Como sucede con todos los temas de la agenda periodística, con este hay que comenzar preguntándose el para qué. Se trata de tener claro que uno no trabaja para vender periódicos, ni para obtener fama con noticias de escándalo, sino para beneficio de los que recibirán información, de modo que la ofensa no se repita y el mal se prevenga. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar los datos tienen que ser severamente verificados. Cualquier error le resta credibilidad a la información y anula su potencial de influencia. El lenguaje debe ser digno, pero no inaccesible por lo especializado; la presentación atractiva para llegar a más receptores, y la forma debe estimular más la inteligencia que la curiosidad; con lo que se descartan los relatos y titulares de escándalo que excitan los sentidos y dejan inactiva la inteligencia. Todo esto deja claro que no importa el afán de ofrecer una información contundente, sino la voluntad de servir eficazmente y que son clave, la precisión y los datos que dan la magnitud del mal y del peligro. Cuando esto es claro, la redacción de la nota excluye, por innecesarios, los datos de escándalo. En todo hecho hay datos llamativos y excitantes que, sin embargo, no ayudan a comprender el hecho y que, en cambio, distraen. Habrá casos, también, en que el periodista concluye que el hecho no merece ser contado, por redundante, o por trivial. Otra razón para excluir, es el respeto a la intimidad de la víctima, que tiene derecho a que aspectos de su vida no se vean a la luz pública. En esos casos, si el hecho tiene una alta significación para destacar una tendencia dañina para la sociedad, el periodista da cuenta del hecho, sin nombres ni datos que puedan identificar a la persona afectada.
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Como sucede con todos los temas de la agenda periodística, con este hay que comenzar preguntándose el para qué. Se trata de tener claro que uno no trabaja para vender periódicos, ni para obtener fama con noticias de escándalo, sino para beneficio de los que recibirán información, de modo que la ofensa no se repita y el mal se prevenga. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar los datos tienen que ser severamente verificados. Cualquier error le resta credibilidad a la información y anula su potencial de influencia. El lenguaje debe ser digno, pero no inaccesible por lo especializado; la presentación atractiva para llegar a más receptores, y la forma debe estimular más la inteligencia que la curiosidad; con lo que se descartan los relatos y titulares de escándalo que excitan los sentidos y dejan inactiva la inteligencia. Todo esto deja claro que no importa el afán de ofrecer una información contundente, sino la voluntad de servir eficazmente y que son clave, la precisión y los datos que dan la magnitud del mal y del peligro. Cuando esto es claro, la redacción de la nota excluye, por innecesarios, los datos de escándalo. En todo hecho hay datos llamativos y excitantes que, sin embargo, no ayudan a comprender el hecho y que, en cambio, distraen. Habrá casos, también, en que el periodista concluye que el hecho no merece ser contado, por redundante, o por trivial. Otra razón para excluir, es el respeto a la intimidad de la víctima, que tiene derecho a que aspectos de su vida no se vean a la luz pública. En esos casos, si el hecho tiene una alta significación para destacar una tendencia dañina para la sociedad, el periodista da cuenta del hecho, sin nombres ni datos que puedan identificar a la persona afectada.
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