La corrupción, esa lacra que no cesa. Basta con hojear páginas de un periódico para ver cómo los escándalos se suceden y están al orden del día. Según un reciente barómetro del CIS, casi nueve de cada diez encuestados creen que es una práctica “bastante” o “muy extendida”. El 24% considera a los políticos como “uno de los grandes males de España”. Pero lo que pocos imaginan es que es un mal antiguo. Tan antiguo como el ser humano. ¿Y si la corrupción formara parte de nuestra naturaleza?
La corrupta antigüedad ¿Cuál fue el primer caso documentado de corrupción? Difícil saberlo. Algunos historiadores se remontan hasta el reinado de Ramsés IX, 1100 a.C., en Egipto. Un tal Peser, antiguo funcionario del faraón, denunció en un documento los negocios sucios de otro funcionario que se había asociado con una banda de profanadores de tumbas, que, como diríamos hoy... ¡hacían los egipcios! Los griegos tampoco tenían un comportamiento ejemplar. En el año 324 a.C. Demóstenes, acusado de haberse apoderado de las sumas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro, fue condenado y obligado a huir. Y Pericle, conocido como el Incorruptible, fue acusado de haber especulado sobre los trabajos de construcción del Partenón.
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La corrupción, esa lacra que no cesa. Basta con hojear páginas de un periódico para ver cómo los escándalos se suceden y están al orden del día. Según un reciente barómetro del CIS, casi nueve de cada diez encuestados creen que es una práctica “bastante” o “muy extendida”. El 24% considera a los políticos como “uno de los grandes males de España”. Pero lo que pocos imaginan es que es un mal antiguo. Tan antiguo como el ser humano. ¿Y si la corrupción formara parte de nuestra naturaleza?
La corrupta antigüedad ¿Cuál fue el primer caso documentado de corrupción? Difícil saberlo. Algunos historiadores se remontan hasta el reinado de Ramsés IX, 1100 a.C., en Egipto. Un tal Peser, antiguo funcionario del faraón, denunció en un documento los negocios sucios de otro funcionario que se había asociado con una banda de profanadores de tumbas, que, como diríamos hoy... ¡hacían los egipcios! Los griegos tampoco tenían un comportamiento ejemplar. En el año 324 a.C. Demóstenes, acusado de haberse apoderado de las sumas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro, fue condenado y obligado a huir. Y Pericle, conocido como el Incorruptible, fue acusado de haber especulado sobre los trabajos de construcción del Partenón.