El hombre mas sabio que he conocido en toda mi vida no sabia ni leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo dia aun venia de tierras de Francia, se levantaba del Catrey salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertibilidad se alimentaba el y su mujer. Mis abuelos maternos vivían de esta escasez, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea Azinhaga, en la provincia del Ribatejo.
El hombre mas sabio que he conocido en toda mi vida no sabia ni leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo dia aun venia de tierras de Francia, se levantaba del Catrey salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertibilidad se alimentaba el y su mujer. Mis abuelos maternos vivían de esta escasez, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea Azinhaga, en la provincia del Ribatejo.