En esta ocasión, más que dedicarme al estudio comparativo sobre las estructuras de las lenguas amerindias y el español, en un contexto de lenguas en contacto, quisiera adentrarme en el tema candente y sumamente actual de la política y planificación lingüísticas que está en el centro de las discusiones políticas y sociales de gran número de países americanos con poblaciones indígenas, y que se refiere al papel del español y el de las lenguas amerindias en los contextos multilingües y multiculturales en estos tiempos de enorme desarrollo de las comunicaciones y de los grandes acuerdos internacionales.
Contamos hoy en día con una rica cantera de estudios de las lenguas amerindias, con informaciones empíricas, observaciones sociolingüísticas, análisis del contexto social, propuestas de política y planificación lingüística que pintan el cuadro comprehensivo de la ecología lingüística americana, el multilingüismo y multiculturalismo y la planificación lingüística. Podemos con relativa facilidad obtener información detallada sobre el mosaico vasto, enormemente rico y sumamente frágil y dramático de las lenguas amerindias ingresando al siglo XXI, así como al papel que desempeña el español en esta realidad, si bien nueva, totalmente predecible desde hace mucho tiempo.
La diversidad lingüística constituye no solamente una amplia gama de sentidos y visiones con que se interpreta el mundo, sino puede ser entendida como una pluralidad de grupos humanos que interactúan en distintos espacios sociales. Desde la constitución de los estados nacionales latinoamericanos se concibieron imaginarios de sociedades monolingües y monoculturales a través del español como única posibilidad lingüística de los diversos proyectos civilizatorios impulsados en todos los países latinoamericanos y cuyo paradigma último era emular a las naciones europeas letradas. Se estableció el papel hegemónico del español, como medio de sistematizar la cultura y con ella, la educación, los espacios públicos reconocidos y las comunicaciones formales. Una de las consecuencias de estos proyectos civilizatorios fue crear dicotomías y se remarcó con fuerza la diferencia “nosotros-ellos”. De esta forma los Estados asumieron su principal rol paternalista de crear e impulsar los proyectos de desarrollo desde su particular punto de vista. El eje idiomático de este paradigma europeo fue el crear sociedades modernas y desarrolladas desde el idioma español. Al gran universo lingüístico de los pueblos originarios del continente, se le colocó en una posición de subalternidad, marginada de los procesos modernos de desarrollo; se aisló a los hablantes de lenguas amerindias en ámbitos de comunicación doméstica o informal, con el estigma de no ser vehículos apropiados para salir de las típicas condiciones de extrema pobreza. Se entendió que para lograr el progreso de los países latinoamericanos era necesario privilegiar el uso del español con el consecuente desprestigio del resto de las lenguas. Pero esta concepción establecida desde los grupos que ostentaban el poder socioeconómico no consiguió permear todas las relaciones culturales de la vida cotidiana, la diversidad lingüística se mantuvo no obstante los esfuerzos realizados por los grupos dominantes. Ciertamente se inició el proceso trágico de pérdida y extinción de los idiomas amerindios que contribuyó de manera inimaginable a la confusión identitaria que ha caracterizado a los países latinoamericanos en los pasados dos siglos
En esta ocasión, más que dedicarme al estudio comparativo sobre las estructuras de las lenguas amerindias y el español, en un contexto de lenguas en contacto, quisiera adentrarme en el tema candente y sumamente actual de la política y planificación lingüísticas que está en el centro de las discusiones políticas y sociales de gran número de países americanos con poblaciones indígenas, y que se refiere al papel del español y el de las lenguas amerindias en los contextos multilingües y multiculturales en estos tiempos de enorme desarrollo de las comunicaciones y de los grandes acuerdos internacionales.
Contamos hoy en día con una rica cantera de estudios de las lenguas amerindias, con informaciones empíricas, observaciones sociolingüísticas, análisis del contexto social, propuestas de política y planificación lingüística que pintan el cuadro comprehensivo de la ecología lingüística americana, el multilingüismo y multiculturalismo y la planificación lingüística. Podemos con relativa facilidad obtener información detallada sobre el mosaico vasto, enormemente rico y sumamente frágil y dramático de las lenguas amerindias ingresando al siglo XXI, así como al papel que desempeña el español en esta realidad, si bien nueva, totalmente predecible desde hace mucho tiempo.
La diversidad lingüística constituye no solamente una amplia gama de sentidos y visiones con que se interpreta el mundo, sino puede ser entendida como una pluralidad de grupos humanos que interactúan en distintos espacios sociales. Desde la constitución de los estados nacionales latinoamericanos se concibieron imaginarios de sociedades monolingües y monoculturales a través del español como única posibilidad lingüística de los diversos proyectos civilizatorios impulsados en todos los países latinoamericanos y cuyo paradigma último era emular a las naciones europeas letradas. Se estableció el papel hegemónico del español, como medio de sistematizar la cultura y con ella, la educación, los espacios públicos reconocidos y las comunicaciones formales. Una de las consecuencias de estos proyectos civilizatorios fue crear dicotomías y se remarcó con fuerza la diferencia “nosotros-ellos”. De esta forma los Estados asumieron su principal rol paternalista de crear e impulsar los proyectos de desarrollo desde su particular punto de vista. El eje idiomático de este paradigma europeo fue el crear sociedades modernas y desarrolladas desde el idioma español. Al gran universo lingüístico de los pueblos originarios del continente, se le colocó en una posición de subalternidad, marginada de los procesos modernos de desarrollo; se aisló a los hablantes de lenguas amerindias en ámbitos de comunicación doméstica o informal, con el estigma de no ser vehículos apropiados para salir de las típicas condiciones de extrema pobreza. Se entendió que para lograr el progreso de los países latinoamericanos era necesario privilegiar el uso del español con el consecuente desprestigio del resto de las lenguas. Pero esta concepción establecida desde los grupos que ostentaban el poder socioeconómico no consiguió permear todas las relaciones culturales de la vida cotidiana, la diversidad lingüística se mantuvo no obstante los esfuerzos realizados por los grupos dominantes. Ciertamente se inició el proceso trágico de pérdida y extinción de los idiomas amerindios que contribuyó de manera inimaginable a la confusión identitaria que ha caracterizado a los países latinoamericanos en los pasados dos siglos
su relación es que en ambas se ubica el latín y un poco de griego