La globalización no explica a plenitud este fenómeno. El hombre se siente, ahora más que nunca, como un ser universal. Es cada vez mayor el número de Constituciones que proclaman como objetivo primordial del Estado la protección y garantía de los derechos humanos. Ya en 1998, Kofi Anan decía que la ONU debe procurar el progreso integral del ser humano. No en vano luchadores por la dignidad como Nelson Mandela, la birmana Aung San Suu Kyi o el rebelde chino Liu Xiaobo han recibido universal reconocimiento. Parecería que emerge un culto a los valores de la persona que anuncia el retorno del humanismo.
Al mismo tiempo, hay problemas que interesan a todos porque ha surgido un sentido común de pertenencia sobre el planeta. La ONU ha llamado la atención hacia estos temas globales. Por eso se convocaron conferencias cumbres sobre la pobreza, los derechos humanos, el medioambiente, los derechos de la mujer, del niño, el hábitat, la alimentación.
El enfrentamiento de las civilizaciones puede no ser otra cosa que el doloroso proceso de parto de una nueva sociedad universal que aún no encuentra el camino para expresar sus diversidades sin herir y sin pretender imponer criterios o concepciones culturales diversas. Sin duda, el progreso tecnológico ha jugado un papel determinante.
Vaklav Havel, ese gran humanista checo, hablaba de la progresiva coincidencia de las actitudes de la juventud, en cualquier parte del mundo. Muchos conciben este fenómeno como el resultado indeseable de un “imperialismo cultural” y probablemente tienen razón al condenar esa uniformidad creciente. Otros lo ven como el camino que recorre la raza humana en su constante esfuerzo por armonizar sus componentes culturales. ¿Es parte de la búsqueda de la síntesis hegeliana entre dos posiciones antagónicas?
La actual crisis europea nos da una lección. No hablamos del fenómeno económico, preocupante y grave, sino de cómo lo que ocurre en un país pequeño como Grecia puede poner en peligro todo el complejo trabajo de unificación y coordinación continental. Esto demuestra, que los países no pueden entender su soberanía como el derecho a practicar políticas que dejen de lado los intereses supranacionales. El auténtico bien común ya no es nacional sino supranacional. El patriota canciller ecuatoriano Carlos Tobar que dijo algo parecido hace 50 años, ya no sería censurado, como lo fue entonces.
Todo esto nos demuestra que hay razones para abogar decididamente por el imperio de la tolerancia. Esa es la clave del buen vivir en el seno de una sociedad . Ya lo dijo Benito Juárez: la paz es el respeto al derecho ajeno.
Respuesta:
Corona please :3
Explicación:
La globalización no explica a plenitud este fenómeno. El hombre se siente, ahora más que nunca, como un ser universal. Es cada vez mayor el número de Constituciones que proclaman como objetivo primordial del Estado la protección y garantía de los derechos humanos. Ya en 1998, Kofi Anan decía que la ONU debe procurar el progreso integral del ser humano. No en vano luchadores por la dignidad como Nelson Mandela, la birmana Aung San Suu Kyi o el rebelde chino Liu Xiaobo han recibido universal reconocimiento. Parecería que emerge un culto a los valores de la persona que anuncia el retorno del humanismo.
Al mismo tiempo, hay problemas que interesan a todos porque ha surgido un sentido común de pertenencia sobre el planeta. La ONU ha llamado la atención hacia estos temas globales. Por eso se convocaron conferencias cumbres sobre la pobreza, los derechos humanos, el medioambiente, los derechos de la mujer, del niño, el hábitat, la alimentación.
El enfrentamiento de las civilizaciones puede no ser otra cosa que el doloroso proceso de parto de una nueva sociedad universal que aún no encuentra el camino para expresar sus diversidades sin herir y sin pretender imponer criterios o concepciones culturales diversas. Sin duda, el progreso tecnológico ha jugado un papel determinante.
Vaklav Havel, ese gran humanista checo, hablaba de la progresiva coincidencia de las actitudes de la juventud, en cualquier parte del mundo. Muchos conciben este fenómeno como el resultado indeseable de un “imperialismo cultural” y probablemente tienen razón al condenar esa uniformidad creciente. Otros lo ven como el camino que recorre la raza humana en su constante esfuerzo por armonizar sus componentes culturales. ¿Es parte de la búsqueda de la síntesis hegeliana entre dos posiciones antagónicas?
La actual crisis europea nos da una lección. No hablamos del fenómeno económico, preocupante y grave, sino de cómo lo que ocurre en un país pequeño como Grecia puede poner en peligro todo el complejo trabajo de unificación y coordinación continental. Esto demuestra, que los países no pueden entender su soberanía como el derecho a practicar políticas que dejen de lado los intereses supranacionales. El auténtico bien común ya no es nacional sino supranacional. El patriota canciller ecuatoriano Carlos Tobar que dijo algo parecido hace 50 años, ya no sería censurado, como lo fue entonces.
Todo esto nos demuestra que hay razones para abogar decididamente por el imperio de la tolerancia. Esa es la clave del buen vivir en el seno de una sociedad . Ya lo dijo Benito Juárez: la paz es el respeto al derecho ajeno.