Libertad para todo y para todos, menos para el mal y los malhechores. Cuando un pueblo despierta, cada palabra es una esperanza, cada paso una victoria. El patíbulo del malvado es la garantía del hombre de bien” (G.M.)
García Moreno es el personaje central de la vida política ecuatoriana en el siglo XIX, y, acaso, el más interesante y enérgico de nuestra historia. Moreno es un personaje misterioso e interesante, “no es únicamente un periodista combativo; es escritor y pensador, ideólogo, hombre de ideas precisas y claras. Además es hombre de ciencia y literato, pues las ciencias fisicomatemáticas y las bellas letras figuran entre sus ocupaciones predilectas”[1]
Tras veinticinco años de una política pobre, llena de gobiernos liberales sectarios e inútiles, en 1961 en el Ecuador se dicta una nueva constitución y Gabriel García Moreno es elegido presidente interino de la república. A partir de este punto empieza, según José Belmonte una obra formidable, se organiza ahora la hacienda, la enseñanza y el ejército; se establece un Tribunal de cuentas; se reducen las tasas fiscales.
García Moreno derrocha ardor para combatir con energía la especulación, el contrabando y la burocracia, acometiendo asimismo las obras de vialidad del país. Simboliza el freno más resuelto contra el militarismo imperante. Sus pasos giran en torno al establecimiento de un régimen civil, encaminándose a la instauración de un Estado católico.
Libertad para todo y para todos, menos para el mal y los malhechores. Cuando un pueblo despierta, cada palabra es una esperanza, cada paso una victoria. El patíbulo del malvado es la garantía del hombre de bien” (G.M.)
García Moreno es el personaje central de la vida política ecuatoriana en el siglo XIX, y, acaso, el más interesante y enérgico de nuestra historia. Moreno es un personaje misterioso e interesante, “no es únicamente un periodista combativo; es escritor y pensador, ideólogo, hombre de ideas precisas y claras. Además es hombre de ciencia y literato, pues las ciencias fisicomatemáticas y las bellas letras figuran entre sus ocupaciones predilectas”[1]
Tras veinticinco años de una política pobre, llena de gobiernos liberales sectarios e inútiles, en 1961 en el Ecuador se dicta una nueva constitución y Gabriel García Moreno es elegido presidente interino de la república. A partir de este punto empieza, según José Belmonte una obra formidable, se organiza ahora la hacienda, la enseñanza y el ejército; se establece un Tribunal de cuentas; se reducen las tasas fiscales.
García Moreno derrocha ardor para combatir con energía la especulación, el contrabando y la burocracia, acometiendo asimismo las obras de vialidad del país. Simboliza el freno más resuelto contra el militarismo imperante. Sus pasos giran en torno al establecimiento de un régimen civil, encaminándose a la instauración de un Estado católico.