Así, está comprobado que los hombres casados tienen mejor salud que las mujeres casadas, a diferencia de las solteras, que gozan de mejor salud que los solteros, tanto él como ella, no los perciben como desigualdades, piensan que ambos son iguales y creen que el hecho de emparejarse no les va a afectar en sus vidas cotidianas.
Otro importante factor de riesgo para la salud de las mujeres es tener dos o más hijos/as, lo cual no afecta de la misma forma a los hombres. Ello es debido a la diferencia que se asume en las cargas de trabajo de la crianza y en el diferente significado de la maternidad y la paternidad tradicionales.
En este modelo tradicional, las cargas de la crianza de los hijos e hijas, recaen en las mujeres, que deben realizar un sobre-esfuerzo físico y emocional en las múltiples tareas de los cuidados.
Sin embargo, los hombres representan una paternidad nominal y social, libre de las tareas de cuidados y de las culpas que esto conlleva. Por la misma construcción de género, el significado de las/os hijas/os es distinto en el ideal de masculinidad y feminidad. Para las mujeres, los hijos e hijas forman parte de su integridad, del núcleo de su ser, lo que no ocurre, de igual manera e intensidad, en el caso de los hombres. Dichos aspectos psicosociales de género, influyen diferencialmente en la salud de padres y madres, provocando la peor salud de las mujeres.
Para entender el complejo entramado de las relaciones de pareja tradicional, partimos del análisis crítico de las ideas impuestas machaconamente en nuestra sociedad para el adiestramiento de género de las mujeres sobre el modelo del “Amor Romántico” Dependemos, mucho más de lo que la mayoría de nosotras desearía, de que otros y otras nos quieran, viviendo centradas en las vidas y necesidades de nuestra pareja y de nuestros hijos e hijas. Aspectos muy bien desarrollados por las psicólogas del Espacio de Salud Entre Nosotras, en los artículos “Renuncio a mi en nombre del amor” y “Dependencias afectivas en las relaciones de pareja”
Según nuestra experiencia terapéutica, para un gran número de mujeres, estas relaciones llegan a ser “adictivas” y excluyentes, de forma que, en algunos momentos de su vida, se sienten atrapadas y en un callejón sin salida. Experimentan lo que en AMS hemos denominado un Trastorno Psicosocial de Género (TPSG), que se manifiesta en forma de Depresión de Género o de un Síndrome de Género (nº XXVIII y XXIX de La Boletina)
En el artículo “La atadura invisible”, se van mostrando causas y consecuencias de incorporar y vivir modelos de relaciones de pareja en desigualdad, así como se van desgranando y visibilizando las trampas, los mitos, las creencias amorosas y los “enganches” que emergen en las rupturas de estas relaciones enfermizas y desiguales.
La salida a esta encrucijada, no es fácil, es necesario mucho trabajo personal, mucho dolor y mucha valentía, para llegar a ser conscientes de las insanas consecuencias de las relaciones de pareja patriarcales, y encontrar formas de establecer nuevos modelos de relación de pareja, como queda reflejado en el artículo “Espacio personal y espacio compartido”.
Finalmente, en el artículo “La custodia compartida obligada, otra forma de Violencia de Género”, desenmascaramos los falsos discursos y las argucias empleadas por el movimiento neomachista que reivindica “paternidades igualitarias”, porque, según dicen estos hombres, quieren dedicarse, “en igualdad” con las madres, a cuidar a sus hijas e hijos. Reivindicaciones que en la teoría quedan muy bien, pero que la realidad de los datos desmiente. La característica común es que son padres que, durante la convivencia, argumentaban que no podían responsabilizarse de estos cuidados por falta de tiempo y no poseer las habilidades necesarias. Muchos de ellos, incluso han ejercido violencia de género sobre sus mujeres e hijas e hijos. Sin embargo, sólo después del divorcio, es cuando reclaman su derecho a ejercer su paternidad y cuidarlos “en igualdad”. Al parecer, ahora si disponen de tiempo y de las habilidades de cuidadores…
Visibilizamos también, las consecuencias traumáticas que se producen en las vidas de las madres, hijos e hijas, cuando en las separaciones y divorcios conflictivos, se les impone judicialmente la, mal llamada, custodia compartida, o cuando se acusa a las madres de alienadoras y culpables del falso síndrome de Alienación parental (SAP).
