La responsabilidad del ser humano en su relación con la naturaleza es un tema particularmente actual y desafiante a nivel de debate público, que involucra aristas como el desarrollo sustentable, el cambio climático, la justicia ambiental, el trato de los animales y de la naturaleza en general, y así sucesivamente.
Para abordar en profundidad esta temática, se realizó la charla “El ser humano y la naturaleza”, organizada por la Facultad de Filosofía UC y efectuada en el Café Literario Parque Balmaceda. Ante más de 100 asistentes expusieron dos profesores de esa unidad académica: Luca Valera y Francisca Hernández y se contó con la presencia de Gianluca Cuozzo, Profesor Titular de Filosofía y Decano del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Università degli Studi di Torino (Italia).
Luca Valera, académico de la Facultad de Filosofía UC, especialista en temas de ética ambiental, ética aplicada y bioética, explica que la ética ambiental puede ayudar a entender más lo que significa la naturaleza para los seres humanos y cuál es nuestro rol en la naturaleza: “Los desafíos ecológicos que se presentan hoy en día -tales como la sobrepoblación, el cambio climático global o el agotamiento de los recursos- nos llaman a una toma de conciencia mucho más profunda que en el pasado: ¿nuestro destino es de ser simplemente el cáncer del planeta o podemos empezar a vivir más responsablemente, custodiando la "alteridad" (los seres vivos, los animales, la familia humana)? A esta pregunta se puede responder con medidas prácticas solamente si desarrollamos un enfoque ético y filosófico de fondo, es decir, si cambiamos y profundizamos nuestra filosofía de la vida”.
El académico cuenta que la temática de la charla fue bien recibida entre los asistentes, incluso había casi 600 inscritos, y, por razones de espacio, se pudo recibir a 120: “Hicieron muchas preguntas y comentarios, tanto a nivel experiencial como teorético. Se habló de la sobrepoblación y de los problemas de los recursos escasos, de la posibilidad de que un desecho se pueda transformar en una fuente de vida o de energía, de una educación más conforme a una ética ambiental”.
Francisca Hernández, académica de la Facultad de Filosofía UC, en su presentación propuso que la naturaleza puede ser interpretada como una escuela de virtudes, es decir, como una posibilidad pedagógica para moldear nuestro carácter y volvernos mejores personas: “Con ello, no estoy afirmando que todo amante de la naturaleza sea, ipso facto, una persona "buena", sino que aquí yace una ocasión, un camino posible para quien cultive una determinada disposición: una actitud abierta, sensible, receptiva y entusiasta. De esta forma, quien asuma dicha postura y entable un trato respetuoso y cercano con la naturaleza tiene la oportunidad de poner en práctica una serie de virtudes, tales como la prudencia -la que interviene en el ejercicio de cualquier otra virtud-, la templanza, la valentía y la justicia”.
“La naturaleza, según mi interpretación, nos pone en determinadas situaciones que exigen respuestas de nuestra parte, de modo que nos enseña a ser responsables y prudentes, a hacernos cargo de nosotros mismos y a conocer nuestras limitaciones, a moderar nuestros ímpetus, a refrenar nuestros impulsos, a valorar lo realmente importante en la vida. A su vez, las experiencias al aire libre nos enseñan a respetar a los otros entes -minerales, vegetales, animales, humanos-, a velar por su valor propio, al sentimiento del cuidado, especialmente si nos reconocemos parte de la naturaleza. Todo esto redundará en una mayor confianza en nosotros mismos y en la posibilidad de una convivencia armónica, por medio del ejercicio reiterado de la toma de decisiones. Recordemos, pues, que una virtud es un "hábito operativo bueno", una fuerza y excelencia moral que sólo se aprende y adquiere en el hacer”, agrega la profesora.
La responsabilidad del ser humano en su relación con la naturaleza es un tema particularmente actual y desafiante a nivel de debate público, que involucra aristas como el desarrollo sustentable, el cambio climático, la justicia ambiental, el trato de los animales y de la naturaleza en general, y así sucesivamente.
Para abordar en profundidad esta temática, se realizó la charla “El ser humano y la naturaleza”, organizada por la Facultad de Filosofía UC y efectuada en el Café Literario Parque Balmaceda. Ante más de 100 asistentes expusieron dos profesores de esa unidad académica: Luca Valera y Francisca Hernández y se contó con la presencia de Gianluca Cuozzo, Profesor Titular de Filosofía y Decano del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Università degli Studi di Torino (Italia).
Luca Valera, académico de la Facultad de Filosofía UC, especialista en temas de ética ambiental, ética aplicada y bioética, explica que la ética ambiental puede ayudar a entender más lo que significa la naturaleza para los seres humanos y cuál es nuestro rol en la naturaleza: “Los desafíos ecológicos que se presentan hoy en día -tales como la sobrepoblación, el cambio climático global o el agotamiento de los recursos- nos llaman a una toma de conciencia mucho más profunda que en el pasado: ¿nuestro destino es de ser simplemente el cáncer del planeta o podemos empezar a vivir más responsablemente, custodiando la "alteridad" (los seres vivos, los animales, la familia humana)? A esta pregunta se puede responder con medidas prácticas solamente si desarrollamos un enfoque ético y filosófico de fondo, es decir, si cambiamos y profundizamos nuestra filosofía de la vida”.
