Muchas veces lo que más me engancha a una canción es su letra, repleta de frases a las que se les pueden dar las más variadas interpretaciones e incluso adaptar su significado a la propia vida cuando quien la ha escrito ha logrado expresar con palabras y de manera precisa pensamientos o sentimientos que ya se han experimentado.
Es menester decir que muchas canciones realmente buenas son verdaderas poesías musicalizadas. Y lo más afortunado es encontrarnos con una canción que musical y líricamente sea perfecta, apasionada, e incluso capaz de estremecer a quien la escucha por la emoción que le genera. Me sucede con muchísimas canciones, y una de ellas es De música ligera de Soda Stereo.
Escogí esta canción porque me parece que tiene una letra sencilla y hermosa a la vez, es una auténtica declaración de amor, pero como su música es tan potente y enérgica la letra suele pasar bastante desapercibida.
De música ligera es una canción perteneciente al álbum “Canción animal”, del año 1990, es decir, esta joya musical tiene ya veintiún años de absoluta vigencia. Fue compuesta por el gran Gustavo Cerati. Muchos dicen que esta canción una de las canciones más importantes del rock hispanoamericano. Sea esto cierto o no, está claro que ya es un clásico, y su letra, aunque sea muy corta, merece especial atención.
Ella durmió al calor de las masas y yo desperté queriendo soñarla.
Se trata de dos personas que van en direcciones opuestas, y una de ellas está deseando el encuentro con la otra, quizás hasta se trate de un amor imposible, cosa que con el transcurso del relato parece afianzarse.
Algún tiempo atrás pensé en escribirle que nunca sorteé las trampas del amor
Decía el prestigioso colombianista Raymond L. Williams, en declaraciones dadas en su reciente visita a Cali a La Palabra (1 de julio de 1998), que existen tres tendencias en la narrativa actual colombiana: “Una, más o menos muerta, que llamo la novela tradicional, producida por novelistas comerciales…; otra, más predominante, que concibo como la novela moderna, en la línea iniciada por Héctor Rojas Herazo, García Márquez y Cepeda Samudio en los años 60 y que mantiene su importancia tanto en Colombia como en América Latina. Finalmente, existe una tendencia que algunos llamamos, por su carácter experimental, novela postmoderna”. Entre estos escritores, Williams señala a Philip Potdevin, Rodrigo Parra, Alba Lucía Angel, Orietta Lozano, R. H. Moreno Durán y a Octavio Escobar Giraldo.
En su ponencia presentada en el Encuentro Literatura y Derechos Humanos en Colombia, va más allá el crítico norteamericano y califica a Potdevin y a Escobar Giraldo como a escritores postmodernos postnacionales, porque “en ellos lo nacional es fundamentalmente inconsciente; para ellos, las fronteras nacionales son lo de menos; hay otros intereses y otras actitudes. Ellos son los novelistas innovadores dentro de la narrativa de los años 90”.
Efectivamente, Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962) es uno de los escritores más innovadores y premiados de la actual literatura colombiana. Con una prosa precisa, ágil y limpia, ha sabido dotar a sus textos de una gran riqueza técnica, temática y conceptual, inserta en las tendencias más actuales de la literatura mundial. Sus personajes y paisajes son eminentemente urbanos, cosmopolitas, que destilan al desencanto de este fin de milenio caótico y desesperanzado.
Sus obras publicadas así lo confirman: las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Premio de novela de los II Juegos Florales de Manizales, de la cual acaba de publicarse la segunda edición, y Saide (1995), Primer premio Concurso Nacional de Crónica Negra Ecoe Ediciones de ese año; los libros de cuentos El color del agua (1993), Las láminas más difíciles del álbum (1994), Primer premio V Concurso Nacional de Cuentos Infantiles Confamiliar del Atlántico y La posada del almirante Benbow (1997), Premio de libros de Cuentos V Juegos Florales de Manizales.
Así mismo, ha obtenido otras distinciones literarias, como el Primer Premio del Concurso de Cuento Breve “Ciudad de Samaná” (1990) y del XIII Concurso Nacional de Cuento de la Universidad Metropolitana de Barranquilla (1992) y fue becado en 1997 por Colcultura y el Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de Caldas para un proyecto de novela ya concluido.
