El samurai se sitúa en Japón a comienzos del siglo XVII. Quizá convenga explicar a los lectores occidentales poco familiarizados con la historia japonesa la situación general en el Japón durante ese periodo. A pesar de encontrarse tan al este, en los primeros años de dicho siglo el Japón estuvo apunto de ser arrastrado al complejo y peligroso vórtice de la política internacional. Las naciones europeas –en particular Inglaterra y Holanda, protestantes, y Portugal y España, católicas– se esforzaban por extender su influencia en Asia. Establecían colonias en diversos puntos del sudeste, construían naves para aumentar su poderío y su comercio, y combatían entre sien los mares de Asia. Esas batallas no se debían sólo a los conflictos políticos y comerciales, sino también a las disputas religiosas entre católicos y protestantes. Sorprendido en mitad de ese torbellino, el Japón sintió la necesidad de protegerse. El gobernante Tokugawa Ieyasu evitó cuidadosamente los imprudentes errores de su predecesor Toyotomi Hideyoshi, que había intentado subyugar Corea, Ieyasu acabó con los partidarios del hijo de Hideyoshi y finalmente unificó el Japón. Al mismo
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El samurai se sitúa en Japón a comienzos del siglo XVII. Quizá convenga explicar a los lectores occidentales poco familiarizados con la historia japonesa la situación general en el Japón durante ese periodo. A pesar de encontrarse tan al este, en los primeros años de dicho siglo el Japón estuvo apunto de ser arrastrado al complejo y peligroso vórtice de la política internacional. Las naciones europeas –en particular Inglaterra y Holanda, protestantes, y Portugal y España, católicas– se esforzaban por extender su influencia en Asia. Establecían colonias en diversos puntos del sudeste, construían naves para aumentar su poderío y su comercio, y combatían entre sien los mares de Asia. Esas batallas no se debían sólo a los conflictos políticos y comerciales, sino también a las disputas religiosas entre católicos y protestantes. Sorprendido en mitad de ese torbellino, el Japón sintió la necesidad de protegerse. El gobernante Tokugawa Ieyasu evitó cuidadosamente los imprudentes errores de su predecesor Toyotomi Hideyoshi, que había intentado subyugar Corea, Ieyasu acabó con los partidarios del hijo de Hideyoshi y finalmente unificó el Japón. Al mismo