Con relativa frecuencia en el transcurso de una conversación se escuchan afirmaciones en la que los interlocutores enfáticamente hace referencia a “su filosofía”, así, “su filosofía le dice tal, o cual cosa”, o su filosofía le permite o no le permite hacer tal o cual cosa”, o “a partir de mi filosofía sostengo tal posición”, es decir, la gente afirma que tiene una filosofía propia. Pero, ¿qué se quiere decir cuando se afirma que se posee una filosofía propia? Si radicalmente cada persona poseyera una filosofía propia, producto de intelecto, de su reflexión, entendiendo por ésta como una posición diferente ante la vida que le hace actuar en consecuencia, sin lugar a dudas sería imposible cualquier intento de diálogo, de compartir experiencias, de convivencia. Si todos los humanos tuviéramos que elaborar una filosofía propia nos encontraríamos ante una tarea por demás imposible de sistematizar. Cuando se afirma que se tiene una filosofía propia en la práctica se está reconociendo que es importante tener unos fundamentos, principios básicos que armonicen y organicen la propia visión del mundo, ideas que sustenten el orden que queremos que exista. Se reconoce, por tanto, que se tiene aversión a un mundo que carezca de comprensión, de lógica, en donde las ideas y la conducta humana no tuvieran consistencia.
Con relativa frecuencia en el transcurso de una conversación se escuchan afirmaciones en la que los interlocutores enfáticamente hace referencia a “su filosofía”, así, “su filosofía le dice tal, o cual cosa”, o su filosofía le permite o no le permite hacer tal o cual cosa”, o “a partir de mi filosofía sostengo tal posición”, es decir, la gente afirma que tiene una filosofía propia. Pero, ¿qué se quiere decir cuando se afirma que se posee una filosofía propia? Si radicalmente cada persona poseyera una filosofía propia, producto de intelecto, de su reflexión, entendiendo por ésta como una posición diferente ante la vida que le hace actuar en consecuencia, sin lugar a dudas sería imposible cualquier intento de diálogo, de compartir experiencias, de convivencia. Si todos los humanos tuviéramos que elaborar una filosofía propia nos encontraríamos ante una tarea por demás imposible de sistematizar. Cuando se afirma que se tiene una filosofía propia en la práctica se está reconociendo que es importante tener unos fundamentos, principios básicos que armonicen y organicen la propia visión del mundo, ideas que sustenten el orden que queremos que exista. Se reconoce, por tanto, que se tiene aversión a un mundo que carezca de comprensión, de lógica, en donde las ideas y la conducta humana no tuvieran consistencia.