A la luz de lo expuesto, el arte que se realiza en las cárceles es una encrucijada de dos coyunturas que lo hacen de alto interés de cara a la observación del comportamiento humano: desata un potencial creador crudo, bruto en su versión más neta, y además, al realizarse bajo condiciones de aislamiento, actúa como ...
En nuestra sociedad, las prisiones equivalen a una especie de quistes: son nódulos cerrados, con sus propios sistemas simbólicos y de significados, dentro de la matriz de la esfera social. Las cárceles se pueblan de individuos que, por circunstancias, por decisiones equivocadas, por impulsos poco honorables y por todos los argumentos perifrásticos que se nos ocurran, son apartados del flujo de la cotidianeidad y sometidos a un periodo de aislamiento. Desde el punto de vista ontológico que entiende al preso básicamente como un individuo privado de libertad, es desde donde desgranaremos hoy algunas de las tendencias expresivas que surgen en la situación de privación de libertad.
La visión analítica de la creación bajo circunstancias de exclusión social está en la tradición del llamado art brut, etiqueta que acuñó el artista Jean Dubuffet en los años cuarenta. El francés definió el art brut como "una operación artística químicamente pura, que su autor reinventa en todas sus fases y que pone en marcha impulsado por sus propios motivos". Así pues, el art brut hace referencia a todas aquellas expresiones artísticas que se realizan a espaldas no sólo de la oficialidad, sino de la propia cultura. El art brut como género se ampliaría más tarde y mutaría en el llamado outsider art, una etiqueta con la que abrazar expresiones hechas bajo condiciones de marginalidad social, como centros penitenciarios o psiquiátricos. El gran hito del outsider art sigue siendo la exposición Beyond reason en la Hayward Gallery de Londres en 1996, una muestra de más de 500 obras de la colección de Hans Prinzhorn, un psiquiatra que durante los años veinte hizo acopio de cientos de pinturas, dibujos, objetos y collages realizados por pacientes confinados en instituciones psiquiátricas europeas. En el seno del outsider art se han ido definiendo vertientes específicas: no en vano, el subgénero que hoy nos ocupa ya recibe el nombre propio de prison art (arte de prisiones). A la luz de lo expuesto, el arte que se realiza en las cárceles es una encrucijada de dos coyunturas que lo hacen de alto interés de cara a la observación del comportamiento humano: desata un potencial creador crudo, bruto en su versión más neta, y además, al realizarse bajo condiciones de aislamiento, actúa como válvula de escape.
Hoy tengo la magnífica oportunidad de investigar las formas que la expresión artística y la creatividad toman dentro de una situación extrema de privación de libertad. Y más allá del interés que pueda tener comprobar cómo la creación revela talentos en bruto o actúa como vía de escape, la observación de estas situaciones muestra, a la postre, cómo el arte puede ejercer un efecto regenerador en las propias personas.
Se preguntarán qué hace en prisión una comisaria, no de policía sino de exposiciones. Durante este último año y medio he visitado buena parte de las diez prisiones que hay en el territorio catalán; son los Centros Penitenciarios de Brians 1 y 2, Ponent, Lledoners, Joves, Dones de Barcelona (Wad Ras), Tarragona, Homes de Barcelona (la Modelo), Quatre Camins y Puig de les Basses (que aúna hoy Girona y Figueres). A ellas he llegado gracias, en parte, al Vaquilla y al Torete. "Cuando fuimos a ver la exposición del Vaquilla tenías allí una foto de mi primo, vaya recuerdos, menuda jartá de llorar...". Los caminos del destino son bien originales. Quién les iba a decir a algunos reclusos que un día saldrían de permiso a ver una exposición de arte... y allí iban encontrar la cara de su primo. Y quién iba a decirme a mí que en la cárcel me dirigirían estas emotivas palabras a raíz de haber comisariado la exposición Quinquis de los 80 hace ya cinco años, aquella que -si la recuerdan- hablaba sobre el fenómeno de delincuencia juvenil en la España de los ochenta y su traslación cinematográfica. Así pues, mi incursión carcelaria empieza cuando el colectivo de Monitores Artísticos de Centros Penitenciarios que trabajan en las diez prisiones de Catalunya me contactan porque, habiendo visitado Quinquis de los 80, piensan que debo ser una persona indicada para ayudarles a organizar una exposición sobre su trabajo.