El académico cuenta que la temática de la charla fue bien recibida entre los asistentes, incluso había casi 600 inscritos, y, por razones de espacio, se pudo recibir a 120: “Hicieron muchas preguntas y comentarios, tanto a nivel experiencial como teorético. Se habló de la sobrepoblación y de los problemas de los recursos escasos, de la posibilidad de que un desecho se pueda transformar en una fuente de vida o de energía, de una educación más conforme a una ética ambiental”.
Francisca Hernández, académica de la Facultad de Filosofía UC, en su presentación propuso que la naturaleza puede ser interpretada como una escuela de virtudes, es decir, como una posibilidad pedagógica para moldear nuestro carácter y volvernos mejores personas: “Con ello, no estoy afirmando que todo amante de la naturaleza sea, ipso facto, una persona "buena", sino que aquí yace una ocasión, un camino posible para quien cultive una determinada disposición: una actitud abierta, sensible, receptiva y entusiasta. De esta forma, quien asuma dicha postura y entable un trato respetuoso y cercano con la naturaleza tiene la oportunidad de poner en práctica una serie de virtudes, tales como la prudencia -la que interviene en el ejercicio de cualquier otra virtud-, la templanza, la valentía y la justicia”.
“La naturaleza, según mi interpretación, nos pone en determinadas situaciones que exigen respuestas de nuestra parte, de modo que nos enseña a ser responsables y prudentes, a hacernos cargo de nosotros mismos y a conocer nuestras limitaciones, a moderar nuestros ímpetus, a refrenar nuestros impulsos, a valorar lo realmente importante en la vida. A su vez, las experiencias al aire libre nos enseñan a respetar a los otros entes -minerales, vegetales, animales, humanos-, a velar por su valor propio, al sentimiento del cuidado, especialmente si nos reconocemos parte de la naturaleza. Todo esto redundará en una mayor confianza en nosotros mismos y en la posibilidad de una convivencia armónica, por medio del ejercicio reiterado de la toma de decisiones. Recordemos, pues, que una virtud es un "hábito operativo bueno", una fuerza y excelencia moral que sólo se aprende y adquiere en el hacer”, agrega la profesora.
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La responsabilidad del ser humano en su relación con la naturaleza es un tema particularmente actual y desafiante a nivel de debate público, que involucra aristas como el desarrollo sustentable, el cambio climático, la justicia ambiental, el trato de los animales y de la naturaleza en general, y así sucesivamente.
Para abordar en profundidad esta temática, se realizó la charla “El ser humano y la naturaleza”, organizada por la Facultad de Filosofía UC y efectuada en el Café Literario Parque Balmaceda. Ante más de 100 asistentes expusieron dos profesores de esa unidad académica: Luca Valera y Francisca Hernández y se contó con la presencia de Gianluca Cuozzo, Profesor Titular de Filosofía y Decano del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Università degli Studi di Torino (Italia).
Luca Valera, académico de la Facultad de Filosofía UC, especialista en temas de ética ambiental, ética aplicada y bioética, explica que la ética ambiental puede ayudar a entender más lo que significa la naturaleza para los seres humanos y cuál es nuestro rol en la naturaleza: “Los desafíos ecológicos que se presentan hoy en día -tales como la sobrepoblación, el cambio climático global o el agotamiento de los recursos- nos llaman a una toma de conciencia mucho más profunda que en el pasado: ¿nuestro destino es de ser simplemente el cáncer del planeta o podemos empezar a vivir más responsablemente, custodiando la "alteridad" (los seres vivos, los animales, la familia humana)? A esta pregunta se puede responder con medidas prácticas solamente si desarrollamos un enfoque ético y filosófico de fondo, es decir, si cambiamos y profundizamos nuestra filosofía de la vida”.
El académico cuenta que la temática de la charla fue bien recibida entre los asistentes, incluso había casi 600 inscritos, y, por razones de espacio, se pudo recibir a 120: “Hicieron muchas preguntas y comentarios, tanto a nivel experiencial como teorético. Se habló de la sobrepoblación y de los problemas de los recursos escasos, de la posibilidad de que un desecho se pueda transformar en una fuente de vida o de energía, de una educación más conforme a una ética ambiental”.
Francisca Hernández, académica de la Facultad de Filosofía UC, en su presentación propuso que la naturaleza puede ser interpretada como una escuela de virtudes, es decir, como una posibilidad pedagógica para moldear nuestro carácter y volvernos mejores personas: “Con ello, no estoy afirmando que todo amante de la naturaleza sea, ipso facto, una persona "buena", sino que aquí yace una ocasión, un camino posible para quien cultive una determinada disposición: una actitud abierta, sensible, receptiva y entusiasta. De esta forma, quien asuma dicha postura y entable un trato respetuoso y cercano con la naturaleza tiene la oportunidad de poner en práctica una serie de virtudes, tales como la prudencia -la que interviene en el ejercicio de cualquier otra virtud-, la templanza, la valentía y la justicia”.
