Los orígenes de la otra esclavitud, la de los indígenas en América, se ha perdido en el pasado remoto. Se sabe que zapotecas, mayas y aztecas capturaban prisioneros para usarlos en sacrificios humanos, y que los iroqueses emprendían campañas en contra de pueblos vecinos —conocidas como “guerras de luto”— con la intención de vengar y reemplazar a sus muertos. También se sabe que las élites de comunidades indígenas del noroeste del Pacífico cerraban acuerdos de matrimonio con el envío de diferentes artículos a los padres de las futuras esposas, entre ellos esclavos de ambos sexos. Si bien durante milenios distintos pueblos indígenas americanos se sometieron mutuamente a la esclavitud, con el arribo de los europeos estas prácticas —que hasta entonces se había dado en estos contextos culturales específicos— se comercializaron y expandieron de modos imprevistos hasta lo que hoy conocemos como la trata de personas
Los orígenes de la otra esclavitud, la de los indígenas en América, se ha perdido en el pasado remoto. Se sabe que zapotecas, mayas y aztecas capturaban prisioneros para usarlos en sacrificios humanos, y que los iroqueses emprendían campañas en contra de pueblos vecinos —conocidas como “guerras de luto”— con la intención de vengar y reemplazar a sus muertos. También se sabe que las élites de comunidades indígenas del noroeste del Pacífico cerraban acuerdos de matrimonio con el envío de diferentes artículos a los padres de las futuras esposas, entre ellos esclavos de ambos sexos. Si bien durante milenios distintos pueblos indígenas americanos se sometieron mutuamente a la esclavitud, con el arribo de los europeos estas prácticas —que hasta entonces se había dado en estos contextos culturales específicos— se comercializaron y expandieron de modos imprevistos hasta lo que hoy conocemos como la trata de personas