La humildad consiste en inclinar nuestra cabeza ante Dios, y Dios nos enriquece el alma cuando nos despojamos de todo porque la mejor medicina para las enfermedades del alma es un buen arrepentimiento.
Ser humilde es reconocer con agradecimiento nuestra dependencia del Señor y comprender que tenemos la necesidad constante de recibir Su apoyo. La humildad es el reconocimiento de que nuestras aptitudes y talentos son dones de Dios; no es señal de debilidad, de timidez, ni de temor, sino una indicación de que sabemos de dónde proviene nuestra verdadera fortaleza. Podemos ser humilde y, a la vez, ser audaz y valiente.
La humildad consiste en inclinar nuestra cabeza ante Dios, y Dios nos enriquece el alma cuando nos despojamos de todo porque la mejor medicina para las enfermedades del alma es un buen arrepentimiento.
Ser humilde es reconocer con agradecimiento nuestra dependencia del Señor y comprender que tenemos la necesidad constante de recibir Su apoyo. La humildad es el reconocimiento de que nuestras aptitudes y talentos son dones de Dios; no es señal de debilidad, de timidez, ni de temor, sino una indicación de que sabemos de dónde proviene nuestra verdadera fortaleza. Podemos ser humilde y, a la vez, ser audaz y valiente.