“La naturaleza, según mi interpretación, nos pone en determinadas situaciones que exigen respuestas de nuestra parte, de modo que nos enseña a ser responsables y prudentes, a hacernos cargo de nosotros mismos y a conocer nuestras limitaciones, a moderar nuestros ímpetus, a refrenar nuestros impulsos, a valorar lo realmente importante en la vida. A su vez, las experiencias al aire libre nos enseñan a respetar a los otros entes -minerales, vegetales, animales, humanos-, a velar por su valor propio, al sentimiento del cuidado, especialmente si nos reconocemos parte de la naturaleza. Todo esto redundará en una mayor confianza en nosotros mismos y en la posibilidad de una convivencia armónica, por medio del ejercicio reiterado de la toma de decisiones. Recordemos, pues, que una virtud es un "hábito operativo bueno", una fuerza y excelencia moral que sólo se aprende y adquiere en el hacer”, agrega la profesora.
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La responsabilidad del ser humano en su relación con la naturaleza es un tema particularmente actual y desafiante a nivel de debate público, que involucra aristas como el desarrollo sustentable, el cambio climático, la justicia ambiental, el trato de los animales y de la naturaleza en general, y así sucesivamente.
Para abordar en profundidad esta temática, se realizó la charla “El ser humano y la naturaleza”, organizada por la Facultad de Filosofía UC y efectuada en el Café Literario Parque Balmaceda. Ante más de 100 asistentes expusieron dos profesores de esa unidad académica: Luca Valera y Francisca Hernández y se contó con la presencia de Gianluca Cuozzo, Profesor Titular de Filosofía y Decano del Departamento de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Università degli Studi di Torino (Italia).
Luca Valera, académico de la Facultad de Filosofía UC, especialista en temas de ética ambiental, ética aplicada y bioética, explica que la ética ambiental puede ayudar a entender más lo que significa la naturaleza para los seres humanos y cuál es nuestro rol en la naturaleza: “Los desafíos ecológicos que se presentan hoy en día -tales como la sobrepoblación, el cambio climático global o el agotamiento de los recursos- nos llaman a una toma de conciencia mucho más profunda que en el pasado: ¿nuestro destino es de ser simplemente el cáncer del planeta o podemos empezar a vivir más responsablemente, custodiando la "alteridad" (los seres vivos, los animales, la familia humana)? A esta pregunta se puede responder con medidas prácticas solamente si desarrollamos un enfoque ético y filosófico de fondo, es decir, si cambiamos y profundizamos nuestra filosofía de la vida”.
El académico cuenta que la temática de la charla fue bien recibida entre los asistentes, incluso había casi 600 inscritos, y, por razones de espacio, se pudo recibir a 120: “Hicieron muchas preguntas y comentarios, tanto a nivel experiencial como teorético. Se habló de la sobrepoblación y de los problemas de los recursos escasos, de la posibilidad de que un desecho se pueda transformar en una fuente de vida o de energía, de una educación más conforme a una ética ambiental”.
Francisca Hernández, académica de la Facultad de Filosofía UC, en su presentación propuso que la naturaleza puede ser interpretada como una escuela de virtudes, es decir, como una posibilidad pedagógica para moldear nuestro carácter y volvernos mejores personas: “Con ello, no estoy afirmando que todo amante de la naturaleza sea, ipso facto, una persona "buena", sino que aquí yace una ocasión, un camino posible para quien cultive una determinada disposición: una actitud abierta, sensible, receptiva y entusiasta. De esta forma, quien asuma dicha postura y entable un trato respetuoso y cercano con la naturaleza tiene la oportunidad de poner en práctica una serie de virtudes, tales como la prudencia -la que interviene en el ejercicio de cualquier otra virtud-, la templanza, la valentía y la justicia”.
“La naturaleza, según mi interpretación, nos pone en determinadas situaciones que exigen respuestas de nuestra parte, de modo que nos enseña a ser responsables y prudentes, a hacernos cargo de nosotros mismos y a conocer nuestras limitaciones, a moderar nuestros ímpetus, a refrenar nuestros impulsos, a valorar lo realmente importante en la vida. A su vez, las experiencias al aire libre nos enseñan a respetar a los otros entes -minerales, vegetales, animales, humanos-, a velar por su valor propio, al sentimiento del cuidado, especialmente si nos reconocemos parte de la naturaleza. Todo esto redundará en una mayor confianza en nosotros mismos y en la posibilidad de una convivencia armónica, por medio del ejercicio reiterado de la toma de decisiones. Recordemos, pues, que una virtud es un "hábito operativo bueno", una fuerza y excelencia moral que sólo se aprende y adquiere en el hacer”, agrega la profesora.
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