La mejor descripción de Siervo Joya, el campesino sin tierras, está en sus propias palabras: “Nací y me crié entre cabras, puercos, perros, gallinas y mi mama”. Cuando esta, que se llamaba Sierva Joya, murió, el hijo quedó huérfano y solo. A instancias de su comadre, admitió como compañera a Tránsito, que tenía un hijo de Ceferino, un delincuente a quien la policía dio muerte después de haberse fugado de la cárcel. Dos años después, influido por el cura, se casaron. Con los dos hijos que tuvieron y el perro Emperador, formaron la familia.
Sus superiores lo involucran en la política liberal de Boyacá para gritar vivas, hacer mandados y votar en las elecciones, lo cual lo llevó a creer que la “revolución” repartiría las tierras entre los pobres, hecho que cambiaría su vida y le permitiría disponer de tierra propia y suficiente. En una manifestación política en Soatá, en medio de una borrachera, dio muerte al godo Atanasio. Los conservadores pidieron un castigo ejemplar y Siervo paga dos años de cárcel. De allí logra fugarse con los demás presos gracias a la rebelión popular causada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Los liberales perdieron el poder y las ilusiones “revolucionarias” de Siervo se van al suelo. Los godos tomaron los puestos de mando y asustaron a los liberales, lo cual obligó a muchos de estos a emigrar.
Por fin, con unos ahorros obtenidos en Sogamoso después de dos años de trabajar como peón en tender la línea del ferrocarril, Siervo pudo dar un anticipo para comprar su anhelada tierrita, Pero en el camino que conducía a la tierrita adquirida, yendo con Tránsito y el perro Emperador, enfermó y quedó tendido frío y tieso. Murió al anochecer y Tránsito fue al día siguiente a decirle al administrador, Don Ramírez, que desbarataran el negocio, pues no tenía ni un peso para el cajón, y las velas, y el responso, y el cura, y tenía que seguir viviendo con el Siervito y el perro.
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La mejor descripción de Siervo Joya, el campesino sin tierras, está en sus propias palabras: “Nací y me crié entre cabras, puercos, perros, gallinas y mi mama”. Cuando esta, que se llamaba Sierva Joya, murió, el hijo quedó huérfano y solo. A instancias de su comadre, admitió como compañera a Tránsito, que tenía un hijo de Ceferino, un delincuente a quien la policía dio muerte después de haberse fugado de la cárcel. Dos años después, influido por el cura, se casaron. Con los dos hijos que tuvieron y el perro Emperador, formaron la familia.
Sus superiores lo involucran en la política liberal de Boyacá para gritar vivas, hacer mandados y votar en las elecciones, lo cual lo llevó a creer que la “revolución” repartiría las tierras entre los pobres, hecho que cambiaría su vida y le permitiría disponer de tierra propia y suficiente. En una manifestación política en Soatá, en medio de una borrachera, dio muerte al godo Atanasio. Los conservadores pidieron un castigo ejemplar y Siervo paga dos años de cárcel. De allí logra fugarse con los demás presos gracias a la rebelión popular causada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Los liberales perdieron el poder y las ilusiones “revolucionarias” de Siervo se van al suelo. Los godos tomaron los puestos de mando y asustaron a los liberales, lo cual obligó a muchos de estos a emigrar.
Por fin, con unos ahorros obtenidos en Sogamoso después de dos años de trabajar como peón en tender la línea del ferrocarril, Siervo pudo dar un anticipo para comprar su anhelada tierrita, Pero en el camino que conducía a la tierrita adquirida, yendo con Tránsito y el perro Emperador, enfermó y quedó tendido frío y tieso. Murió al anochecer y Tránsito fue al día siguiente a decirle al administrador, Don Ramírez, que desbarataran el negocio, pues no tenía ni un peso para el cajón, y las velas, y el responso, y el cura, y tenía que seguir viviendo con el Siervito y el perro.
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