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Por el disenso, el ciudadano y las entidades representativas de una sociedad pueden sostener posiciones o conceptos contrarios a una línea o normativa, legal o administrativa, que consideren perjudicial o inconveniente, que provenga del Estado.
El disenso contribuye a la democracia porque opera como una exigencia para la justificación que hacen los ciudadanos de sus posiciones, y por ello oficia como un dinamizador de la discusión pública. Lo contrario del disenso es el comportamiento conformista, es decir, aquel que justifica los estados de cosas imperantes y asume posiciones en forma acrítica. Este tipo de comportamiento tiene como consecuencia el retacear información a quienes toman parte en los procesos de deliberación, ya que los actores involucrados tienden a silenciarse al pensar que otros deben estar en lo correcto o al evitar la desaprobación del colectivo. Esto es un verdadero bloqueo a la deliberación, y por ello la democracia debe garantizar la exposición de un amplio abanico de posiciones. Sin embargo, para que el disenso pueda cumplir con la función de disparar procesos reflexivos que rompan el círculo vicioso de la conformidad, es preciso asumir que el error está dentro de nuestro universo de posibilidades. Es decir, que somos falibles y podemos equivocarnos, o podemos no tener suficiente información, o no ver todas las perspectivas, y por eso es que es necesario que otros, a través del intercambio de razones, puedan iluminar nuestra posición.
Respuesta:
El disenso contribuye a la democracia porque opera como una exigencia para la justificación que hacen los ciudadanos de sus posiciones, y por ello oficia como un dinamizador de la discusión pública. Lo contrario del disenso es el comportamiento conformista, es decir, aquel que justifica los estados de cosas imperantes y asume posiciones en forma acrítica. Este tipo de comportamiento tiene como consecuencia el retacear información a quienes toman parte en los procesos de deliberación, ya que los actores involucrados tienden a silenciarse al pensar que otros deben estar en lo correcto o al evitar la desaprobación del colectivo. Esto es un verdadero bloqueo a la deliberación, y por ello la democracia debe garantizar la exposición de un amplio abanico de posiciones. Sin embargo, para que el disenso pueda cumplir con la función de disparar procesos reflexivos que rompan el círculo vicioso de la conformidad, es preciso asumir que el error está dentro de nuestro universo de posibilidades. Es decir, que somos falibles y podemos equivocarnos, o podemos no tener suficiente información, o no ver todas las perspectivas, y por eso es que es necesario que otros, a través del intercambio de razones, puedan iluminar nuestra posición.