más o menos fuertes y que éstos pueden ser cantados, o producidos por cualquier instrumento. Lo
agudo o grave no lleva consigo la noción del fuerte o débil, etc.
Solamente con las propiedades puramente físicas atribuibles al sonido no se realiza la obra de arte de
la música. Nuestro arte establece para ello tres elementos que se entretejen para alcanzar la expresión
artística: son el ritmo, la melodía y la armonía. En cualquier obra musical encontraremos estos
elementos fundamentales.
1. El ritmo.
Es la ordenación en el tiempo. Y ésta puede ser más o menos simétrica, en células rítmicas más o
menos extensas, que pueden repetirse o no sucesivamente, pero entre las cuales nuestra mente tiende
a establecer un orden durante su percepción.
Elementalmente, esta ordenación puede ser binaria o ternaria; en grupos de dos o en grupos de tres, ya
que el grupo de cuatro se podría considerar como dos grupos de dos; el de seis, como dos grupos de
tres y el de cinco, como uno de dos y uno de tres.
El oído ordena esta serie de percusiones más que por su duración, por su intensidad o acento. Así, en
una serie de percusiones que se producen isócronamente y que representaremos convencionalmente
por una serie de puntos, cargamos la intensidad en aquellas señaladas (^). Podemos encontrarnos con
una acentuada y otra no, de esta manera binaria:
. . . . . .
tan tan tan tan tan tan
^ ^ ^
1 2 1 2 1 2
La célula rítmica binaria sería, fuerte-débil, que se repite simétricamente.
En una ordenación ternaria agruparíamos las percusiones de tres en tres y podría el oído establecer,
por ejemplo las siguiente sucesión.
. . . . . . . . .
tan tan tan tan tan tan tan tan tan
^ ^ ^
1 2 3 1 2 3 1 2 3
Siendo la célula ternaria, fuerte-débil-débil, que se va repitiendo simétricamente.
La diversidad de combinaciones rítmicas ya fueron sistematizadas por los griegos en los llamados “pies
métricos” de su poesía, en los cuales, más que cantidad se trataba de duración: sílaba larga y sílaba
breve, en sus muy diversas combinaciones.
Pero en la música se complican las cosas, ya que también debemos tener en cuenta la ausencia de laLas combinaciones quedan así ampliadas. Basta sustituir, en aquella serie convencional de puntos,
algunos de ellos por ceros, con lo que queremos indicar, arbitrariamente un silencio. He aquí un
ejemplo en una serie binaria:
. 0 . 0 . 0 . 0
tan -- tan -- tan -- tan --
1 2 1 2 1 2 1 2
Y otra combinación en una serie ternaria.
. 0 0 . 0 0 . 0 0
Tan -- -- tan -- -- tan -- --
1 2 3 1 2 3 1 2 3
A poco que se observe se comprenderá cómo se han ampliado las posibilidades rítmicas para el
músico.
Hemos visto de manera esquemática cómo el ritmo ofrece a la música diversificaciones. Si las
percusiones las sustituimos por sonidos, nos encontraremos con un inmenso campo en donde la
música consigue más variedad.
Estas células rítmicas elementales (binaria y ternaria), para una mayor facilidad en la ejecución de la
música, se transformaron en los llamados “compases”. Los compases se indican por unas cifras
colocadas al principio de la pauta o pentagrama. No son más que expresiones de células binarias o
ternarias o de amalgama (binaria y ternaria o viceversa). Se enuncian como compás de dos por cuatro
(de dos partes), de tres por cuatro (de tres partes), de “compasillo” (de cuatro partes) y de otras
diversas maneras. No son más que relaciones o número de figuras musicales que entran en cada
compás y número de partes en que éstos se dividen.
Los compases constan , como las células rítmicas, de dos, tres, cuatros partes, etc. Con ello se quiere
indicar que una determinada porción de tiempo se divide en dos, tres, cuatro, etc. partes iguales. Esto
es lo que hace el músico cuando marca el compás con la mano, y en muchas ocasiones, lo que hace el
director de orquesta.
Por naturaleza, cada compás tiene ya sus partes fuertes y débiles, quedando así facilitado el esquema
de ordenación que vimos anteriormente.
En un compás de dos partes (dar y alzar; abajo y arriba), la primera parte es fuere; la segunda, débil.
Tenemos ya, cómodamente, la célula rítmica binaria, con la acentuación que vimos en el primer
ejemplo. El compositor, con especial cuidado, ya de saber elegir el compás que más le conven
Respuesta:
“LOS ELEMENTOS DE LA MÚSICA”
AUTORIA
FRANCISCO DANIEL BORRERO MORALES
TEMÁTICA
MÚSICA
ETAPA
ETAPA PRIMARIA Y SECUNDARIA
más o menos fuertes y que éstos pueden ser cantados, o producidos por cualquier instrumento. Lo
agudo o grave no lleva consigo la noción del fuerte o débil, etc.
