Respuesta:
introducción
Los primeros españoles que vinieron al Nuevo Mundo vivían aturdidos por el canto de los
pájaros, se mareaban con la pureza de los olores y agotaron en pocos años una especie
exquisita de perros mudos que los indígenas criaban para comer. Muchos de ellos, y otros
que llegarían después, eran criminales rasos en libertad condicional, que no tenían más
razones para quedarse. Menos razones tendrían muy pronto los nativos para querer que se
quedaran.
nudo
La paradoja es que estos conquistadores nostálgicos, como sus antepasados, nacieron en
un país de puertas cerradas. Los libertadores trataron de abrirlas a los nuevos vientos de
Inglaterra y Francia, a las doctrinas jurídicas y éticas de Bentham, a la educación de
Lancaster, al aprendizaje de las lenguas, a la popularización de las ciencias y las artes, para
borrar los vicios de una España más papista que el papa y todavía escaldada por el acoso
financiero de los judíos y por ochocientos años de ocupación islámica. Los radicales del
siglo XIX, y más tarde la Generación del Centenario, volvieron a proponérselo con políticas
de inmigraciones masivas para enriquecer la cultura del mestizaje, pero unas y otras se
frustraron por un temor casi teológico de los demonios exteriores. Aun hoy estamos lejos de
imaginar cuánto dependemos del vasto mundo que ignoramos.
Explicación: desenlace
La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha
querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las
condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su
órgano maestro. Una educación, desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que
nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una
sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
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Respuesta:
introducción
Los primeros españoles que vinieron al Nuevo Mundo vivían aturdidos por el canto de los
pájaros, se mareaban con la pureza de los olores y agotaron en pocos años una especie
exquisita de perros mudos que los indígenas criaban para comer. Muchos de ellos, y otros
que llegarían después, eran criminales rasos en libertad condicional, que no tenían más
razones para quedarse. Menos razones tendrían muy pronto los nativos para querer que se
quedaran.
nudo
La paradoja es que estos conquistadores nostálgicos, como sus antepasados, nacieron en
un país de puertas cerradas. Los libertadores trataron de abrirlas a los nuevos vientos de
Inglaterra y Francia, a las doctrinas jurídicas y éticas de Bentham, a la educación de
Lancaster, al aprendizaje de las lenguas, a la popularización de las ciencias y las artes, para
borrar los vicios de una España más papista que el papa y todavía escaldada por el acoso
financiero de los judíos y por ochocientos años de ocupación islámica. Los radicales del
siglo XIX, y más tarde la Generación del Centenario, volvieron a proponérselo con políticas
de inmigraciones masivas para enriquecer la cultura del mestizaje, pero unas y otras se
frustraron por un temor casi teológico de los demonios exteriores. Aun hoy estamos lejos de
imaginar cuánto dependemos del vasto mundo que ignoramos.
Explicación: desenlace
La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha
querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las
condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su
órgano maestro. Una educación, desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que
nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una
sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad