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Juana de Castilla nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479. Era la tercera de los hijos de los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. Como infanta, recibió una educación propia de las hijas de monarcas. Aprendió comportamiento religioso, urbanidad, buenas maneras y manejo de la vida cortesana. Además, también fue enseñada en danza, música y lenguas romances como el latín o el francés. La idea de sus progenitores era poder casar a su hija con algún príncipe europeo con la intención de conseguir un heredero que agrupara varios países. Pero con el paso del tiempo, Juana padeció un mal que marcaría el resto de su vida: no profesaba la religión católica tan fervientemente como lo hacían en su época; no asistía a misa, no rezaba y se mostraba contraria a la comunión. Su madre enseguida le tuvo cierto recelo debido a esta decisión y parte de la corte mostró su descontento con su actitud. Su padre Fernando no pensaba como su corte y le mostró un amor incondicional, convirtiéndose en el único sustento moral.