Solamente con las propiedades puramente físicas atribuibles al sonido no se realiza la obra de arte de
la música. Nuestro arte establece para ello tres elementos que se entretejen para alcanzar la expresión
artística: son el ritmo, la melodía y la armonía. En cualquier obra musical encontraremos estos
elementos fundamentales.
1. El ritmo.
Es la ordenación en el tiempo. Y ésta puede ser más o menos simétrica, en células rítmicas más o
menos extensas, que pueden repetirse o no sucesivamente, pero entre las cuales nuestra mente tiende
a establecer un orden durante su percepción.
Elementalmente, esta ordenación puede ser binaria o ternaria; en grupos de dos o en grupos de tres, ya
que el grupo de cuatro se podría considerar como dos grupos de dos; el de seis, como dos grupos de
tres y el de cinco, como uno de dos y uno de tres.
El oído ordena esta serie de percusiones más que por su duración, por su intensidad o acento. Así, en
una serie de percusiones que se producen isócronamente y que representaremos convencionalmente
por una serie de puntos, cargamos la intensidad en aquellas señaladas (^). Podemos encontrarnos con
una acentuada y otra no, de esta manera binaria:
. . . . . .
tan tan tan tan tan tan
^ ^ ^
1 2 1 2 1 2
La célula rítmica binaria sería, fuerte-débil, que se repite simétricamente.
En una ordenación ternaria agruparíamos las percusiones de tres en tres y podría el oído establecer,
por ejemplo las siguiente sucesión.
. . . . . . . . .
tan tan tan tan tan tan tan tan tan
^ ^ ^
1 2 3 1 2 3 1 2 3
Siendo la célula ternaria, fuerte-débil-débil, que se va repitiendo simétricamente.
La diversidad de combinaciones rítmicas ya fueron sistematizadas por los griegos en los llamados “pies
métricos” de su poesía, en los cuales, más que cantidad se trataba de duración: sílaba larga y sílaba
breve, en sus muy diversas combinaciones.
Pero en la música se complican las cosas, ya que también debemos tener en cuenta la ausencia de laLas combinaciones quedan así ampliadas. Basta sustituir, en aquella serie convencional de puntos,
algunos de ellos por ceros, con lo que queremos indicar, arbitrariamente un silencio. He aquí un
ejemplo en una serie binaria:
. 0 . 0 . 0 . 0
tan -- tan -- tan -- tan --
1 2 1 2 1 2 1 2
Y otra combinación en una serie ternaria.
. 0 0 . 0 0 . 0 0
Tan -- -- tan -- -- tan -- --
1 2 3 1 2 3 1 2 3
A poco que se observe se comprenderá cómo se han ampliado las posibilidades rítmicas para el
músico.
Hemos visto de manera esquemática cómo el ritmo ofrece a la música diversificaciones. Si las
percusiones las sustituimos por sonidos, nos encontraremos con un inmenso campo en donde la
música consigue más variedad.
Estas células rítmicas elementales (binaria y ternaria), para una mayor facilidad en la ejecución de la
música, se transformaron en los llamados “compases”. Los compases se indican por unas cifras
colocadas al principio de la pauta o pentagrama. No son más que expresiones de células binarias o
ternarias o de amalgama (binaria y ternaria o viceversa). Se enuncian como compás de dos por cuatro
(de dos partes), de tres por cuatro (de tres partes), de “compasillo” (de cuatro partes) y de otras
diversas maneras. No son más que relaciones o número de figuras musicales que entran en cada
compás y número de partes en que éstos se dividen.
Los compases constan , como las células rítmicas, de dos, tres, cuatros partes, etc. Con ello se quiere
indicar que una determinada porción de tiempo se divide en dos, tres, cuatro, etc. partes iguales. Esto
es lo que hace el músico cuando marca el compás con la mano, y en muchas ocasiones, lo que hace el
director de orquesta.
Por naturaleza, cada compás tiene ya sus partes fuertes y débiles, quedando así facilitado el esquema
de ordenación que vimos anteriormente.
En un compás de dos partes (dar y alzar; abajo y arriba), la primera parte es fuere; la segunda, débil.
Tenemos ya, cómodamente, la célula rítmica binaria, con la acentuación que vimos en el primer
ejemplo. El compositor, con especial cuidado, ya de saber elegir el compás que más le conven
Explicación: