ResumenHasta hace poco tiempo, rara vez se debatía sobre el sonrojo social en la literatura médica. Se le consideraba solo una reacción fisiológica normal y ocasional, provocada por situaciones sociales. Esto ha cambiado en años recientes pues se le presta cada vez mayor atención, ya sea en el contexto del trastorno de ansiedad social o por derecho propio. Algunos argumentan que sonrojarse tiene valor adaptativo y que por lo tanto no tiene sentido tratar a las personas que se sonrojan, visión que no compartimos porque la experiencia de ruborizarse no es igual en todos los individuos y porque los que consultan lo hacen debido a que las sucesivas experiencias de rubor van minando su calidad de vida. Más aún, el que un síntoma sea adaptativo no lo pone fuera del ámbito de la medicina. Al contrario: hay numerosos síntomas que tratamos los médicos, desagradables para el individuo -el dolor y los vómitos son buenos ejemplos-, los cuales pueden considerarse adaptativos y sin embargo pocos podrían en duda la legitimidad de tratarlos. Lo mismo es válido para el sonrojo. Reconocer su potencial valor adaptativo no hace ilegítimo su tratamiento. El sufrimiento de aquellos que se sonrojan fácilmente y buscan ayuda por ello, justifica los intentos de encontrar modos de ayudarlos. Este texto subraya la necesidad de distinguir entre el sonrojo social normal y el sonrojo social patológico y, a la vez, revisa los tratamientos actualmente disponibles para las personas que consultan por esta condición.
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ResumenHasta hace poco tiempo, rara vez se debatía sobre el sonrojo social en la literatura médica. Se le consideraba solo una reacción fisiológica normal y ocasional, provocada por situaciones sociales. Esto ha cambiado en años recientes pues se le presta cada vez mayor atención, ya sea en el contexto del trastorno de ansiedad social o por derecho propio. Algunos argumentan que sonrojarse tiene valor adaptativo y que por lo tanto no tiene sentido tratar a las personas que se sonrojan, visión que no compartimos porque la experiencia de ruborizarse no es igual en todos los individuos y porque los que consultan lo hacen debido a que las sucesivas experiencias de rubor van minando su calidad de vida. Más aún, el que un síntoma sea adaptativo no lo pone fuera del ámbito de la medicina. Al contrario: hay numerosos síntomas que tratamos los médicos, desagradables para el individuo -el dolor y los vómitos son buenos ejemplos-, los cuales pueden considerarse adaptativos y sin embargo pocos podrían en duda la legitimidad de tratarlos. Lo mismo es válido para el sonrojo. Reconocer su potencial valor adaptativo no hace ilegítimo su tratamiento. El sufrimiento de aquellos que se sonrojan fácilmente y buscan ayuda por ello, justifica los intentos de encontrar modos de ayudarlos. Este texto subraya la necesidad de distinguir entre el sonrojo social normal y el sonrojo social patológico y, a la vez, revisa los tratamientos actualmente disponibles para las personas que consultan por esta condición.
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