AngelaDominguez23
De todos los dones dados por Dios a la humanidad, no hay uno más grande que la presencia del Espíritu Santo. El Espíritu tiene muchas funciones y actividades. Primero, Él trabaja en el corazón de toda la gente, en todas partes. Jesús les dijo a sus discípulos que Él enviaría al Espíritu al mundo para “convencer al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (Juan 16:7-11). Todos tienen una “conciencia de Dios,” ya sea que lo admitan o no, porque el Espíritu aplica las verdades de Dios en la propia mente del hombre, para convencerlos por medio de justos y suficientes argumentos de que son pecadores. La respuesta a esa convicción lleva al hombre a la salvación.
Una vez que somos salvados y pertenecemos a Dios, el Espíritu hace su morada en nuestros corazones para siempre, sellándonos con la confirmación, certificación y seguridad de la promesa de nuestro estado eterno como Sus hijos. Jesús dijo que Él nos enviaría al Espíritu para que fuera nuestro Ayudador, Consolador y Guía. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.” (Juan 14:16). La palabra griega traducida como su “Consolador” significa alguien que es llamado “al lado de” y tiene la idea de alguien que anima y exhorta. La frase “que esté” tiene que ver con Su residencia permanente en los corazones de los creyentes (Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19, 20; 12:13). Jesús envió al Espíritu como una “compensación” por Su ausencia, para llevar a cabo las funciones que Él hubiera hecho en nosotros si hubiera permanecido físicamente entre nosotros.
Entre esas funciones está la de revelar la verdad. La presencia del Espíritu dentro de nosotros nos permite comprender e interpretar la Palabra de Dios. Jesús les dijo a Sus discípulos “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;...” (Juan 16:13). Él revela a nuestras mentes todo el consejo de Dios, como lo relacionado con la adoración, la doctrina y la vida cristiana. Él es el guía fundamental, que va delante de nosotros, mostrando el camino, removiendo obstáculos, abriendo el entendimiento y haciendo todas las cosas claras y evidentes. Él nos conduce por el camino que debemos andar en todas las cosas espirituales. Sin tal guía, estaríamos expuestos a caer en el error. Una parte crucial de la Verdad que Él revela, es que Jesús es quién Él dijo Ser (Juan 15:26; 1 Corintios 12:3). El Espíritu nos convence de la deidad y procedencia de Cristo, Su encarnación, Su identidad como el Mesías, Sus sufrimientos y muerte, Su resurrección y ascensión, Su exaltación a la diestra de Dios, y Su función como Juez de todo. Él da gloria a Cristo en todas las cosas (Juan 16:14)
Otra de Sus funciones es la de conceder dones. 1 Corintios 12 describe los dones espirituales otorgados a los creyentes para que podamos funcionar como el cuerpo de Cristo en el mundo. Todos estos dones, tanto grandes como pequeños, son dados por el Espíritu para que podamos ser Sus embajadores en el mundo, mostrando Su gracia y glorificándolo.
El Espíritu también funciona como productor del fruto en nuestras vidas. Cuando Él habita en nosotros, Él comienza a trabajar para cosechar Su fruto en nuestras vidas – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). Estas no son las obras de nuestra carne, la cual es incapaz de producir tal fruto, sino que es el producto de la presencia del Espíritu en nuestras vidas.
El conocimiento de que el Espíritu Santo de Dios ha hecho su residencia en nuestras vidas, que Él produce todas estas funciones milagrosas, que Él mora con nosotros para siempre y nunca nos dejará o desamparará, es causa de gran gozo y consuelo. ¡Gracias a Dios por este precioso Don – el Espíritu Santo y Su obra en nuestras vidas!
Una vez que somos salvados y pertenecemos a Dios, el Espíritu hace su morada en nuestros corazones para siempre, sellándonos con la confirmación, certificación y seguridad de la promesa de nuestro estado eterno como Sus hijos. Jesús dijo que Él nos enviaría al Espíritu para que fuera nuestro Ayudador, Consolador y Guía. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.” (Juan 14:16). La palabra griega traducida como su “Consolador” significa alguien que es llamado “al lado de” y tiene la idea de alguien que anima y exhorta. La frase “que esté” tiene que ver con Su residencia permanente en los corazones de los creyentes (Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19, 20; 12:13). Jesús envió al Espíritu como una “compensación” por Su ausencia, para llevar a cabo las funciones que Él hubiera hecho en nosotros si hubiera permanecido físicamente entre nosotros.
Entre esas funciones está la de revelar la verdad. La presencia del Espíritu dentro de nosotros nos permite comprender e interpretar la Palabra de Dios. Jesús les dijo a Sus discípulos “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;...” (Juan 16:13). Él revela a nuestras mentes todo el consejo de Dios, como lo relacionado con la adoración, la doctrina y la vida cristiana. Él es el guía fundamental, que va delante de nosotros, mostrando el camino, removiendo obstáculos, abriendo el entendimiento y haciendo todas las cosas claras y evidentes. Él nos conduce por el camino que debemos andar en todas las cosas espirituales. Sin tal guía, estaríamos expuestos a caer en el error. Una parte crucial de la Verdad que Él revela, es que Jesús es quién Él dijo Ser (Juan 15:26; 1 Corintios 12:3). El Espíritu nos convence de la deidad y procedencia de Cristo, Su encarnación, Su identidad como el Mesías, Sus sufrimientos y muerte, Su resurrección y ascensión, Su exaltación a la diestra de Dios, y Su función como Juez de todo. Él da gloria a Cristo en todas las cosas (Juan 16:14)
Otra de Sus funciones es la de conceder dones. 1 Corintios 12 describe los dones espirituales otorgados a los creyentes para que podamos funcionar como el cuerpo de Cristo en el mundo. Todos estos dones, tanto grandes como pequeños, son dados por el Espíritu para que podamos ser Sus embajadores en el mundo, mostrando Su gracia y glorificándolo.
El Espíritu también funciona como productor del fruto en nuestras vidas. Cuando Él habita en nosotros, Él comienza a trabajar para cosechar Su fruto en nuestras vidas – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). Estas no son las obras de nuestra carne, la cual es incapaz de producir tal fruto, sino que es el producto de la presencia del Espíritu en nuestras vidas.
El conocimiento de que el Espíritu Santo de Dios ha hecho su residencia en nuestras vidas, que Él produce todas estas funciones milagrosas, que Él mora con nosotros para siempre y nunca nos dejará o desamparará, es causa de gran gozo y consuelo. ¡Gracias a Dios por este precioso Don – el Espíritu Santo y Su obra en nuestras vidas!