Carlomagno, pese a ser un hombre de deficiente instrucción que apenas si dominaba el latín, tuvo la inteligencia política como para saber que, sin un basamento cultural, sus sueños imperiales no prosperarían. Su consigna de restaurar el poder de la antigua Roma no era suficiente como para unir y movilizar a pueblos culturalmente tan distintos. El emperador sabía que necesitaba impulsar una actividad ideológica que galvanizase la vastedad imperial y, para ello, centralizó el poder en su persona. Tras establecer una sólida alianza con la Iglesia de Roma, movilizó al clero, definió sus jerarquías y potestades territoriales y organizó una jerarquizada red de funcionarios.
Con igual claridad se planteó forjar una organización cultural sólida y coherente, que irradiase desde la corte una propuesta intelectual que entusiasmase a los pueblos que sus guerreros habían sometido. Carlomagno sabía perfectamente que la victoria final no consistía en aniquilar al enemigo, sino en derrotarlo y, luego, ganarlo para un ideario común.
Carlomagno contra los sarracenos en Hispania
El ejército de Carlomagno contra los sarracenos en Hispania
Para llevar adelante su programa imperial, Carlomagno comprendió que no le bastaba con rodearse de los hombres más sabios de su época y escuchar sus consejos. Los esfuerzos personales de Boecio, Casiodoro e Isidoro necesitaban de una organización consciente y poderosa que aglutinase su labor cultural y repercutiese en todo el ámbito de la cristiandad occidental.
Se suele coincidir en que el llamado Renacimiento Carolingio se desarrolló a través de dos grandes períodos: el primero, que duró hasta la muerte de Carlomagno, se caracterizó por su espíritu emprendedor y pionero y por el entusiasmo de quienes tomaron parte en la gran empresa cultural; el segundo, maduro y brillante, se extendió hasta la muerte de Carlos el Calvo (877).
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Carlomagno, pese a ser un hombre de deficiente instrucción que apenas si dominaba el latín, tuvo la inteligencia política como para saber que, sin un basamento cultural, sus sueños imperiales no prosperarían. Su consigna de restaurar el poder de la antigua Roma no era suficiente como para unir y movilizar a pueblos culturalmente tan distintos. El emperador sabía que necesitaba impulsar una actividad ideológica que galvanizase la vastedad imperial y, para ello, centralizó el poder en su persona. Tras establecer una sólida alianza con la Iglesia de Roma, movilizó al clero, definió sus jerarquías y potestades territoriales y organizó una jerarquizada red de funcionarios.
Con igual claridad se planteó forjar una organización cultural sólida y coherente, que irradiase desde la corte una propuesta intelectual que entusiasmase a los pueblos que sus guerreros habían sometido. Carlomagno sabía perfectamente que la victoria final no consistía en aniquilar al enemigo, sino en derrotarlo y, luego, ganarlo para un ideario común.
Carlomagno contra los sarracenos en Hispania
El ejército de Carlomagno contra los sarracenos en Hispania
Para llevar adelante su programa imperial, Carlomagno comprendió que no le bastaba con rodearse de los hombres más sabios de su época y escuchar sus consejos. Los esfuerzos personales de Boecio, Casiodoro e Isidoro necesitaban de una organización consciente y poderosa que aglutinase su labor cultural y repercutiese en todo el ámbito de la cristiandad occidental.
Se suele coincidir en que el llamado Renacimiento Carolingio se desarrolló a través de dos grandes períodos: el primero, que duró hasta la muerte de Carlomagno, se caracterizó por su espíritu emprendedor y pionero y por el entusiasmo de quienes tomaron parte en la gran empresa cultural; el segundo, maduro y brillante, se extendió hasta la muerte de Carlos el Calvo (877).
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