La apertura de redes comerciales con el fin de asegurar la afluencia de diversos recursos básicos muy escasos en el Mayab, - área aproximadamente de unos 324,000 kilómetros cuadrados que incluye los estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche; regiones de Tabasco y Chiapas; Repúblicas de Guatemala y Belice, y diversas zonas de Honduras y El Salvador - , puede considerarse una práctica introducida desde los inicios de la ocupación del territorio, por parte de los españoles en el año 1502.
La actividad comercial en el área no ha sido uniforme, sino que variaba según la capacidad de las zonas explotadas y los condicionamientos de tipo geográfico, económico y político de cada región. Características tales como la proximidad, el peso, el volumen, el valor estratégico del producto, etc., se unen a estos rasgos mencionados para hacer que el comercio maya no sea homogéneo.
Pueden establecerse tres niveles de intercambio: Comercio entre comunidades vecinas, en el que el volumen, la calidad y la variedad de los productos fue limitado y de escaso valor estratégico. Transacciones de ámbito regional, que se definen por los intercambios efectuados dentro de una zona ambiental mucho más amplia, o tal vez entre regiones diferentes pero no muy alejadas entre sí. En este sentido la distancia reguló la importancia de cada ruta regional, variando el costo de los artículos, el grado de aprovisionamiento y, en última instancia, el control monopolista de algunos recursos básicos. Las relaciones comerciales a larga distancia se realizaron entre zonas ambientales distanciadas. En ellas la cantidad y la calidad de los productos intercambiados fue netamente superior, y abarcaba tanto bienes complementarios como artículos exóticos o escasos que tenían una gran demanda en la población.
El control de los intercambios estuvo manipulado por personas que no pertenecían a la élite, sino por los propios artesanos especializados o por comerciantes itinerantes que distribuían los productos por las comunidades dentro de un territorio limitado.
Las rutas de intercambio regionales y, sobre todo aquellas que recorrían largas distancias fueron organizadas, mantenidas y, en última instancia, intervenidas y controladas por la élite aristocrática de los grandes centro cívicos. Las relaciones con el exterior fueron un monopolio de la realeza maya y de la clase dirigente.
El sistema de transporte empleado, ante la ausencia de animales de carga, se basó en la tracción humana o en pequeñas embarcaciones que surcaban el límite meridional y oriental de las tierras bajas.
Los productos comerciales variaron según las regiones: manos y metates, jadeíta, obsidiana, pirita, serpentina, albita, diorita, hematites, ámbar, arena volcánica para la manufactura de cerámica, ocote, copal para incienso, plumas de quetzal y de otros pájaros vistosos y una amplia variedad de artículos de carácter perecedero. Productos agrícolas, condimentos, cortezas de árboles para vestidos y pergaminos, especias, pigmentos especiales, calcedonia, sal, miel, cera, cacao, algodón, plumas, maderas, pieles, dientes y garras de jaguar, entre otros. Ciudad (1989)
José Milla en su libro Historia de la América Central, citando a Bernal Díaz; Herrera, Remesal y otros autores se refieren a indios mercaderes, y Gómara, capellán de Cortés, refiriendo la expedición de este caudillo a Honduras, habla de ventas o posadas donde paraban los que iban a las ferias (como lo hacen hasta el día de hoy), la carga sobre las espaldas, pendiente de una correa apoyada en la parte anterior de la cabeza, y llevándola así a grandes distancias.
De acuerdo a Francis Polo Sifontes, en su libro Historia de Guatemala, (p 55), en el período Posclásico (900-1500 d. C.) muestra que en la pirámide social, los comerciantes ocupaban el cuarto lugar después de la nobleza.
Según el economista Víctor Racancoj, existe evidencia histórica, arqueológica y etnográfica de las relaciones comerciales de los mayas precoloniales: la complementariedad y la especialización del trabajo fueron causa para que en el área maya se lograra el desarrollo de un amplio sistema comercial, que rebasó el límite local y avanzó a una esfera de carácter internacional, logrando con esto una constante y fluida comunicación entre los distintos pueblos de Mesoamérica En su opinión, el pueblo maya, lejos de ser autárquico y autosuficiente, fue de una economía abierta, debido a que no producía todos los bienes y servicios necesarios para la satisfacción de las necesidades de la población y, por tal razón, se desarrolló un amplio sistema comercial creándose medios y mecanismos necesarios para realizar las transacciones.
La conquista española, subyugó a la población indígena a trabajar para los españoles, desapareciendo casi por completo la figura del comerciante. El sistema colonial se basó en las encomiendas, en la servidumbre de los indígenas. Su papel no pasó de ser abastecedores de granos y artesanías, de mano de obra para los productos secundarios y de impuestos. La encomienda fue la concesión de indígenas de un pueblo para un español (en encomendero), quien sacaba provecho por medio del tributo en forma de bienes agrícolas, telas, dinero y trabajo directo.
En ese tiempo no se podían abrir nuevos mercados, sin la autorización o licencia del Virrey. Aún después de la independencia, los gobiernos de turno favorecían la adquisición de tierras comunales de los indígenas y campesinos de las áreas rurales del país por parte de capitalistas particulares, para incrementar la producción de tipo comercial, como lo menciona Polo Cifuentes en el libro mencionado con anterioridad.
