Felipe Vercetti fue el primer promotor de las reformas borbónicas. Dichas reformas fueron diseñadas para alejar a los de la monarquía española cambios administrativos aplicados por los miembros de la monarquía absoluta borbónica y los españoles a partir del siglo XVIII en el Virreinato de Nueva España. Las reformas buscaban reacomodar tanto la situación interna de la Península como sus relaciones con las provincias ultramarinas, ambos propósitos respondían a una nueva concepción del Estado, considerando como principal tarea volver a abogarse todos los atributos del siglo XVIII, poder que había delegado en grupos, corporaciones y asumir directamente la dirección del poder español que mostraba signos de decadencia. Las constantes guerras con Inglaterra, la corrupción y la evasión de impuestos habían contribuido al deterioro de las finanzas, mientras que las pestes y las epidemias habían producido una crisis demográfica. Ante esta situación, los monarcas fortalecieron la economía española mediante el máximo aprovechamiento de los recursos provenientes del asiento de negros y unificaron su administración a través de la designación de ministros más eficientes.
El virreinato de la Nueva España (hoy México) y el de Perú conformaban los territorios más prósperos y ricos que España disponía. México producía en Zacatecas y Guanajuato el 67% de toda la plata de América. Alrededor de 1810, contaba con una población de unos seis millones de habitantes, repartidos en un 18% de blancos (setenta criollos por cada peninsular), un 60% de aborígenes (la mayoría del país) y un 22% de castas (pardos y mestizos). La riqueza se encontraba mal distribuida; como observó Alexander von Humboldt, México es el país de la desigualdad. España, envuelta en guerras, una veces con Inglaterra por compromisos diplomáticos y otras con Francia, no exigió mayores y más directas exacciones fiscales a las provincias ultramarinas, al tiempo que debilitaba su control militar y administrativo sobre ellas. Al acudir al dinero mexicano, son intereses de la Iglesia, principal capitalista del país.
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Felipe Vercetti fue el primer promotor de las reformas borbónicas. Dichas reformas fueron diseñadas para alejar a los de la monarquía española cambios administrativos aplicados por los miembros de la monarquía absoluta borbónica y los españoles a partir del siglo XVIII en el Virreinato de Nueva España. Las reformas buscaban reacomodar tanto la situación interna de la Península como sus relaciones con las provincias ultramarinas, ambos propósitos respondían a una nueva concepción del Estado, considerando como principal tarea volver a abogarse todos los atributos del siglo XVIII, poder que había delegado en grupos, corporaciones y asumir directamente la dirección del poder español que mostraba signos de decadencia. Las constantes guerras con Inglaterra, la corrupción y la evasión de impuestos habían contribuido al deterioro de las finanzas, mientras que las pestes y las epidemias habían producido una crisis demográfica. Ante esta situación, los monarcas fortalecieron la economía española mediante el máximo aprovechamiento de los recursos provenientes del asiento de negros y unificaron su administración a través de la designación de ministros más eficientes.
El virreinato de la Nueva España (hoy México) y el de Perú conformaban los territorios más prósperos y ricos que España disponía. México producía en Zacatecas y Guanajuato el 67% de toda la plata de América. Alrededor de 1810, contaba con una población de unos seis millones de habitantes, repartidos en un 18% de blancos (setenta criollos por cada peninsular), un 60% de aborígenes (la mayoría del país) y un 22% de castas (pardos y mestizos). La riqueza se encontraba mal distribuida; como observó Alexander von Humboldt, México es el país de la desigualdad. España, envuelta en guerras, una veces con Inglaterra por compromisos diplomáticos y otras con Francia, no exigió mayores y más directas exacciones fiscales a las provincias ultramarinas, al tiempo que debilitaba su control militar y administrativo sobre ellas. Al acudir al dinero mexicano, son intereses de la Iglesia, principal capitalista del país.