Crimen y Castigo: ¿Por qué Raskolnikov mata a la vieja?
16/10/2017
7 Comentarios
En 1866 Fiodor Mihailovic Dostoievski nos presenta a un veinteañero provinciano ruso, que viene a San Petersburgo mantenido por su madre y hermana, para estudiar Derecho y ser alguien en la vida. La Universidad de Granada abunda en personajes similares, si bien no solíamos tomar tanto té ni discutir sobre filosofía con la misma pasión que los personajes de Dostoievski.
Raskolnikov recurre para sus problemas económicos a una de las figuras más odiadas de la historia: una prestamista. O algo parecido. Una anciana que ofrece efectivo a cambio de un objeto de valor que el deudor recuperará en un futuro pagando más dinero del que por él recibió. Económicamente equivaldría a un préstamo con interés con garantía material de por medio. La usura, como sabemos, fue proscrita por el cristianismo en un primer momento y, por supuesto, repudiada por el comunismo. Shakespeare eligió al usurero judío como coprotagonista de su Mercader de Venecia, y el odio al usurero fue, creemos, uno de los instigadores del antisemitismo.
Pero si la usura es tan odiosa, ¿no lo es más la necesidad de la misma? Odiamos a los que nos ofrecen aquello que buscamos. Nos gustaría que nos lo regalasen. La vieja de Crimen y Castigo podría guardarse su dinero, gastarlo en fiestas con jóvenes estudiantes o darlo en herencia a los biznietos de una prima lejana. Si los arriesga prestándoselos a neuróticos desequilibrados como Rosakolnikov, se merece una recompensa; ergo el interés o la diferencia de precio que cobra. Sea como fuere, Raskolnikov no estaba de acuerdo, y Dostoievski nos plantea la novela con dos magistrales giros narrativos: el asesinato y la entrega voluntaria del criminal. ¿Cómo justificar cada uno de ellos?
Crimen y Castigo: ¿Por qué Raskolnikov mata a la vieja?
16/10/2017
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En 1866 Fiodor Mihailovic Dostoievski nos presenta a un veinteañero provinciano ruso, que viene a San Petersburgo mantenido por su madre y hermana, para estudiar Derecho y ser alguien en la vida. La Universidad de Granada abunda en personajes similares, si bien no solíamos tomar tanto té ni discutir sobre filosofía con la misma pasión que los personajes de Dostoievski.
Raskolnikov recurre para sus problemas económicos a una de las figuras más odiadas de la historia: una prestamista. O algo parecido. Una anciana que ofrece efectivo a cambio de un objeto de valor que el deudor recuperará en un futuro pagando más dinero del que por él recibió. Económicamente equivaldría a un préstamo con interés con garantía material de por medio. La usura, como sabemos, fue proscrita por el cristianismo en un primer momento y, por supuesto, repudiada por el comunismo. Shakespeare eligió al usurero judío como coprotagonista de su Mercader de Venecia, y el odio al usurero fue, creemos, uno de los instigadores del antisemitismo.
Pero si la usura es tan odiosa, ¿no lo es más la necesidad de la misma? Odiamos a los que nos ofrecen aquello que buscamos. Nos gustaría que nos lo regalasen. La vieja de Crimen y Castigo podría guardarse su dinero, gastarlo en fiestas con jóvenes estudiantes o darlo en herencia a los biznietos de una prima lejana. Si los arriesga prestándoselos a neuróticos desequilibrados como Rosakolnikov, se merece una recompensa; ergo el interés o la diferencia de precio que cobra. Sea como fuere, Raskolnikov no estaba de acuerdo, y Dostoievski nos plantea la novela con dos magistrales giros narrativos: el asesinato y la entrega voluntaria del criminal. ¿Cómo justificar cada uno de ellos?