La mujer ateniense era una eterna menor de edad, que no poseía ni derechos jurídicos ni políticos. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un tutor (en griego antiguo, κύριος, romanizado: kúrios): primero de su padre, luego de su marido, de su hijo si era viuda o de su más próximo pariente.
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La mujer ateniense era una eterna menor de edad, que no poseía ni derechos jurídicos ni políticos. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un tutor (en griego antiguo, κύριος, romanizado: kúrios): primero de su padre, luego de su marido, de su hijo si era viuda o de su más próximo pariente.