Explicación:
golpe anunciado
La necesidad de superar la desbordante situación de
violencia en que se encontraba el país, de recuperar
para el Estado la funcionalidad de sus instituciones
y de restaurar la legitimidad del sistema, produjo el
golpe militar del 13 de junio de 1953.
Todos lo pedían o esperaban. De manera directa
o indirecta, abierta o embozada, la intervención del
Ejército empezó a ser apreciada por distintos grupos
políticos y económicos. Alfonso López Pumarejo,
en el Partido Liberal, postuló con certeza que si
la violencia no se detenía, podría devorar al país.
Estaba seguro de que el freno a la violencia no era
posible con Laureano Gómez en el poder: el perió-
dico “El Siglo” trataba a los liberales de “bandoleros”
y el gobierno pedía a la dirección del partido que
definiera su rechazo a ellos2. El conflicto, en lugar
de resolverse, parecía extremarse.
Los industriales tampoco estaban a gusto con el
gobierno de Laureano Gómez. Según lo descubrió
Eduardo Sáenz porque los industriales sentían
que las medidas para combatir la inflación ha-
bían precipitado “una verdadera crisis con efectos
deflacionistas”3. En la Asamblea Nacional, realizada
en Cali en abril de 1951, la Asociación Nacional de
Industriales –ANDI– insistió en la “proximidad del
colapso” y su alarma fue trasmitida por el Embaja-
dor americano al Departamento de Estado4. Rafael
Urdaneta, quien reemplazó temporalmente a Lau-
reano cuando éste dejó la presidencia por motivos
de salud, hizo todo lo posible para satisfacer las
demandas de los industriales y visitó las instalacio-
nes de algunas empresas para constatar su estado.
Aunque la mejoría económica fue reconocida un
año después, los industriales continuaron preocu-
pados por la violencia y la “lucha a muerte entre los
partidos”. A la queja se sumó la Federación Nacional
2 El Siglo, enero 28 de 1952.
3 Asociación Nacional de Industriales –ANDI–. Acta 481, marzo 31
de 1951. Citada por Eduardo Sáenz Rovner. (2002). Colombia años
50. Industriales, política y diplomacia, p. 103. Bogotá: Universidad
Nacional.
4 Embajador Beaulac al Secretario de Estado. Abril 27 de 1951. Archivo
Nacional de Estados Unidos en adelante, ANEU. FW 721.00/4-
2751.
de Comerciantes –FENALCO–, quien agregó a ello
su descontento por la limitación del crédito y la
prohibición de las importaciones5.
La oposición de Gómez a la candidatura de Ma-
riano Ospina, oficializada en abril de 1953, confirmó
el temor sobre la continuidad del régimen y acercó
a los militares a una importante fracción de los
conservadores. Ospina Pérez era el único dirigente
de ese partido que podía ganar el apoyo liberal y
convocar con legitimidad y fuerza la transformación
de la situación reinante. Gilberto Alzate lo apoyaba
con la esperanza de sucederlo y los liberales espe-
raban regresar, al menos, a la legalidad plena y ¿por
qué no?, a un nuevo “gobierno de unidad nacional”.
Ospina, al mismo tiempo, estaba dispuesto a conce-
der la amnistía a todos los guerrilleros y a propiciar
políticas económicas que favorecieran a los gremios
de la producción y el comercio. Si Gómez combatía
la candidatura de Ospina, la opción por la inter-
vención militar adquiría mayor vigencia: sólo ella
podría recuperar el poder político de los partidos y
detener la violencia.
En la Embajada Americana, la perspectiva del
golpe tampoco era desconocida. La Embajada no
sólo no descartaba su posibilidad concreta a partir
de 1952, sino que … en realidad, lo esperaba: “el
deterioro del orden público mortifica en grado ex-
tremo a los militares”, se dijo en un comunicado6.
Los primeros rumores llegaron a oídos del emba-
jador en abril de ese año. Ante la crisis ministerial
desatada en esa fecha, Urdaneta pensó en nombrar
militares en los ministerios y gobernaciones. De
esta manera, el presidente encargado buscaba
adelantarse a los propósitos de algunos oficiales y
neutralizar su disgusto con posiciones burocráticas.
