Nos encontramos en lo que hemos dado en llamar sociedad de la información, en un mundo globalizado en el que las posibilidades tecnológicas aumentan infinitamente los espacios de almacenamiento de la memoria individual y colectiva de la humanidad, facilitan la organización de las ideas y memoria, hacen vertiginosa la búsqueda de la información, relacionan los datos y documentos en tiempos cada vez más cortos y operan con millones de informaciones en tiempos vertiginosos.
Las teorías cognitivas, por otra parte, aportan a la humanidad conceptos y reflexiones que obligan a desarrollar profundamente comportamientos nuevos de cara a la resolución de problemas humanos. Uno, importante, definitivo, es el concepto de proceso integrador de la mente humana, su relación con el entorno y el estudio de los códigos que permiten a cada individuo aprender, almacenar información, recuperarla, transferirla a situaciones complejas y crear nuevas situaciones del pensamiento.
Y finalmente, el cambio en la estructura laboral y económica, la movilidad de profesionales en todo el mundo, los puestos de trabajo «on line» y el autoempleo, las nueva necesidades técnicas y tecnológicas, imponen el estudio y análisis de un nuevo sentido a la vida laboral y profesional en todo el planeta.
Los profesores nos encontramos, en suma, inmersos en una sociedad que nos exige preparación, no solamente en los contenidos tradicionales, sino también en todo aquello que tiene que ver con el impacto global y mediático que proporcionan las nuevas tecnologías de información, la educación y la comunicación.
Las experiencias del aprender y del enseñar se hacen más ricas cuando se convierten en actividades compartidas, integrando las experiencias de otras personas, ya sea oralmente, por escrito, personalmente o a través de redes. La velocidad de las máquinas, la capacidad de almacenar información de la era digital, la velocidad y eficacia en la búsqueda, provocan más rápidamente los saltos intuitivos, necesarios para el aprendizaje.
A la conexión total de experiencias e ideas Levy (1994) las denomina «inteligencia colectiva» y Kerckhove (1997) «inteligencias en conexión», porque establecen, facilitado por las comunicaciones en red, un proceso doble, que suma o acumula las experiencias y memorias de la gente en una especie de cerebro mundial, global, al que por otra parte cada cerebro individual se acomoda, se integra en sí mismo (Martínez-Salanova 2001) se reacondiciona y reorganiza tomando las pautas de este nuevo sistema.
La memoria digital, por llamar de alguna forma a la que nos procura la informatización de los conocimientos proporciona mayores posibilidades creativas, ya que existen mayores medios para establecer sinapsis, conexiones no solamente entre las neuronas de un mismo individuo, sino con las incalculables informaciones que cada individuo puede almacenar en su memoria propia, en la memoria de su ordenador o las que puede buscar por la red.
Nos encontramos en lo que hemos dado en llamar sociedad de la información, en un mundo globalizado en el que las posibilidades tecnológicas aumentan infinitamente los espacios de almacenamiento de la memoria individual y colectiva de la humanidad, facilitan la organización de las ideas y memoria, hacen vertiginosa la búsqueda de la información, relacionan los datos y documentos en tiempos cada vez más cortos y operan con millones de informaciones en tiempos vertiginosos.
Las teorías cognitivas, por otra parte, aportan a la humanidad conceptos y reflexiones que obligan a desarrollar profundamente comportamientos nuevos de cara a la resolución de problemas humanos. Uno, importante, definitivo, es el concepto de proceso integrador de la mente humana, su relación con el entorno y el estudio de los códigos que permiten a cada individuo aprender, almacenar información, recuperarla, transferirla a situaciones complejas y crear nuevas situaciones del pensamiento.
Y finalmente, el cambio en la estructura laboral y económica, la movilidad de profesionales en todo el mundo, los puestos de trabajo «on line» y el autoempleo, las nueva necesidades técnicas y tecnológicas, imponen el estudio y análisis de un nuevo sentido a la vida laboral y profesional en todo el planeta.
Los profesores nos encontramos, en suma, inmersos en una sociedad que nos exige preparación, no solamente en los contenidos tradicionales, sino también en todo aquello que tiene que ver con el impacto global y mediático que proporcionan las nuevas tecnologías de información, la educación y la comunicación.
Las experiencias del aprender y del enseñar se hacen más ricas cuando se convierten en actividades compartidas, integrando las experiencias de otras personas, ya sea oralmente, por escrito, personalmente o a través de redes. La velocidad de las máquinas, la capacidad de almacenar información de la era digital, la velocidad y eficacia en la búsqueda, provocan más rápidamente los saltos intuitivos, necesarios para el aprendizaje.
A la conexión total de experiencias e ideas Levy (1994) las denomina «inteligencia colectiva» y Kerckhove (1997) «inteligencias en conexión», porque establecen, facilitado por las comunicaciones en red, un proceso doble, que suma o acumula las experiencias y memorias de la gente en una especie de cerebro mundial, global, al que por otra parte cada cerebro individual se acomoda, se integra en sí mismo (Martínez-Salanova 2001) se reacondiciona y reorganiza tomando las pautas de este nuevo sistema.
La memoria digital, por llamar de alguna forma a la que nos procura la informatización de los conocimientos proporciona mayores posibilidades creativas, ya que existen mayores medios para establecer sinapsis, conexiones no solamente entre las neuronas de un mismo individuo, sino con las incalculables informaciones que cada individuo puede almacenar en su memoria propia, en la memoria de su ordenador o las que puede buscar por la red.