La oración comienza diciendo “Padre nuestro”, no “Padre mío”. Esto nos recuerda que pertenecemos a una “asociación de hermanos”, una familia mundial que se quiere de verdad. Los cristianos ungidos, que tienen la esperanza de ir al cielo, llaman a Jehová “Padre”, ya que realmente son sus hijos; él los ha adoptado (Rom. 8:15-17). Los cristianos que vivirán en la Tierra también lo pueden llamar “Padre”, pues él les ha dado la vida y cubre todas sus necesidades. Pero ellos solo llegarán a ser sus hijos cuando hayan recuperado la perfección y hayan demostrado su lealtad durante la prueba final (Rom. 8:21; Rev. 20:7, 8).
La oración comienza diciendo “Padre nuestro”, no “Padre mío”. Esto nos recuerda que pertenecemos a una “asociación de hermanos”, una familia mundial que se quiere de verdad. Los cristianos ungidos, que tienen la esperanza de ir al cielo, llaman a Jehová “Padre”, ya que realmente son sus hijos; él los ha adoptado (Rom. 8:15-17). Los cristianos que vivirán en la Tierra también lo pueden llamar “Padre”, pues él les ha dado la vida y cubre todas sus necesidades. Pero ellos solo llegarán a ser sus hijos cuando hayan recuperado la perfección y hayan demostrado su lealtad durante la prueba final (Rom. 8:21; Rev. 20:7, 8).