La galera es una historia de crimen y culpa. Una mujer hace un tortuoso viaje uniendo Córdoba con Buenos Aires, en el año 1803. La incomodidad del vehículo, el polvo, el olor de las bestias, el calor del verano le hacen perder la noción de realidad. La pasajera, sin embargo, no se permite dormir. Porta consigo todo el dinero de su hermana, a quien ha asesinado. La señorita sólo ansía llegar a Buenos Aires y con el dinero conseguido comenzar una nueva vida, olvidar el crimen, olvidar la desaparición del testamento, olvidar la culpa. En los paradores, el insomnio se une a la tortura del calor y los insectos. El viaje se va transformando con el correr del tiempo en una aventura infernal.
Intenta con sus escasas fuerzas olvidar a su hermana, pero la monotonía del traqueteo del vehículo parece recordársela a cada minuto. Ella se aleja de Córdoba pero su crimen la persigue. De pronto, el sopor del viaje se quiebra cuando un pasajero, aburrido, enciende una pipa. El aire dentro de la galera se torna irrespirable. La mujer intenta quejarse, pero en ese momento repara en la pasajera que está frente a ella y que no ha visto ascender en la parada de postas: »Lleva una capa gris semejante a la suya y como ella se cubre con un capuchón«.
A través del polvo, la reverberación de calor y el humo de la pipa, la mujer cree reconocer los rasgos de la hermana muerta. La mujer se sobresalta, a la vez que percibe que el resto de los viajeros no han reparado en la nueva acompañante. La hermana fija su mirada en ella, culpándola en silencio. La asesina es presa del pánico. Intenta por medio de un grito quebrar el hechizo de la aparición, pero comprueba que ha perdido la voz; entonces, se desmaya
La galera es una historia de crimen y culpa. Una mujer hace un tortuoso viaje uniendo Córdoba con Buenos Aires, en el año 1803. La incomodidad del vehículo, el polvo, el olor de las bestias, el calor del verano le hacen perder la noción de realidad. La pasajera, sin embargo, no se permite dormir. Porta consigo todo el dinero de su hermana, a quien ha asesinado. La señorita sólo ansía llegar a Buenos Aires y con el dinero conseguido comenzar una nueva vida, olvidar el crimen, olvidar la desaparición del testamento, olvidar la culpa. En los paradores, el insomnio se une a la tortura del calor y los insectos. El viaje se va transformando con el correr del tiempo en una aventura infernal.
Intenta con sus escasas fuerzas olvidar a su hermana, pero la monotonía del traqueteo del vehículo parece recordársela a cada minuto. Ella se aleja de Córdoba pero su crimen la persigue. De pronto, el sopor del viaje se quiebra cuando un pasajero, aburrido, enciende una pipa. El aire dentro de la galera se torna irrespirable. La mujer intenta quejarse, pero en ese momento repara en la pasajera que está frente a ella y que no ha visto ascender en la parada de postas: »Lleva una capa gris semejante a la suya y como ella se cubre con un capuchón«.
A través del polvo, la reverberación de calor y el humo de la pipa, la mujer cree reconocer los rasgos de la hermana muerta. La mujer se sobresalta, a la vez que percibe que el resto de los viajeros no han reparado en la nueva acompañante. La hermana fija su mirada en ella, culpándola en silencio. La asesina es presa del pánico. Intenta por medio de un grito quebrar el hechizo de la aparición, pero comprueba que ha perdido la voz; entonces, se desmaya
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saludos