[La historia es la disciplina del] auto-conocimiento humano […] Conocerse a sí mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en este sentido lo que es el hombre.
Estas palabras de Collingwood responden con economía la pregunta para qué se estudia la historia. El estudio de la historia es una indagación sobre el significado de la vida individual y colectiva de los seres humanos en el transcurso del tiempo. Hasta el momento no se ha encontrado otra guía mejor para adentrarse en la complejidad de la existencia humana de este arte, inventado en los albores de la civilización.
Desde tiempos antiguos el historiador se ha pensado un deudor de su grupo social. Conoce el oficio a través de las enseñanzas que recibe de sus profesores. Aprende la arquitectura de su disciplina desmontando y rehaciendo los modelos heredados de sus antepasados. Descubre los secretos del arte por el análisis que hace de las variadas técnicas imaginadas por sus colegas. Sus libros de cabecera son a menudo obras escritas en lenguas ajenas a la suya y nutridas por las culturas más diversas.
Los desafíos que le imponen sus compañeros de generación y la ineludible competencia que padece en nuestros días son los incentivos que lo inducen a superarse. Es decir, desde que elige su vocación hasta que aprende a encauzarla, está rodeado de condicionantes sociales inescapables. De una parte, es un producto social, un resultado de diversas corrientes colectivas; y de otra, un individuo acuciado por el deseo de superar herencias del pasado y de asumir su oficio a partir de los desafíos que le impone su presente.
La costumbre de leer la historia de un país a través de lo que hoy llamamos historia nacional, nos ha hecho olvidar que detrás de la historia escrita por los vencedores permanecen latentes las versiones de los grupos marginados y oprimidos, e incluso la versión de los derrotados. Una respuesta adecuada sobre el sentido y los propósitos de la narración histórica debería incluir las interpretaciones del pasado hechas por los sectores marginados, para así hablar, si no de una imposible historia total, al menos de una plural, más representativa de la diversidad social que constituye a las naciones.
[La historia es la disciplina del] auto-conocimiento humano […] Conocerse a sí mismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en este sentido lo que es el hombre.
Estas palabras de Collingwood responden con economía la pregunta para qué se estudia la historia. El estudio de la historia es una indagación sobre el significado de la vida individual y colectiva de los seres humanos en el transcurso del tiempo. Hasta el momento no se ha encontrado otra guía mejor para adentrarse en la complejidad de la existencia humana de este arte, inventado en los albores de la civilización.
Desde tiempos antiguos el historiador se ha pensado un deudor de su grupo social. Conoce el oficio a través de las enseñanzas que recibe de sus profesores. Aprende la arquitectura de su disciplina desmontando y rehaciendo los modelos heredados de sus antepasados. Descubre los secretos del arte por el análisis que hace de las variadas técnicas imaginadas por sus colegas. Sus libros de cabecera son a menudo obras escritas en lenguas ajenas a la suya y nutridas por las culturas más diversas.
Los desafíos que le imponen sus compañeros de generación y la ineludible competencia que padece en nuestros días son los incentivos que lo inducen a superarse. Es decir, desde que elige su vocación hasta que aprende a encauzarla, está rodeado de condicionantes sociales inescapables. De una parte, es un producto social, un resultado de diversas corrientes colectivas; y de otra, un individuo acuciado por el deseo de superar herencias del pasado y de asumir su oficio a partir de los desafíos que le impone su presente.
La costumbre de leer la historia de un país a través de lo que hoy llamamos historia nacional, nos ha hecho olvidar que detrás de la historia escrita por los vencedores permanecen latentes las versiones de los grupos marginados y oprimidos, e incluso la versión de los derrotados. Una respuesta adecuada sobre el sentido y los propósitos de la narración histórica debería incluir las interpretaciones del pasado hechas por los sectores marginados, para así hablar, si no de una imposible historia total, al menos de una plural, más representativa de la diversidad social que constituye a las naciones.
no se si esto te sirve