La misión evangelizadora y reconciliadora encomendada a la Iglesia por el Señor Jesús nos incluye a todos sus hijos: «como miembros de la Iglesia recibimos la misión, cada uno desde el propio llamado y estado, de anunciar el amor y la reconciliación del Reino»[17].
Esta misión debe ser acogida ante todo por uno mismo, y para ello debo yo en primer lugaracoger la Palabra y dejarme transformar por Ella. Siendo evangelizado yo primero, y siendo yopermanentemente evangelizado, podré evangelizar. Evangeliza de modo convincente quien procura encarnar y reflejar el Evangelio en su vida cotidiana, quien en activa y continua cooperación con la gracia y dones recibidos se esfuerza día a día, en las diversas circunstancias de cada jornada -en el hogar, en el trabajo o centro de estudios, en la calle, etc.- por vivir con máxima coherencia las exigencias del Evangelio, sin arrancarle sus páginas incómodas. Evangeliza quien transmite a Cristo, aquél que con su sola presencia irradia la luz de Cristo y la fuerza del Evangelio: «el mejor evangelizador es el santo»[18]. Por ello mi apostolado será una consecuencia lógica de mi encuentro con Dios y reflejo de una vida cristiana madura.
Tampoco podemos olvidar que al hacer apostolado uno mismo termina siendo evangelizado. ¿Acaso no es esa nuestra experiencia cada vez que al hacer apostolado nos encontramos con la realidad de las personas, con su encuentro con Dios, con su crecimiento en la vida de fe? El evangelizar rectamente, me evangeliza.
La misión evangelizadora y reconciliadora encomendada a la Iglesia por el Señor Jesús nos incluye a todos sus hijos: «como miembros de la Iglesia recibimos la misión, cada uno desde el propio llamado y estado, de anunciar el amor y la reconciliación del Reino»[17].
Esta misión debe ser acogida ante todo por uno mismo, y para ello debo yo en primer lugaracoger la Palabra y dejarme transformar por Ella. Siendo evangelizado yo primero, y siendo yopermanentemente evangelizado, podré evangelizar. Evangeliza de modo convincente quien procura encarnar y reflejar el Evangelio en su vida cotidiana, quien en activa y continua cooperación con la gracia y dones recibidos se esfuerza día a día, en las diversas circunstancias de cada jornada -en el hogar, en el trabajo o centro de estudios, en la calle, etc.- por vivir con máxima coherencia las exigencias del Evangelio, sin arrancarle sus páginas incómodas. Evangeliza quien transmite a Cristo, aquél que con su sola presencia irradia la luz de Cristo y la fuerza del Evangelio: «el mejor evangelizador es el santo»[18]. Por ello mi apostolado será una consecuencia lógica de mi encuentro con Dios y reflejo de una vida cristiana madura.
Tampoco podemos olvidar que al hacer apostolado uno mismo termina siendo evangelizado. ¿Acaso no es esa nuestra experiencia cada vez que al hacer apostolado nos encontramos con la realidad de las personas, con su encuentro con Dios, con su crecimiento en la vida de fe? El evangelizar rectamente, me evangeliza.