Muchas veces lo que más me engancha a una canción es su letra, repleta de frases a las que se les pueden dar las más variadas interpretaciones e incluso adaptar su significado a la propia vida cuando quien la ha escrito ha logrado expresar con palabras y de manera precisa pensamientos o sentimientos que ya se han experimentado.
Es menester decir que muchas canciones realmente buenas son verdaderas poesías musicalizadas. Y lo más afortunado es encontrarnos con una canción que musical y líricamente sea perfecta, apasionada, e incluso capaz de estremecer a quien la escucha por la emoción que le genera. Me sucede con muchísimas canciones, y una de ellas es De música ligera de Soda Stereo.
Escogí esta canción porque me parece que tiene una letra sencilla y hermosa a la vez, es una auténtica declaración de amor, pero como su música es tan potente y enérgica la letra suele pasar bastante desapercibida.
De música ligera es una canción perteneciente al álbum “Canción animal”, del año 1990, es decir, esta joya musical tiene ya veintiún años de absoluta vigencia. Fue compuesta por el gran Gustavo Cerati. Muchos dicen que esta canción una de las canciones más importantes del rock hispanoamericano. Sea esto cierto o no, está claro que ya es un clásico, y su letra, aunque sea muy corta, merece especial atención.
Ella durmió al calor de las masas
y yo desperté queriendo soñarla.
Se trata de dos personas que van en direcciones opuestas, y una de ellas está deseando el encuentro con la otra, quizás hasta se trate de un amor imposible, cosa que con el transcurso del relato parece afianzarse.
Algún tiempo atrás pensé en escribirle
que nunca sorteé las trampas del amor
Decía el prestigioso colombianista Raymond L. Williams, en declaraciones dadas en su reciente visita a Cali a La Palabra (1 de julio de 1998), que existen tres tendencias en la narrativa actual colombiana: “Una, más o menos muerta, que llamo la novela tradicional, producida por novelistas comerciales…; otra, más predominante, que concibo como la novela moderna, en la línea iniciada por Héctor Rojas Herazo, García Márquez y Cepeda Samudio en los años 60 y que mantiene su importancia tanto en Colombia como en América Latina. Finalmente, existe una tendencia que algunos llamamos, por su carácter experimental, novela postmoderna”. Entre estos escritores, Williams señala a Philip Potdevin, Rodrigo Parra, Alba Lucía Angel, Orietta Lozano, R. H. Moreno Durán y a Octavio Escobar Giraldo.
En su ponencia presentada en el Encuentro Literatura y Derechos Humanos en Colombia, va más allá el crítico norteamericano y califica a Potdevin y a Escobar Giraldo como a escritores postmodernos postnacionales, porque “en ellos lo nacional es fundamentalmente inconsciente; para ellos, las fronteras nacionales son lo de menos; hay otros intereses y otras actitudes. Ellos son los novelistas innovadores dentro de la narrativa de los años 90”.
Efectivamente, Octavio Escobar Giraldo (Manizales, 1962) es uno de los escritores más innovadores y premiados de la actual literatura colombiana. Con una prosa precisa, ágil y limpia, ha sabido dotar a sus textos de una gran riqueza técnica, temática y conceptual, inserta en las tendencias más actuales de la literatura mundial. Sus personajes y paisajes son eminentemente urbanos, cosmopolitas, que destilan al desencanto de este fin de milenio caótico y desesperanzado.
Sus obras publicadas así lo confirman: las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Premio de novela de los II Juegos Florales de Manizales, de la cual acaba de publicarse la segunda edición, y Saide (1995), Primer premio Concurso Nacional de Crónica Negra Ecoe Ediciones de ese año; los libros de cuentos El color del agua (1993), Las láminas más difíciles del álbum (1994), Primer premio V Concurso Nacional de Cuentos Infantiles Confamiliar del Atlántico y La posada del almirante Benbow (1997), Premio de libros de Cuentos V Juegos Florales de Manizales.
Así mismo, ha obtenido otras distinciones literarias, como el Primer Premio del Concurso de Cuento Breve “Ciudad de Samaná” (1990) y del XIII Concurso Nacional de Cuento de la Universidad Metropolitana de Barranquilla (1992) y fue becado en 1997 por Colcultura y el Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de Caldas para un proyecto de novela ya concluido.