La conciencia puede convertirse en una guía insegura, y como tal, puede engañarnos, a menos que se la eduque según normas justas, de acuerdo con la verdad.
El ambiente, las costumbres, la adoración y los hábitos pueden educar erróneamente la conciencia.
Al amparo de estas normas o valores erróneos, la conciencia podría equivocarse al juzgar lo correcto o incorrecto de un asunto.
Un ejemplo que lo ilustra aparece en Juan 16:2, donde Jesús predijo que los hombres matarían incluso a los siervos de Dios pensando que le estaban rindiendo un servicio. Saulo (más tarde el apóstol Pablo) partió con propósitos criminales contra los discípulos de Cristo, convencido de que estaba sirviendo a Dios con celo.
Los judíos, notablemente extraviados, lucharon contra Dios debido a su falta de aprecio por Su Palabra.( lea Ro 10:2, 3)
Tan solo una conciencia educada de manera adecuada por la Palabra de Dios puede evaluar y rectificar con corrección los asuntos de la vida.
Para este fin hemos de tener normas (2Ti 3:16; Heb 4:12.) rectas y estables: las normas de Dios.
La conciencia puede convertirse en una guía insegura, y como tal, puede engañarnos, a menos que se la eduque según normas justas, de acuerdo con la verdad.
El ambiente, las costumbres, la adoración y los hábitos pueden educar erróneamente la conciencia.
Al amparo de estas normas o valores erróneos, la conciencia podría equivocarse al juzgar lo correcto o incorrecto de un asunto.
Un ejemplo que lo ilustra aparece en Juan 16:2, donde Jesús predijo que los hombres matarían incluso a los siervos de Dios pensando que le estaban rindiendo un servicio. Saulo (más tarde el apóstol Pablo) partió con propósitos criminales contra los discípulos de Cristo, convencido de que estaba sirviendo a Dios con celo.
Los judíos, notablemente extraviados, lucharon contra Dios debido a su falta de aprecio por Su Palabra.( lea Ro 10:2, 3)
Tan solo una conciencia educada de manera adecuada por la Palabra de Dios puede evaluar y rectificar con corrección los asuntos de la vida.
Para este fin hemos de tener normas (2Ti 3:16; Heb 4:12.) rectas y estables: las normas de Dios.