Su enorme burocracia ineficiente, llamada nomenklatura, que carecía de medios modernos de gestión (telecomunicaciones, informática, dispositivos electrónicos, etc.).
La ineficiente asignación de recursos. En las empresas, los directores eran sometidos a un estrecho control por los jefes de oficina, con objeto de velar por que se ajustaran a una lista excesiva de normas y reglamentos, lo que tuvo varias consecuencias involuntarias. La cuantía de las ayudas concedidas a las empresas en forma de bonos en incentivos se determinaban por el número de trabajadores empleados, lo que condujo a la contratación de grandes cantidades de obreros innecesarios.[14] Las cuotas de producción se fijaban en términos cuantitativos únicamente, lo que dio lugar a la producción de artículos de baja calidad, estos valores estrictamente cuantitativos eran una invitación a alcanzar dichas cuotas mediante impostura: «Puesto que los salarios, bonos y promociones dependían de que se alcanzaran los objetivos fijados por el plan el sistema de planificación central inducía, o más bien, obligaba a falsear los resultados».[15] Además muchas empresas a veces hinchaban sus necesidades en materias primas y requisitos de inversión, con la esperanza de tener suficiente para cumplir o incluso superar los objetivos cuantitativos de producción fijados.
Los presupuestos blandos de los que habla Catherine Verdery[16] fueron un medio más de no garantizar la supervivencia de las empresas más aptas. Cualquier empresa deficitaria recibía fondos para superar el mal momento. E igualmente una gestión ineficiente e irracional como el acaparamiento de recursos innecesarios, el sobreempleo y las inversiones innecesarias prácticamente nunca tenía consecuencias catastróficas ni suponían la desaparición de la empresa afectada, sino que recibía todavía más subsidios para mantenerse a flote. Además, la reducción del factor ahorro trabajo por una mejora en la tecnología que en un sistema capitalista revierte en unos menores precios, en poco podía ayudar a los «beneficios» de los directores y las empresas planificadas, así que no estaban por mejoras de ese tipo.
Respuesta:
Su enorme burocracia ineficiente, llamada nomenklatura, que carecía de medios modernos de gestión (telecomunicaciones, informática, dispositivos electrónicos, etc.).
La ineficiente asignación de recursos. En las empresas, los directores eran sometidos a un estrecho control por los jefes de oficina, con objeto de velar por que se ajustaran a una lista excesiva de normas y reglamentos, lo que tuvo varias consecuencias involuntarias. La cuantía de las ayudas concedidas a las empresas en forma de bonos en incentivos se determinaban por el número de trabajadores empleados, lo que condujo a la contratación de grandes cantidades de obreros innecesarios.[14] Las cuotas de producción se fijaban en términos cuantitativos únicamente, lo que dio lugar a la producción de artículos de baja calidad, estos valores estrictamente cuantitativos eran una invitación a alcanzar dichas cuotas mediante impostura: «Puesto que los salarios, bonos y promociones dependían de que se alcanzaran los objetivos fijados por el plan el sistema de planificación central inducía, o más bien, obligaba a falsear los resultados».[15] Además muchas empresas a veces hinchaban sus necesidades en materias primas y requisitos de inversión, con la esperanza de tener suficiente para cumplir o incluso superar los objetivos cuantitativos de producción fijados.
Los presupuestos blandos de los que habla Catherine Verdery[16] fueron un medio más de no garantizar la supervivencia de las empresas más aptas. Cualquier empresa deficitaria recibía fondos para superar el mal momento. E igualmente una gestión ineficiente e irracional como el acaparamiento de recursos innecesarios, el sobreempleo y las inversiones innecesarias prácticamente nunca tenía consecuencias catastróficas ni suponían la desaparición de la empresa afectada, sino que recibía todavía más subsidios para mantenerse a flote. Además, la reducción del factor ahorro trabajo por una mejora en la tecnología que en un sistema capitalista revierte en unos menores precios, en poco podía ayudar a los «beneficios» de los directores y las empresas planificadas, así que no estaban por mejoras de ese tipo.