En este artículo se reflexiona e indaga en torno a la capacidad narrativa de la crónica. También se da cuenta de su posibilidad intrínseca de desplegar el concepto de tiempo, de registrarlo y de otorgar certificado de existencia a la vida humana (en sus acciones, hechos, experiencias) por la palabra. Asimismo, se muestra cómo la crónica, en cuanto "género" híbrido, es capaz de mostrar —gracias a la narratividad y a la acción narrativa de los cronistas— los tiempos diversos por los cuales ha transitado la humanidad. Un punto fundacional es la Conquista de América y la tarea encomendada a los cronistas de Indias de mostrar al monarca todo lo nuevo que ellos percibían y veían. Algo así como llevar estos territorios ignotos al rey para que tomara posesión en su imaginario de sus tierras conquistadas. Pero la crónica no se queda ahí y migra, a decir del teórico Walter Mignolo, a otras disciplinas: a la literatura y al periodismo. Y su vigencia se mantiene hasta hoy con los múltiples relatos de cronistas diversos que se pasean en un espacio que no distingue exactamente la realidad de la ficción, pero que por lo mismo enriquece la mirada de quien lo lee. La crónica sigue vigente y será un vehículo narrativo, pues rescata las vidas y les da certificado de existencia en un mundo donde lo fragmentario y lo vertiginoso del tiempo hacen inasibles muchos hechos que no por menores dejan de dar significado a la existencia.
Si uno atiende a la experiencia que se tiene al leer y al aproximarse al relato de la crónica (sea ésta de períodos remotos, cuando la Conquista de América fundaba territorios por la espada y por la palabra, o bien cuando en el fulgor de la Independencia y el advenimiento de los Estados nacionales, de la República, se publicaban periódicos que, en una taxonomía curiosa, daban cuenta de nimios sucesos o de hechos trascendentales en la formación y estabilización de estas incipientes naciones), advertimos que, por lo menos, la crónica desconcierta por su multiplicidad de registros y de tonos.
Respuesta:
En este artículo se reflexiona e indaga en torno a la capacidad narrativa de la crónica. También se da cuenta de su posibilidad intrínseca de desplegar el concepto de tiempo, de registrarlo y de otorgar certificado de existencia a la vida humana (en sus acciones, hechos, experiencias) por la palabra. Asimismo, se muestra cómo la crónica, en cuanto "género" híbrido, es capaz de mostrar —gracias a la narratividad y a la acción narrativa de los cronistas— los tiempos diversos por los cuales ha transitado la humanidad. Un punto fundacional es la Conquista de América y la tarea encomendada a los cronistas de Indias de mostrar al monarca todo lo nuevo que ellos percibían y veían. Algo así como llevar estos territorios ignotos al rey para que tomara posesión en su imaginario de sus tierras conquistadas. Pero la crónica no se queda ahí y migra, a decir del teórico Walter Mignolo, a otras disciplinas: a la literatura y al periodismo. Y su vigencia se mantiene hasta hoy con los múltiples relatos de cronistas diversos que se pasean en un espacio que no distingue exactamente la realidad de la ficción, pero que por lo mismo enriquece la mirada de quien lo lee. La crónica sigue vigente y será un vehículo narrativo, pues rescata las vidas y les da certificado de existencia en un mundo donde lo fragmentario y lo vertiginoso del tiempo hacen inasibles muchos hechos que no por menores dejan de dar significado a la existencia.
Si uno atiende a la experiencia que se tiene al leer y al aproximarse al relato de la crónica (sea ésta de períodos remotos, cuando la Conquista de América fundaba territorios por la espada y por la palabra, o bien cuando en el fulgor de la Independencia y el advenimiento de los Estados nacionales, de la República, se publicaban periódicos que, en una taxonomía curiosa, daban cuenta de nimios sucesos o de hechos trascendentales en la formación y estabilización de estas incipientes naciones), advertimos que, por lo menos, la crónica desconcierta por su multiplicidad de registros y de tonos.