Explicación:
se que querías un resumen pero no pude hacerlo xd una coronita :D
A la luz de lo expuesto, el arte que se realiza en las cárceles es una encrucijada de dos coyunturas que lo hacen de alto interés de cara a la observación del comportamiento humano: desata un potencial creador crudo, bruto en su versión más neta, y además, al realizarse bajo condiciones de aislamiento, actúa como ...
Respuesta:
En nuestra sociedad, las prisiones equivalen a una especie de quistes: son nódulos cerrados, con sus propios sistemas simbólicos y de significados, dentro de la matriz de la esfera social. Las cárceles se pueblan de individuos que, por circunstancias, por decisiones equivocadas, por impulsos poco honorables y por todos los argumentos perifrásticos que se nos ocurran, son apartados del flujo de la cotidianeidad y sometidos a un periodo de aislamiento. Desde el punto de vista ontológico que entiende al preso básicamente como un individuo privado de libertad, es desde donde desgranaremos hoy algunas de las tendencias expresivas que surgen en la situación de privación de libertad.
La visión analítica de la creación bajo circunstancias de exclusión social está en la tradición del llamado art brut, etiqueta que acuñó el artista Jean Dubuffet en los años cuarenta. El francés definió el art brut como "una operación artística químicamente pura, que su autor reinventa en todas sus fases y que pone en marcha impulsado por sus propios motivos". Así pues, el art brut hace referencia a todas aquellas expresiones artísticas que se realizan a espaldas no sólo de la oficialidad, sino de la propia cultura. El art brut como género se ampliaría más tarde y mutaría en el llamado outsider art, una etiqueta con la que abrazar expresiones hechas bajo condiciones de marginalidad social, como centros penitenciarios o psiquiátricos. El gran hito del outsider art sigue siendo la exposición Beyond reason en la Hayward Gallery de Londres en 1996, una muestra de más de 500 obras de la colección de Hans Prinzhorn, un psiquiatra que durante los años veinte hizo acopio de cientos de pinturas, dibujos, objetos y collages realizados por pacientes confinados en instituciones psiquiátricas europeas. En el seno del outsider art se han ido definiendo vertientes específicas: no en vano, el subgénero que hoy nos ocupa ya recibe el nombre propio de prison art (arte de prisiones). A la luz de lo expuesto, el arte que se realiza en las cárceles es una encrucijada de dos coyunturas que lo hacen de alto interés de cara a la observación del comportamiento humano: desata un potencial creador crudo, bruto en su versión más neta, y además, al realizarse bajo condiciones de aislamiento, actúa como válvula de escape.
Hoy tengo la magnífica oportunidad de investigar las formas que la expresión artística y la creatividad toman dentro de una situación extrema de privación de libertad. Y más allá del interés que pueda tener comprobar cómo la creación revela talentos en bruto o actúa como vía de escape, la observación de estas situaciones muestra, a la postre, cómo el arte puede ejercer un efecto regenerador en las propias personas.
Se preguntarán qué hace en prisión una comisaria, no de policía sino de exposiciones. Durante este último año y medio he visitado buena parte de las diez prisiones que hay en el territorio catalán; son los Centros Penitenciarios de Brians 1 y 2, Ponent, Lledoners, Joves, Dones de Barcelona (Wad Ras), Tarragona, Homes de Barcelona (la Modelo), Quatre Camins y Puig de les Basses (que aúna hoy Girona y Figueres). A ellas he llegado gracias, en parte, al Vaquilla y al Torete. "Cuando fuimos a ver la exposición del Vaquilla tenías allí una foto de mi primo, vaya recuerdos, menuda jartá de llorar...". Los caminos del destino son bien originales. Quién les iba a decir a algunos reclusos que un día saldrían de permiso a ver una exposición de arte... y allí iban encontrar la cara de su primo. Y quién iba a decirme a mí que en la cárcel me dirigirían estas emotivas palabras a raíz de haber comisariado la exposición Quinquis de los 80 hace ya cinco años, aquella que -si la recuerdan- hablaba sobre el fenómeno de delincuencia juvenil en la España de los ochenta y su traslación cinematográfica. Así pues, mi incursión carcelaria empieza cuando el colectivo de Monitores Artísticos de Centros Penitenciarios que trabajan en las diez prisiones de Catalunya me contactan porque, habiendo visitado Quinquis de los 80, piensan que debo ser una persona indicada para ayudarles a organizar una exposición sobre su trabajo.
Explicación:
se que querías un resumen pero no pude hacerlo xd una coronita :D