Es preciso recordar que, en la primera parte del poema de Hernández, Martín Fierro, ebrio, insulta a un negro, sostiene con él un duelo a cuchillo y lo mata. Después de ver su agonía, limpia el facón en el pasto, monta despacio su redomón y se va al tranco. En la vuelta, otro moreno se mide con él en una payada y paulatinamente se revela como hermano del primero. El episodio, según Borges, está «como cargado de destino» (El «Martín Fierro», OCC, pp. 542-543): «Mi madre tuvo diez hijos» (Vuelta, 39891), dice al principio el moreno. Cuando habla del canto de la noche agrega: «se oyen rumores inciertos:/ son almas de los que han muerto,/ que nos piden oraciones» (Vuelta, 4166-4168). Tras la derrota, el payador declara explícitamente el motivo que lo ha traído hasta allí (Vuelta, 4379-4468): «[...] todavía andan con vida/ los hermanos del dijunto,/ que recuerdan este asunto/ y aquella muerte no olvidan.// [...] lo que decida el destino/ después lo habrán de saber» (El subrayado es mío). La respuesta de Fierro incluye estos versos: «todos tienen que cumplir/ con la ley de su destino» (Vuelta, 4485-86, el subrayado es mío).
Quienes los rodean evitan la pendencia y no existe en el poema otra alusión a la venganza del Moreno. Siguen los consejos de Fierro a sus hijos y la separación que los lleva a los cuatro rumbos.
Borges retoma la historia en este punto. En El «Martín Fierro» escribirá «podemos imaginar una pelea más allá del poema, en la que el moreno venga la muerte de su hermano» (OCC, p. 556). El Moreno espera a Fierro «una porción» de días después, en la misma pulpería donde antes habían payado, pulpería que está implícita en el trago que bebe el cantor de Hernández y que se vuelve corpórea en el cuento a través de la percepción de Recabarren, el pulpero. Los dos hombres se encuentran con naturalidad, como quien sabe de antemano que el encuentro va a producirse. Conversan. El moreno hasta pregunta cortésmente por los hijos de Fierro -«Espero que los dejó con salud»2- y Fierro ríe de buena gana. El duelo a cuchillo en que se miden culmina en la muerte de Fierro:
Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre
Respuesta:
Es preciso recordar que, en la primera parte del poema de Hernández, Martín Fierro, ebrio, insulta a un negro, sostiene con él un duelo a cuchillo y lo mata. Después de ver su agonía, limpia el facón en el pasto, monta despacio su redomón y se va al tranco. En la vuelta, otro moreno se mide con él en una payada y paulatinamente se revela como hermano del primero. El episodio, según Borges, está «como cargado de destino» (El «Martín Fierro», OCC, pp. 542-543): «Mi madre tuvo diez hijos» (Vuelta, 39891), dice al principio el moreno. Cuando habla del canto de la noche agrega: «se oyen rumores inciertos:/ son almas de los que han muerto,/ que nos piden oraciones» (Vuelta, 4166-4168). Tras la derrota, el payador declara explícitamente el motivo que lo ha traído hasta allí (Vuelta, 4379-4468): «[...] todavía andan con vida/ los hermanos del dijunto,/ que recuerdan este asunto/ y aquella muerte no olvidan.// [...] lo que decida el destino/ después lo habrán de saber» (El subrayado es mío). La respuesta de Fierro incluye estos versos: «todos tienen que cumplir/ con la ley de su destino» (Vuelta, 4485-86, el subrayado es mío).
Quienes los rodean evitan la pendencia y no existe en el poema otra alusión a la venganza del Moreno. Siguen los consejos de Fierro a sus hijos y la separación que los lleva a los cuatro rumbos.
Borges retoma la historia en este punto. En El «Martín Fierro» escribirá «podemos imaginar una pelea más allá del poema, en la que el moreno venga la muerte de su hermano» (OCC, p. 556). El Moreno espera a Fierro «una porción» de días después, en la misma pulpería donde antes habían payado, pulpería que está implícita en el trago que bebe el cantor de Hernández y que se vuelve corpórea en el cuento a través de la percepción de Recabarren, el pulpero. Los dos hombres se encuentran con naturalidad, como quien sabe de antemano que el encuentro va a producirse. Conversan. El moreno hasta pregunta cortésmente por los hijos de Fierro -«Espero que los dejó con salud»2- y Fierro ríe de buena gana. El duelo a cuchillo en que se miden culmina en la muerte de Fierro:
Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre
Explicación:
espero que te sirva xd