Casi siempre cuando hablamos de violencia recordamos las grandes violencias de nuestra época, las catástrofes, guerras, homicidios, atentados, etc. y olvidamos la violencia de cada día, o peor, ya no la percibimos. Sentimos una presión, agotamiento y pesadumbre, pero ya no distinguimos de dónde, ni de quién viene, o quienes son los responsables. Es más, posiblemente dudamos si es realmente violencia.
Y en nuestro profesión de psicoanalistas el horror viene unido a patologías caracterizadas también por su presentación violenta, actos sin representaciones ni palabras, sin velamiento de lo espantoso pulsional. La pasión por lo real, como caracterizó Alain Badiou al siglo XX, continúa en el XXI y, al parecer, se afirma y se naturaliza.
En esta presentación nos proponemos un análisis de esa desmesura cotidiana y de su repercusión psíquica. Porque las condiciones deexistencia en este comienzo del siglo XXI, llevan al sujeto a vivir casi a diario situaciones límites, sin salida, que angustian y pueden llevar al sujeto una regresión a tipos primarios de defensa como el “espanto” en Freud,a fin de evitar esa angustia. Seguramente la pregunta por esas patologías no tiene unaúnica respuesta pero permite varias aproximaciones. De esta cotidianeidad tomaremos el ámbito laboral, para no exceder el alcance de este trabajo.
Si tuviéramos que calificar la vida cotidiana actual, aun la vida en general, creemos que el adjetivo justo sería precaria; precaria en el sentido de fugaz, efímera, nimia, insignificante en el límite de lo humano. Porque no solo las condiciones laborales se han flexibilizado y precarizado sino también la existencia de aquellos, todos, los que compartimos esta era postindustrial, del último tercio del siglo XX y del siglo XXI.
Nimiedad laboral y existencial, subjetividades frágiles, en un mundo también precario por las crisis financieras, las guerras y armas del capital, en donde hombres y empresas son aniquilados con la misma rapidez e indiferencia de los lazos que los relacionan.
Casi siempre cuando hablamos de violencia recordamos las grandes violencias de nuestra época, las catástrofes, guerras, homicidios, atentados, etc. y olvidamos la violencia de cada día, o peor, ya no la percibimos. Sentimos una presión, agotamiento y pesadumbre, pero ya no distinguimos de dónde, ni de quién viene, o quienes son los responsables. Es más, posiblemente dudamos si es realmente violencia.
Y en nuestro profesión de psicoanalistas el horror viene unido a patologías caracterizadas también por su presentación violenta, actos sin representaciones ni palabras, sin velamiento de lo espantoso pulsional. La pasión por lo real, como caracterizó Alain Badiou al siglo XX, continúa en el XXI y, al parecer, se afirma y se naturaliza.
En esta presentación nos proponemos un análisis de esa desmesura cotidiana y de su repercusión psíquica. Porque las condiciones de existencia en este comienzo del siglo XXI, llevan al sujeto a vivir casi a diario situaciones límites, sin salida, que angustian y pueden llevar al sujeto una regresión a tipos primarios de defensa como el “espanto” en Freud, a fin de evitar esa angustia. Seguramente la pregunta por esas patologías no tiene una única respuesta pero permite varias aproximaciones. De esta cotidianeidad tomaremos el ámbito laboral, para no exceder el alcance de este trabajo.
Si tuviéramos que calificar la vida cotidiana actual, aun la vida en general, creemos que el adjetivo justo sería precaria; precaria en el sentido de fugaz, efímera, nimia, insignificante en el límite de lo humano. Porque no solo las condiciones laborales se han flexibilizado y precarizado sino también la existencia de aquellos, todos, los que compartimos esta era postindustrial, del último tercio del siglo XX y del siglo XXI.
Nimiedad laboral y existencial, subjetividades frágiles, en un mundo también precario por las crisis financieras, las guerras y armas del capital, en donde hombres y empresas son aniquilados con la misma rapidez e indiferencia de los lazos que los relacionan.