Un caso paradigmático es Siracusa, en el siglo V, una ciudad en la isla de Sicilia. Aristóteles sugiere en un apartado de su Política que Siracusa fue una democracia (mientras que en otro más bien parece pensar que Siracusa tiene una mezcla de gobierno oligárquico con democrático1). Una de las razones que puede explicar esta opacidad en lo que se entendió por democracia se le atribuye al hecho de que esta no surgió acompañada de una sólida teorización. La democracia moderna, aquella que surge a partir de los siglos XVII y XVIII, fue en muchos casos precedida por elaboraciones teóricas profundas. No se pueden entender las democracias inglesa, francesa y americana sin el cúmulo de obras teóricas que impulsaron y siguieron los cambios históricos y sociales.
En contraste con esto, la democracia griega fue ante todo un fenómeno histórico que surgió en el contexto de luchas específicas atadas a circunstancias particulares. Por diferentes razones e intereses, el pueblo adquiría mayores derechos y participación, sin que se pueda hablar de un movimiento guiado por un conjunto claro de principios e ideales. Ello no significa que no haya una reflexión teórica, pero no se condensa en tratados u obras especializadas, lo cual lleva a otra peculiaridad: la teoría de la democracia griega no fue realizada en mayor parte por sus inspiradores o admiradores. No hay un Montesquieu o un Kant meditando sobre ideas fundamentales de la democracia como la libertad o la autonomía. Las grandes reflexiones sobre la democracia que se nos transmitieron provienen de autores que incluso fueron enemigos de la democracia, que sintieron auténtica antipatía por muchos de los principios democráticos.
Este hecho implica que no hay una visión equilibrada y que las críticas no se pueden balancear con una defensa, más bien nos enteramos de la defensa indirectamente, en la medida en que los autores las referencian en sus ataques. Ahora bien, una vez clara la amplitud y complejidad de la democracia griega, vale decir que el objeto de estudio de la mayoría de investigaciones sobre la democracia griega es el modelo ateniense en su forma más madura y radical. Estudios sobre otras configuraciones democráticas en otras ciudades griegas existen, pero son más bien ocasionales y no vienen de fuentes propias. Algo sabemos de las discusiones por fuentes indirectas como Tucídides al reseñar, por ejemplo, la sociedad siciliana en contextos que solo tangencialmente tienen que ver con teoría de la democracia. Por ello, en este trabajo me concentraré en la teoría sobre la democracia ateniense, y se debe entender que los análisis no abarcan el amplio espectro de configuraciones democráticas de la antigua Grecia.
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Un caso paradigmático es Siracusa, en el siglo V, una ciudad en la isla de Sicilia. Aristóteles sugiere en un apartado de su Política que Siracusa fue una democracia (mientras que en otro más bien parece pensar que Siracusa tiene una mezcla de gobierno oligárquico con democrático1). Una de las razones que puede explicar esta opacidad en lo que se entendió por democracia se le atribuye al hecho de que esta no surgió acompañada de una sólida teorización. La democracia moderna, aquella que surge a partir de los siglos XVII y XVIII, fue en muchos casos precedida por elaboraciones teóricas profundas. No se pueden entender las democracias inglesa, francesa y americana sin el cúmulo de obras teóricas que impulsaron y siguieron los cambios históricos y sociales.
En contraste con esto, la democracia griega fue ante todo un fenómeno histórico que surgió en el contexto de luchas específicas atadas a circunstancias particulares. Por diferentes razones e intereses, el pueblo adquiría mayores derechos y participación, sin que se pueda hablar de un movimiento guiado por un conjunto claro de principios e ideales. Ello no significa que no haya una reflexión teórica, pero no se condensa en tratados u obras especializadas, lo cual lleva a otra peculiaridad: la teoría de la democracia griega no fue realizada en mayor parte por sus inspiradores o admiradores. No hay un Montesquieu o un Kant meditando sobre ideas fundamentales de la democracia como la libertad o la autonomía. Las grandes reflexiones sobre la democracia que se nos transmitieron provienen de autores que incluso fueron enemigos de la democracia, que sintieron auténtica antipatía por muchos de los principios democráticos.
Este hecho implica que no hay una visión equilibrada y que las críticas no se pueden balancear con una defensa, más bien nos enteramos de la defensa indirectamente, en la medida en que los autores las referencian en sus ataques. Ahora bien, una vez clara la amplitud y complejidad de la democracia griega, vale decir que el objeto de estudio de la mayoría de investigaciones sobre la democracia griega es el modelo ateniense en su forma más madura y radical. Estudios sobre otras configuraciones democráticas en otras ciudades griegas existen, pero son más bien ocasionales y no vienen de fuentes propias. Algo sabemos de las discusiones por fuentes indirectas como Tucídides al reseñar, por ejemplo, la sociedad siciliana en contextos que solo tangencialmente tienen que ver con teoría de la democracia. Por ello, en este trabajo me concentraré en la teoría sobre la democracia ateniense, y se debe entender que los análisis no abarcan el amplio espectro de configuraciones democráticas de la antigua Grecia.