Respuesta:
Así, está comprobado que los hombres casados tienen mejor salud que las mujeres casadas, a diferencia de las solteras, que gozan de mejor salud que los solteros, tanto él como ella, no los perciben como desigualdades, piensan que ambos son iguales y creen que el hecho de emparejarse no les va a afectar en sus vidas cotidianas.
Otro importante factor de riesgo para la salud de las mujeres es tener dos o más hijos/as, lo cual no afecta de la misma forma a los hombres. Ello es debido a la diferencia que se asume en las cargas de trabajo de la crianza y en el diferente significado de la maternidad y la paternidad tradicionales.
En este modelo tradicional, las cargas de la crianza de los hijos e hijas, recaen en las mujeres, que deben realizar un sobre-esfuerzo físico y emocional en las múltiples tareas de los cuidados.
Sin embargo, los hombres representan una paternidad nominal y social, libre de las tareas de cuidados y de las culpas que esto conlleva. Por la misma construcción de género, el significado de las/os hijas/os es distinto en el ideal de masculinidad y feminidad. Para las mujeres, los hijos e hijas forman parte de su integridad, del núcleo de su ser, lo que no ocurre, de igual manera e intensidad, en el caso de los hombres. Dichos aspectos psicosociales de género, influyen diferencialmente en la salud de padres y madres, provocando la peor salud de las mujeres.
Para entender el complejo entramado de las relaciones de pareja tradicional, partimos del análisis crítico de las ideas impuestas machaconamente en nuestra sociedad para el adiestramiento de género de las mujeres sobre el modelo del “Amor Romántico” Dependemos, mucho más de lo que la mayoría de nosotras desearía, de que otros y otras nos quieran, viviendo centradas en las vidas y necesidades de nuestra pareja y de nuestros hijos e hijas. Aspectos muy bien desarrollados por las psicólogas del Espacio de Salud Entre Nosotras, en los artículos “Renuncio a mi en nombre del amor” y “Dependencias afectivas en las relaciones de pareja”
Según nuestra experiencia terapéutica, para un gran número de mujeres, estas relaciones llegan a ser “adictivas” y excluyentes, de forma que, en algunos momentos de su vida, se sienten atrapadas y en un callejón sin salida. Experimentan lo que en AMS hemos denominado un Trastorno Psicosocial de Género (TPSG), que se manifiesta en forma de Depresión de Género o de un Síndrome de Género (nº XXVIII y XXIX de La Boletina)
En el artículo “La atadura invisible”, se van mostrando causas y consecuencias de incorporar y vivir modelos de relaciones de pareja en desigualdad, así como se van desgranando y visibilizando las trampas, los mitos, las creencias amorosas y los “enganches” que emergen en las rupturas de estas relaciones enfermizas y desiguales.
La salida a esta encrucijada, no es fácil, es necesario mucho trabajo personal, mucho dolor y mucha valentía, para llegar a ser conscientes de las insanas consecuencias de las relaciones de pareja patriarcales, y encontrar formas de establecer nuevos modelos de relación de pareja, como queda reflejado en el artículo “Espacio personal y espacio compartido”.
Finalmente, en el artículo “La custodia compartida obligada, otra forma de Violencia de Género”, desenmascaramos los falsos discursos y las argucias empleadas por el movimiento neomachista que reivindica “paternidades igualitarias”, porque, según dicen estos hombres, quieren dedicarse, “en igualdad” con las madres, a cuidar a sus hijas e hijos. Reivindicaciones que en la teoría quedan muy bien, pero que la realidad de los datos desmiente. La característica común es que son padres que, durante la convivencia, argumentaban que no podían responsabilizarse de estos cuidados por falta de tiempo y no poseer las habilidades necesarias. Muchos de ellos, incluso han ejercido violencia de género sobre sus mujeres e hijas e hijos. Sin embargo, sólo después del divorcio, es cuando reclaman su derecho a ejercer su paternidad y cuidarlos “en igualdad”. Al parecer, ahora si disponen de tiempo y de las habilidades de cuidadores…
Visibilizamos también, las consecuencias traumáticas que se producen en las vidas de las madres, hijos e hijas, cuando en las separaciones y divorcios conflictivos, se les impone judicialmente la, mal llamada, custodia compartida, o cuando se acusa a las madres de alienadoras y culpables del falso síndrome de Alienación parental (SAP).