camino antártico.
La distancia entre Australia y el extremo sur de América se acorta si en lugar de navegar el océano en línea recta, se aprovecha un puente formado por las islas de Tasmania, Auckland, Campbell y otras para arribar a la Península Antártica y de ahí a las islas del Cabo de Hornos. Mendes Correia afirmaba que hace unos 8.000 años las condiciones climáticas favorables pudieron haber hecho posible tal recorrido y que la excepcional adaptación de los pueblos magallánicos a aquellas heladas regiones sería testimonio de una prolongada experiencia subantártica.
Melanesio-Malayo-Polinesio
La tercera oleada que arribó a América, según Rivet, aportó el elemento melanesio-malayo-polinesio, extendido en el Nuevo Mundo y que presenta mayores analogías antropológicas, culturales y lingüísticas.
Vale mencionar el tipo dolicocéfalo, común a algunos grupos indígenas americanos y melanesios; el predominio del grupo sanguíneo 0; el uso de armas comunes como el atlatl o propulsor, cerbatanas, mazos, arcos y hondas; la utilización de morteros de madera, redes, mosquiteros; la ejecución de instrumentos musicales como la trompeta de concha, la flauta de caña, el tambor de madera y membrana de cuero; idénticas técnicas de navegación con piraguas dobles, balsas de cañas; la preparación de bebidas alcohólicas con semillas, el cultivo de tubérculos como la batata; la amputación de los dedos en señal de luto, etc.
La posibilidad de contactos entre el mundo americano y el transpacífico se reforzaría con las piezas de cerámica halladas en Valdivia, Ecuador que tienen su similar en las elaboradas por la cultura Jomon (Japón). Además, las fuentes indígenas de Colombia, Ecuador y Perú hablan del arribo de extranjeros a sus costas. Incluso las crónicas incas mencionan la expedición del Inca Tupac Yupanqui a las islas occidentales que llevó al Tahuantinsuyo prisioneros de piel negra, oro y otros objetos que se conservaron en el Cuzco.
Thor Heyerdahl, afirmaba la teoría que los polinesios eran originarios del Nuevo Mundo. Para probar su teoría, se enfrascó en un exitoso viaje de América a la Polinesia en una nave, la Kon-Tiki, construida con materiales propios de los pueblos prehispánicos. Sus conclusiones se basaban en las diferencias notables entre los pueblos polinesios y sus vecinos melanesios, micronésicos, malayos y mongoles, diferencias que eran insignificantes con respecto a los grupos amerindios. Con estos elementos concluyó que los polinesios, diferentes de sus vecinos y culturalmente más afines a los pueblos americanos, necesariamente debieron salir del Nuevo Continente.
Esquimales
Penetrando por Beringia, representando la última oleada
El antropólogo francés Paul Rivet, propuso una Teoría Oceánica, de origen múltiple del hombre americano, según la cual la población americana se llevó a cabo por cuatro oleadas migratorias denominadas de acuerdo a sus lugares de procedencia:
mongoloide australianos melanesio-malayo-polinesio esquimales
Las oleadas estuvieron separadas por distintos espacios de tiempo, aportando caracteres asiáticos, australianos y melanesio-polinesios.
Elaboró su teoría con múltiples evidencias como: rasgos biofísicos (estatura, color de piel, etc.), datos culturales y datos lingüísticos, tanto de los asiáticos, como de los americanos y polinesios con el objetivo de encontrar correspondencias que le permitieran reconstruir las posibles rutas migratorias que habrían seguido los primeros hombres americanos. Sus críticos sostienen que fueron insuficientes los datos arqueológicos considerados.
Mongoloide
Los primeros en ingresar a América serían los asiáticos, a través del Estrecho de Bering; separados en el tiempo, los diversos grupos aportarían elementos pre-mongólicos y mongólicos propiamente dichos, evolucionando física y culturalmente en forma diferente.
Australianos
En segundo lugar, hicieron su arribo los elementos australianos, demostrado, según Rivet, por grandes similitudes físicas entre los cráneos de los patagones y de los australianos, del predominio del grupo sanguíneo 0 en ambos grupos y del común uso de producciones culturales como la cerámica, los mantos de pieles animales, las chozas circulares de ramas, el uso de troncos ahuecados como canoas, parecidas ceremonias religiosas, etc.
Pero es en el aspecto lingüístico donde Rivet pone mayor énfasis, demostrando que existen analogías entre las lenguas patagónico-fueguinas y las australianas, mencionando vocablos similares para los mismos objetos.
Las latitudes de Australia y la Patagonia difieren notablemente y por lo tanto, la inmigración australiana no pudo arribar directamente, sino que debió hacerlo por el norte o por el sur. Por el norte es poco probable, puesto que no hay huellas de su paso más allá del sur argentino, por lo que sólo resta la vía del sur, es decir la región magallánica. A esta conclusión arribó el portugués Mendes Correia, formulando la hipótesis de que los australianos llegaron a América sorteando el camino antártico.
La distancia entre Australia y el extremo sur de América se acorta si en lugar de navegar el océano en línea recta, se aprovecha un puente formado por las islas de Tasmania, Auckland, Campbell y otras para arribar a la Península Antártica y de ahí a las islas del Cabo de Hornos. Mendes Correia afirmaba que hace unos 8.000 años las condiciones climáticas favorables pudieron haber hecho posible tal recorrido y que la excepcional adaptación de los pueblos magallánicos a aquellas heladas regiones sería testimonio de una prolongada experiencia subantártica.
Melanesio-Malayo-Polinesio
La tercera oleada que arribó a América, según Rivet, aportó el elemento melanesio-malayo-polinesio, extendido en el Nuevo Mundo y que presenta mayores analogías antropológicas, culturales y lingüísticas.
Vale mencionar el tipo dolicocéfalo, común a algunos grupos indígenas americanos y melanesios; el predominio del grupo sanguíneo 0; el uso de armas comunes como el atlatl o propulsor, cerbatanas, mazos, arcos y hondas; la utilización de morteros de madera, redes, mosquiteros; la ejecución de instrumentos musicales como la trompeta de concha, la flauta de caña, el tambor de madera y membrana de cuero; idénticas técnicas de navegación con piraguas dobles, balsas de cañas; la preparación de bebidas alcohólicas con semillas, el cultivo de tubérculos como la batata; la amputación de los dedos en señal de luto, etc.
La posibilidad de contactos entre el mundo americano y el transpacífico se reforzaría con las piezas de cerámica halladas en Valdivia, Ecuador que tienen su similar en las elaboradas por la cultura Jomon (Japón). Además, las fuentes indígenas de Colombia, Ecuador y Perú hablan del arribo de extranjeros a sus costas. Incluso las crónicas incas mencionan la expedición del Inca Tupac Yupanqui a las islas occidentales que llevó al Tahuantinsuyo prisioneros de piel negra, oro y otros objetos que se conservaron en el Cuzco.
Thor Heyerdahl, afirmaba la teoría que los polinesios eran originarios del Nuevo Mundo. Para probar su teoría, se enfrascó en un exitoso viaje de América a la Polinesia en una nave, la Kon-Tiki, construida con materiales propios de los pueblos prehispánicos. Sus conclusiones se basaban en las diferencias notables entre los pueblos polinesios y sus vecinos melanesios, micronésicos, malayos y mongoles, diferencias que eran insignificantes con respecto a los grupos amerindios. Con estos elementos concluyó que los polinesios, diferentes de sus vecinos y culturalmente más afines a los pueblos americanos, necesariamente debieron salir del Nuevo Continente.
Esquimales
Penetrando por Beringia, representando la última oleada