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El capitalismo industrial es una nueva fase de este sistema económico, que llega en medio de un proceso de las revoluciones políticas y tecnológicas en la segunda mitad del siglo XVIII. Con esta nueva etapa se supera el capitalismo comercial, también conocido como mercantilismo, que surgió a finales del siglo XIV y se prolongó hasta preceder al capitalismo industrial. Muchos asuntos económicos, sociales y políticos han contribuido al desarrollo de esta nueva forma de capitalismo. En economía, el impacto mayor fue promovido por los cambios en las técnicas y en el modo de producción. Las máquinas comenzaron a ser utilizadas en gran escala, haciendo que excedieran los métodos de producción anterior, de carácter artesanal, más costosos y menos productivos. Este proceso se conoce como la Revolución Industrial y comenzó en Inglaterra. Tanto desde el punto de vista de la economía como de la política, otro cambio importante fue la independencia de los Estados Unidos, a través de la Revolución Americana de 1776. Dicha revolución fue la primera gran conmoción en los fundamentos del mercantilismo, el sistema colonial, en el que las colonias americanas, africanas o asiáticas permanecieron sumisas a los intereses de las metrópolis europeas.
La nobleza y el clero Por último, la tercera transformación radical fue la Revolución Francesa de 1789. Esta revolución buscaba el derrocamiento del antiguo régimen, cuyo esqueleto se componía alrededor de las monarquías absolutas, donde el poder de los nobles y la Iglesia tomaron precedencia sobre otros grupos sociales. Así que muchas revoluciones, casi al mismo tiempo, reflejaron que el viejo orden ya no podía seguir. Una sociedad basada en el absolutismo y el mercantilismo, ofrecía grandes privilegios a la nobleza y el clero, pero dio pocos derechos a las personas. El pueblo, entonces, significaba tanto la burguesía rica, pero sin derechos políticos, como los trabajadores más miserables. Por lo tanto, a diferencia de hoy, el término pueblo, hasta mediados del siglo XIX, era cubierto por todos los que no eran de sangre noble ni pertenecían a la Iglesia.
La nobleza y el clero Por último, la tercera transformación radical fue la Revolución Francesa de 1789. Esta revolución buscaba el derrocamiento del antiguo régimen, cuyo esqueleto se componía alrededor de las monarquías absolutas, donde el poder de los nobles y la Iglesia tomaron precedencia sobre otros grupos sociales. Así que muchas revoluciones, casi al mismo tiempo, reflejaron que el viejo orden ya no podía seguir. Una sociedad basada en el absolutismo y el mercantilismo, ofrecía grandes privilegios a la nobleza y el clero, pero dio pocos derechos a las personas. El pueblo, entonces, significaba tanto la burguesía rica, pero sin derechos políticos, como los trabajadores más miserables. Por lo tanto, a diferencia de hoy, el término pueblo, hasta mediados del siglo XIX, era cubierto por todos los que no eran de sangre noble ni pertenecían a la Iglesia.