La apertura de redes comerciales con el fin de asegurar la afluencia de diversos recursos básicos muy escasos en el Mayab, - área aproximadamente de unos 324,000 kilómetros cuadrados que incluye los estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche; regiones de Tabasco y Chiapas; Repúblicas de Guatemala y Belice, y diversas zonas de Honduras y El Salvador - , puede considerarse una práctica introducida desde los inicios de la ocupación del territorio, por parte de los españoles en el año 1502.
La actividad comercial en el área no ha sido uniforme, sino que variaba según la capacidad de las zonas explotadas y los condicionamientos de tipo geográfico, económico y político de cada región. Características tales como la proximidad, el peso, el volumen, el valor estratégico del producto, etc., se unen a estos rasgos mencionados para hacer que el comercio maya no sea homogéneo.
Pueden establecerse tres niveles de intercambio: Comercio entre comunidades vecinas, en el que el volumen, la calidad y la variedad de los productos fue limitado y de escaso valor estratégico. Transacciones de ámbito regional, que se definen por los intercambios efectuados dentro de una zona ambiental mucho más amplia, o tal vez entre regiones diferentes pero no muy alejadas entre sí. En este sentido la distancia reguló la importancia de cada ruta regional, variando el costo de los artículos, el grado de aprovisionamiento y, en última instancia, el control monopolista de algunos recursos básicos. Las relaciones comerciales a larga distancia se realizaron entre zonas ambientales distanciadas. En ellas la cantidad y la calidad de los productos intercambiados fue netamente superior, y abarcaba tanto bienes complementarios como artículos exóticos o escasos que tenían una gran demanda en la población.
El control de los intercambios estuvo manipulado por personas que no pertenecían a la élite, sino por los propios artesanos especializados o por comerciantes itinerantes que distribuían los productos por las comunidades dentro de un territorio limitado.
Las rutas de intercambio regionales y, sobre todo aquellas que recorrían largas distancias fueron organizadas, mantenidas y, en última instancia, intervenidas y controladas por la élite aristocrática de los grandes centro cívicos. Las relaciones con el exterior fueron un monopolio de la realeza maya y de la clase dirigente.
El sistema de transporte empleado, ante la ausencia de animales de carga, se basó en la tracción humana o en pequeñas embarcaciones que surcaban el límite meridional y oriental de las tierras bajas.
Los productos comerciales variaron según las regiones: manos y metates, jadeíta, obsidiana, pirita, serpentina, albita, diorita, hematites, ámbar, arena volcánica para la manufactura de cerámica, ocote, copal para incienso, plumas de quetzal y de otros pájaros vistosos y una amplia variedad de artículos de carácter perecedero. Productos agrícolas, condimentos, cortezas de árboles para vestidos y pergaminos, especias, pigmentos especiales, calcedonia, sal, miel, cera, cacao, algodón, plumas, maderas, pieles, dientes y garras de jaguar, entre otros. Ciudad (1989)
José Milla en su libro Historia de la América Central, citando a Bernal Díaz; Herrera, Remesal y otros autores se refieren a indios mercaderes, y Gómara, capellán de Cortés, refiriendo la expedición de este caudillo a Honduras, habla de ventas o posadas donde paraban los que iban a las ferias (como lo hacen hasta el día de hoy), la carga sobre las espaldas, pendiente de una correa apoyada en la parte anterior de la cabeza, y llevándola así a grandes distancias.
De acuerdo a Francis Polo Sifontes, en su libro Historia de Guatemala, (p 55), en el período Posclásico (900-1500 d. C.) muestra que en la pirámide social, los comerciantes ocupaban el cuarto lugar después de la nobleza.
Según el economista Víctor Racancoj, existe evidencia histórica, arqueológica y etnográfica de las relaciones comerciales de los mayas precoloniales: la complementariedad y la especialización del trabajo fueron causa para que en el área maya se lograra el desarrollo de un amplio sistema comercial, que rebasó el límite local y avanzó a una esfera de carácter internacional, logrando con esto una constante y fluida comunicación entre los distintos pueblos de Mesoamérica En su opinión, el pueblo maya, lejos de ser autárquico y autosuficiente, fue de una economía abierta, debido a que no producía todos los bienes y servicios necesarios para la satisfacción de las necesidades de la población y, por tal razón, se desarrolló un amplio sistema comercial creándose medios y mecanismos necesarios para realizar las transacciones.
La conquista española, subyugó a la población indígena a trabajar para los españoles, desapareciendo casi por completo la figura del comerciante. El sistema colonial se basó en las encomiendas, en la servidumbre de los indígenas. Su papel no pasó de ser abastecedores de granos y artesanías, de mano de obra para los productos secundarios y de impuestos. La encomienda fue la concesión de indígenas de un pueblo para un español (en encomendero), quien sacaba provecho por medio del tributo en forma de bienes agrícolas, telas, dinero y trabajo directo.
En ese tiempo no se podían abrir nuevos mercados, sin la autorización o licencia del Virrey. Aún después de la independencia, los gobiernos de turno favorecían la adquisición de tierras comunales de los indígenas y campesinos de las áreas rurales del país por parte de capitalistas particulares, para incrementar la producción de tipo comercial, como lo menciona Polo Cifuentes en el libro mencionado con anterioridad.