Cuando saltan a la luz pública temas con una aparente gran repercusión en las convicciones morales de las personas, como pudieran ser el aborto, la eutanasia o la legalización de la pena de muerte, automáticamente los medios de comunicación ponen el foco en aquellos políticos o ciudadanos que profesan una determinada confesión religiosa. Con ello, pretenden trasladar a la opinión pública que el posicionamiento de dichas personas al respecto vendrá condicionado por su credo religioso. Esto es algo que se repite constantemente, y sin embargo, los resultados siempre contradicen las expectativas creadas desde los medios. Al final los políticos se someten a la disciplina de partido por miedo a perder su escaño en las siguientes elecciones y los ciudadanos pertenecientes a una determinada confesión manifiestan opiniones encontradas respecto a los temas sometidos a debate.
Esta aparente disonancia entre convicciones religiosas y posiciones morales que se produce en muchos creyentes, podría resultar chocante para algunos. Sin embargo, analizada esta cuestión desde la filosofía moral, nos encontramos con que esa apreciación común se basa en realidad en un error consistente en concebir el seguimiento a los credos religiosos como el fundamento sobre el que el creyente basa su comportamiento, ya sea en su vida privada o en el foro público. Esta impresión no aborda de una manera adecuada en qué medida las creencias religiosas de los creyentes se rigen por las doctrinas de sus religiones.
Cuando saltan a la luz pública temas con una aparente gran repercusión en las convicciones morales de las personas, como pudieran ser el aborto, la eutanasia o la legalización de la pena de muerte, automáticamente los medios de comunicación ponen el foco en aquellos políticos o ciudadanos que profesan una determinada confesión religiosa. Con ello, pretenden trasladar a la opinión pública que el posicionamiento de dichas personas al respecto vendrá condicionado por su credo religioso. Esto es algo que se repite constantemente, y sin embargo, los resultados siempre contradicen las expectativas creadas desde los medios. Al final los políticos se someten a la disciplina de partido por miedo a perder su escaño en las siguientes elecciones y los ciudadanos pertenecientes a una determinada confesión manifiestan opiniones encontradas respecto a los temas sometidos a debate.
Esta aparente disonancia entre convicciones religiosas y posiciones morales que se produce en muchos creyentes, podría resultar chocante para algunos. Sin embargo, analizada esta cuestión desde la filosofía moral, nos encontramos con que esa apreciación común se basa en realidad en un error consistente en concebir el seguimiento a los credos religiosos como el fundamento sobre el que el creyente basa su comportamiento, ya sea en su vida privada o en el foro público. Esta impresión no aborda de una manera adecuada en qué medida las creencias religiosas de los creyentes se rigen por las doctrinas de sus religiones.