La decisión retrocedió por la intervención de Alzate
Avendaño, quien detentaba alguna in
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Explicación:
golpe anunciado
La necesidad de superar la desbordante situación de
violencia en que se encontraba el país, de recuperar
para el Estado la funcionalidad de sus instituciones
y de restaurar la legitimidad del sistema, produjo el
golpe militar del 13 de junio de 1953.
Todos lo pedían o esperaban. De manera directa
o indirecta, abierta o embozada, la intervención del
Ejército empezó a ser apreciada por distintos grupos
políticos y económicos. Alfonso López Pumarejo,
en el Partido Liberal, postuló con certeza que si
la violencia no se detenía, podría devorar al país.
Estaba seguro de que el freno a la violencia no era
posible con Laureano Gómez en el poder: el perió-
dico “El Siglo” trataba a los liberales de “bandoleros”
y el gobierno pedía a la dirección del partido que
definiera su rechazo a ellos2. El conflicto, en lugar
de resolverse, parecía extremarse.
Los industriales tampoco estaban a gusto con el
gobierno de Laureano Gómez. Según lo descubrió
Eduardo Sáenz porque los industriales sentían
que las medidas para combatir la inflación ha-
bían precipitado “una verdadera crisis con efectos
deflacionistas”3. En la Asamblea Nacional, realizada
en Cali en abril de 1951, la Asociación Nacional de
Industriales –ANDI– insistió en la “proximidad del
colapso” y su alarma fue trasmitida por el Embaja-
dor americano al Departamento de Estado4. Rafael
Urdaneta, quien reemplazó temporalmente a Lau-
reano cuando éste dejó la presidencia por motivos
de salud, hizo todo lo posible para satisfacer las
demandas de los industriales y visitó las instalacio-
nes de algunas empresas para constatar su estado.
Aunque la mejoría económica fue reconocida un
año después, los industriales continuaron preocu-
pados por la violencia y la “lucha a muerte entre los
partidos”. A la queja se sumó la Federación Nacional
2 El Siglo, enero 28 de 1952.
3 Asociación Nacional de Industriales –ANDI–. Acta 481, marzo 31
de 1951. Citada por Eduardo Sáenz Rovner. (2002). Colombia años
50. Industriales, política y diplomacia, p. 103. Bogotá: Universidad
Nacional.
4 Embajador Beaulac al Secretario de Estado. Abril 27 de 1951. Archivo
Nacional de Estados Unidos en adelante, ANEU. FW 721.00/4-
2751.
de Comerciantes –FENALCO–, quien agregó a ello
su descontento por la limitación del crédito y la
prohibición de las importaciones5.
La oposición de Gómez a la candidatura de Ma-
riano Ospina, oficializada en abril de 1953, confirmó
el temor sobre la continuidad del régimen y acercó
a los militares a una importante fracción de los
conservadores. Ospina Pérez era el único dirigente
de ese partido que podía ganar el apoyo liberal y
convocar con legitimidad y fuerza la transformación
de la situación reinante. Gilberto Alzate lo apoyaba
con la esperanza de sucederlo y los liberales espe-
raban regresar, al menos, a la legalidad plena y ¿por
qué no?, a un nuevo “gobierno de unidad nacional”.
Ospina, al mismo tiempo, estaba dispuesto a conce-
der la amnistía a todos los guerrilleros y a propiciar
políticas económicas que favorecieran a los gremios
de la producción y el comercio. Si Gómez combatía
la candidatura de Ospina, la opción por la inter-
vención militar adquiría mayor vigencia: sólo ella
podría recuperar el poder político de los partidos y
detener la violencia.
En la Embajada Americana, la perspectiva del
golpe tampoco era desconocida. La Embajada no
sólo no descartaba su posibilidad concreta a partir
de 1952, sino que … en realidad, lo esperaba: “el
deterioro del orden público mortifica en grado ex-
tremo a los militares”, se dijo en un comunicado6.
Los primeros rumores llegaron a oídos del emba-
jador en abril de ese año. Ante la crisis ministerial
desatada en esa fecha, Urdaneta pensó en nombrar
militares en los ministerios y gobernaciones. De
esta manera, el presidente encargado buscaba
adelantarse a los propósitos de algunos oficiales y
neutralizar su disgusto con posiciones burocráticas.
La decisión retrocedió por la intervención de Alzate
Avendaño, quien detentaba alguna in